Sakura de nuevo.

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«Aunque no llueva,

me quedare a tu lado».

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-Seguiré esperando, Sakura, cuando estés lista.

Sakura abrió la boca por tercera vez en más de la mitad de la sesión, pero de nuevo, ningún sonido salió. Su garganta, que había estado perfectamente bien toda la mañana, se convirtió en un gran nudo apenas cruzo el umbral de la clínica. Como si su cuerpo supiera inconscientemente que reacciones tener, volvió a cerrase como una caja fuerte mientras miraba el bonito panorama en la ventana tras la mujer.

No podría hablar otra vez.

-Solo llevamos un par de sesiones, tómatelo con calma- continuó la mujer delante de ella, se ajusto las gafas y echó una mirada rápida al reloj de su muñeca-No tengo prisas y siempre puedes volver.

Ella no lo decía, probablemente ni siquiera estuviera al tanto de que lo hacía, pero míraba demasiado el reloj durante su tiempo juntas. Era entendible, considerando que Sakura apenas emitía un par de líneas, pero muy en lo profundo, notaba esos cambios sutiles en la paciencia de la mujer.

Un tiempo atrás, Sakura también miraría su reloj un par de veces extra cuando algún paciente difícil le hacía perder el tiempo. Ella no quería hacer perder el tiempo de nadie. Era esa la razón por la que había insistido tanto en la oficina de Asuntos Kunoichis para cambiar la localización y el tipo de citas con su psicóloga.

Tres condiciones atentas que fueron escuchadas: Tenía que ser mujer, tenía que ser civil, y tenía que tener gran disponibilidad de tiempo, tanto diurno como nocturno.

Todas ellas perfectamente explicadas y justificadas:

En primer lugar, nunca obligarian a una víctima de abuso sexual a permanecer en una habitación con un hombre.

Segundo, un civil -y el distrito civil en general- estaba lo suficiente alejado de este tipo de situaciones como para que no le trataran como un asunto cotidiano, o se pasarán por las espaldas el asunto de la confidencialidad médico-paciente.

Y, en tercer lugar, la disponibilidad de tiempo que podría colocarla en más de un aprieto, Sakura no sabría si necesitaría un buen oyente para una crisis en plena madrugada. Así como tampoco sabía que sencillamente, no querría hablar.

-Pero-y su psicóloga siempre tenía un pero-, no puedes irte sin decir una palabra, por lo menos para el informe de protocolo.

La mujer civil bajó la vista, absorta nuevamente en la libretilla en la que había estado garabateando toda la hora. Entre las sesiones anteriores, la pelirosa había descubierto la increíble capacidad que debía tener esa mujer para anotar cosas incluso cuando no las decían, mientras menos palabras hubiese pronunciado la Kunoichi, aquella mujer aparentemente siempre encontraría más que escribir. Sin mirarla, sin quejarse del repentino silencio, solo el agradable sonido del bolígrafo desplazándose en papel.

Sakura maldecia levemente el hecho de que por haber sido graduada durante la guerra, se había saltado una interesante rotación por psiquiatría y probablemente sabría qué tanto podía caber en una libre sobre un paciente que no decía nada.

-¿Quiere que diga algo en específico, Nishimiya-san?

La mujer detuvo sus notas, las gafas se deslizaron hasta la punta de su nariz dónde una pequeña cicatriz marcaba su piel morena.

-¿Tu quieres decir algo en específico? -Sakura negó. Cómo le diría que realmente no quería decir nada-. No creo que estés comprendiendo la verdadera razón de estás sesiones.

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