Capítulo 6

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La puerta del despacho se abrió de repente, y por ella entró Zarahi, mirándolos desconfiadamente.  Andrea y Leonardo estaban parados demasiado cercas, con unas miradas muy extrañas entre ellos.

Andrea: Se toca la puerta antes de entrar, Zara (Andrea dijo volteando a ver a su hija y poniendo mas espacio entre ella y Leo)

Zarahi: Perdón, no pensé que fuera necesario.  ¿Interrumpí algo a caso?

Andrea: Claro que no.  ¿Que necesitas? Ya me tengo que ir a trabajar (checando la hora en su reloj)

Zarahi: Pues es eso (sonrió mirando a Leonardo) Me voy con ustedes.  Digo, contigo mamá.

Andrea: ¿Conmigo? (preguntó confundida)

Zarahi: Si.  Dijiste que no podía salir de la casa sin escolta, y no me pienso quedar aquí encerrada todo el día, así que me voy contigo.

Andrea: Nunca te a gustado ir a mi trabajo, Zarahi.

Zarahi: Pues esta vez si quiero.  Me gustaría pasar más tiempo contigo, mami.  Te extrañé mucho.

Andrea: Esta bien (dijo no muy convencida) Pero nos vamos ya, no pienso llegar tarde.

Zarahi corrió por su bolsa, y Leonardo siguió a Andrea al coche, donde ella volteó a verlo, checando que Zarahi aún no llegara.

Andrea: Cuidadito con mi hija, Cortez. No quiero que se ande tomando confiancitas con ella ¿Me escuchó? (en voz baja)

Leonardo: No se preocupe, jamás haría eso.  Señora, no he terminado lo que le tenía que decir.

Andrea: Ahorita no Cortez..

Zarahi: Ya estoy aquí ¡Vámonos!

Andrea le dio una última mirada a Leonardo, y se subió en el asiento trasero con Zarahi.

En la oficina, otro día lleno de trabajo esperaba a Andrea.  Juntas interminables, miles de documentos a revisar, consultas con otros legisladores.  Pero durante todo ese tiempo no dejaba de observar a Leonardo, y como su hija trataba a todo momento de hacerle plática, de coquetear con el, las risas que a veces le sacaba con sus comentarios absurdos. 

Fue demasiado para Andrea

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Fue demasiado para Andrea.  Moría de los celos.  Ella sabía perfectamente como era Zarahi, y este interés en Leonardo no era más que otro capricho suyo.  La quería lejos de él, pero ya.  En cuanto pudo, tomó su celular llamando a su amiga Miranda Benavides, la dueña de la empresa de seguridad que mandó a Leo.  Después de una explicación de la situación y unos consejos de parte de ella, le envió a otro guardaespaldas inmediatamente.

Media hora después el teléfono de su oficina sonó, y al contestar una pequeña sonrisa apareció en su rostro.

Andrea: Si, que suba a mi oficina por favor (dijo antes de colgar)

Se paró de su asiento, tomando su bolso y caminó hacia Zarahi y Leonardo, poniéndose entre ellos.

Andrea: Zarita, hija (dijo con una sonrisa) ya conseguí tu guardaespaldas.  Esta subiendo en estos momentos para acá.  Así que ya no te tienes que aburrir aquí conmigo.

Zarahi: Ay, mamá.  No me estoy aburriendo, todo lo contrario (sonriendo coquetamente a Leonardo) Me la estoy pasando muy bien con Leo.

Andrea lo volteó a ver achicando los ojos, y el esquivo su mirada, claramente incómodo. 

Andrea: En todo caso, "Leo" y yo tenemos que ir a una comida muy importante, y en esa si que no me puedes acompañar.  Espera aquí a tu guardaespaldas, y te portas bien.  El chofer de la mansión esta abajo.  Vámonos Cortez.

Con paso apresurado salió Andrea de su oficina, Leonardo siguiéndola, dejando atrás a Zarahi con la palabra en la boca.   En el coche iba que tiraba chispas.

Leonardo: ¿A donde la llevo, señora? ¿Donde es esa comida?

Andrea: ¿De que comida habla, Cortez? (contestó molesta, mirando afuera de la ventana)

Leonardo: La que le dijo a su hija que tenía que atender (mirándola por el espejo retrovisor, alzando una ceja)

Andrea: Ah.. no hay comida.  Este... vamos a ver a Luis.

Leonardo: De el justamente he estado tratando de hablarle desde anoche.

Andrea: ¿Que pasó?

Leonardo: Ayer me mando mensaje que en cuanto pudiera fuera a verlo, que tenía noticias.

Andrea: Apúrese entonces, ya a de haber descubierto algo.

Al llegar a la oficina, Luis les informó que después de seguir a Esteban no había sido tan complicado conseguir las pruebas de su infidelidad.

Luis: La verdad no es muy discreto que digamos.  Lo seguí hasta unos apartamentos lujosos, y por la ventana fue fácil tomarle las fotografías.  Investigué quien es la amante, y resultó ser su propia secretaria, una Isabel García.

Luis le entregó el largo sobre , y con manos temblorosas Andrea sacó las fotografías.  En ellas se encontraba Esteban abrazando a esa mujer, besándola, además de otras fotos comprometedoras en la habitación.  No pudo ver las demás.  Sospecharlo era una cosa.  Pero corroborarlo, verlo con sus propios ojos fue demasiado.  Eran una confirmación de que nunca le importó a Esteban, todos estos años casados, ese amor que alguna vez sintió por el, todo fue una pérdida de tiempo.  Su respiración se volvió agitada, y no pudo contener el llanto.

Andrea: ¡Esteban es un maldito! (exclamó con su voz quebrada)

Luis la ayudó a que se sentara en una silla, tomando las fotos de su mano y dejándolas en el escritorio.  Ella estaba llorando desconsolada.

Luis: Respira, Andy.  No te pongas así.  Iré en busca de un calmante (salió de la oficina rápidamente dejándolos solos)

Andrea se cubrió su rostro con sus manos, sus hombros temblando con la intensidad de su llanto.  Leonardo no pudo más verla de esa manera, le partía el corazón.  Sabía que debajo de esa dureza y frialdad, había una mujer sensible que en este momento estaba sufriendo.  Se acercó, y arrodillándose enfrente de ella tomó sus manos bajándolas, secando esas lágrimas que derramó con un pañuelo.  Ella paró de llorar por un momento, mirándolo sorprendida.

Leonardo: Ya no llore más.  No me gusta ver esos hermosos ojitos tristes.

Andrea: Leonardo..

Leonardo: Se que es un atrevimiento de mi parte, y me advirtió que no los cometiera más.   Pero ese hombre no se merece sus lágrimas.  Usted es una gran mujer.  Y el un idiota por dejarla ir.

Sin poder controlarse, Andrea se abalanzó sobre el, rodeando su cuello con sus brazos, aferrándose a el con todas sus fuerzas.  Leonardo acariciaba su pelo, su espalda, susurrando en su oído palabras de aliento para calmarla.  En ese momento Leo se convirtió en su salvavidas, que la mantuvo a flote, sin dejarla hundirse en el dolor de la traición.

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