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Cuando Bokuto estaba en la escuela supo que eso no era para él, quizá desde que la comenzó lo supo. Pero cuando acompañó a su amigo Haruki a hacerse ese tatuaje del cual hablaba con tanto fervor, mientras todos sabían que con suerte podía hacerse una raya, porque el dolor no lo soportaría ni de chiste. Cuando vio a ese hombre lleno de dibujos en todo su cuerpo, hablando sobre el sentimiento que tenía hacer lo que le gustaba, a pesar, de tener a un niñato gritando cada vez que la maquina se encendía

–Realmente creo que esto no es para ti...- sugirió su amigo al ver que este no dejaba de chillar cada vez que se le acercaba la máquina –Mejor cobre lo poco y nada que pudo hacer, y nos vamos.

–Lo lamento, ya pagó y es por toda la obra, tengo que terminarla– Dijo el hombre bastante mayor, quienes decidían el destino de la piel de su amigo, que por cierto, era demasiado cobarde como para afrontar en lo que estaba metido.

Así fue como Bokuto obtuvo su primer tatuaje y descubrió su amor por aquello. Tuvo discusiones en casa, conoció mucha gente, varios le juzgaron pero al final, pudo abrir un lugar en el cual ejercía su profesión junto a dos buenos amigos, Tsuki y Kuroo. Estaba en un barrio tranquilo de Japón, pero eswo no impedía que la gente viniera, eran tres chicos de bien, tatuados, pero de bien, por eso nunca tuvieron problemas con la gente de alrededor

–¿Supieron que al frente de instalará una florería?– Tsuki era quien sacaba el tema, mientras en un papel dibujaba un nuevo diseño, Bokuto lo hojeó, era de pareja –¿No es gracioso? Luego de tatuarte compra rosas a tu madre para que no te castigue.

–Habla de rosas la persona que hace diseños para compartir con su novio– Molestó Kuroo mientras se sacaba unos guantes de latex, esperando que de uno de los cuartos, salga la persona recién tatuada. –No sé, me parece interesante, desde hoy las dos aceras serán contrapartes.

–No se preocupen por estupideces y concéntrense en su trabajo– Cortó el de cabellos bicolor vieno la agenda que tenía para ese día.

Pero quién diría que, la mañana siguiente cuando llego para abrir la tienda vió en la acera contraria la presencia de otra persona, no acostumbraba a ver personas a esa hora de la mañana, lo cual le dio más razones para girar a ver. Era un chico, un poco más pequeño que él, tanto de altura como de dad, tenía el cabello oscuro, su cuerpo era delicado en cada movimiento a pesar de su contextura gruesa, caminaba con elegancia y una pequeña sonrisa bailaba en sus labios, como si estuviera ansioso de algo y lo entendió cuando vio que abría las puertas del local frente al suyo.

El dueño de la florería era hermoso

–¿Alguien... alguno vio al dueño de la florería?– Bokuto se encontró a si mismo sacando el tema en la hora del almuerzo.

–¿No fuiste tú el mismo que nos dijo que nos concentráramos en el trabajo?– Gruñó el más joven de sus amigos, Kei solía ser así con todos, pero cuando se encontraba Tadashi era todo lo contrario 

–No pierdas tu tiempo preguntándole a Tsuki, yo si lo vi, es una preciosura– Las palabras de su amigo le molestaron a Bokuto, no tenía porque referirse tan despectivo al chico desconocido– No hallo el momento para ir a la florería y pedirle su número.

–Como si fuera a darte la hora siquiera...– Susurró para si mismo a pesar de que sabía que Tetsurou lo escucharía, solo quería molestarlo.

–Seguro a ti si te mira siquiera

–Por lo menos yo no andaré detrás de él

–Porque bien sabes que ni podrás ser de su gusto

–Como si tú lo fueras a ser

–¿Pueden callarse?– Una voz sin paciencia interrumpió la infantil pelea de sus amigos. –Poco me importa ese chico, pero si me importa poder disfrutar mi almuerzo, ninguno de los dos irá detrás de ese chico ¿Entendido? Sólo logrará que discutan y no me agrada escucharlos pelear como niños, ahora sigan comiendo e ignoremos lo que acaba de pasar.

Tal como Tsuki había dicho ambos empezaron a comer mirándose con recelo, desde eso hasta la fecha habían pasado dos años. Dos años en los cuales Bokuto miraba por la ventana de su local, mirando hacia el frente, donde siempre se encontraba el chico que hacía que su corazón latiese. No sabía su nombre, no sabía su edad, no sabía de su familia o en dónde vivía, pero a la vez, sabía mucho de él.

Sabía que le gustaba el chocolate, ya que casi siempre lo veía con una barra del mismo, las veces que iba a la pastelería de la esquina pedía pastel de chocolate.

Sabía que sus flores favoritas eran las azucenas (Bokuto no sabía nada de flores, estuvo como dos meses antes de dar con el nombre) siempre se apartaba un ramo de cinco para el mismo, una vez a la semana se las llevaba a su casa, ya que a la mañana siguiente, no volvía con ellas

Sabía que los fin de semana su hermano lo iba a ayudar, y de vez en cuando, este lo recurría en la semana. Se acuerda perfectamente ya que la primera vez que lo vio pensaba que era su novio.

Sabía muchas cosas de él pero a la vez no sabía nada, podía describirlo por completo, pero no podía hablar de él en su vida privada. Nunca se atrevió a cruzar la calle y entrar a ese lugar, solo Tsukishima lo había hecho, pero el hermano del chico lo había atendido

–Estaba ocupado explicándole a unos niños el significado de las flores, ya sabes, cuando los pequeños entran a las florerías por curiosidad... Parecía muy encerrado en sí mismo, así que su hermano el gigante ese me ayudó a elegir las flores, no se maneja tanto como el chico ese pero si me ayudó.

Cada día crecía más su ilusión con el desconocido, había imaginado una y mil veces como hablarle, pero cada vez que estaba dispuesto a hacerlo

Nunca tendría el valor de decir lo que sentía

Entre flores y tatuajes -bokuakaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora