dos

274 78 2
                                    


Corazonadas. Siempre me he guiado por ellas, mas no lo dominan todo. También existe una cuota de sentido común, para equilibrar las cosas.

Ese hombre no me generaba recelo, pero tenía algo que me mantenía inquieta. El ofrecerme un café, me llamó la atención y si bién su amargor me desagrado, exageré un poco para tener una excusa que me librará de beberlo. Tomé la servilleta de su mano y me limpié el costado de la boca. Miré por la ventana para escapar de sus ojos. Era de noche y gotas de lluvia se estrellaban en la ventana, siendo esporádicamente iluminadas por las luces al costado de las vías, que las dotaban de un suave tono ámbar que brindaba un suave calor al cubículo.

-Disculpe mis modales-dijo él robando mi atención del húmedo cristal.

Se presentó dándome su nombre y diciendo que era un periodista de una revista de turismo, de un país en otro continente, que preparaba un artículo sobre los trenes de esas tierras. Me mostró sus credenciales. También me dijo que podía llamarlo Dai.

-Puede llamarme Bel-le dije con cierta timidez.

-¿Primera vez en este tour?-me preguntó.

-Sí- le dije, después de todo la cara de turista novato que tenía lo gritaba por mí.

-Es una experiencia algo estresante la primera vez- me dijo antes de darle un sorbo a su café- Con todos los transbordos y los horarios realmente es agotador, pero también es fascinante cruzar cinco países a bordo de un tren. Como a principios del siglo pasado.

-Sí, es una experiencia maravillosa- comenté justo cuando anunciaban el cambió de andén para los que iban a cruzar la frontera.

Ambos nos levantamos para tomar nuestras respectivas maletas y bajar en la próxima estación. Cuando el tren se detuvo y las puertas se abrieron, recordé mi bolso, que puse bajo el asiento. Volví por el y al descender, Dai ya no estaba. Supuse que volvería a verlo,pues mencionó que el tren de transbordo estaba retrasado. Era obvio asumir que tomariamos el mismo tren. Caminé hacia el andén, mirando las tiendas en la estación. Vendían toda clase de cosas ahí. Desde flores a ropa de exclusivas marcas, pero con lo inflado de los precios me abstuve de comprar cualquiera de esas cosa.

Poco antes de cruzar por el torniquete, vi un carro que comercializaba pasteles y para prevenir un incidente fui hasta allí para comprar algunos bocadillo, mas el vendedor no hablaba inglés, por lo que me costó entender el valor de cada producto. Tuve que conformarme con unas gominolas de regaliz que el vendedor puso en una bolsa de papel con dibujos de colibrís. Camine de vuelta al anden, cuando un hombre me rodeo el cuello con su brazo y me llevó hacía él. Su inglés era muy pobre, pero pude entender que me ofrecía llevarme a un hotel o al centro de la ciudad, mas estaba muy claro que esas no eran precisamente sus intenciones. Trate de apartarme logrando que se aferrara a mi  antebrazo con su mano libre. Fue un agarre poderoso y desprovisto de cuidado que me envió una punzada a la columna vertebral por la que bajo un frío intenso. Pensé en gritar, pero entonces escuché una voz a mi costado que me llamó por mi nombre.

-Al fin te encuentro, querida-me dijo Dai- ¿Quién este hombre?-
preguntó, pero en la lengua de ese país.

El sujeto me soltó. Dijo unas palabras sueltas y se alejó a toda prisa. Sentí un enorme alivio al verlo desaparecer entre la gente.

-Es peligroso andar solo en este continente. No es tan seguro como nos hacen creer-me dijo Dai que por la bolsa que llevaba en su mano supe que salía de una tienda de libros que estaba al frente.

-Gracias-le dije apenas.

-No hay de que. El tren llegará en treinta minutos ¿Le importa si espero junto a usted?- me pregunto y camino hacia el torniquete.

Le sonreí y fui tras él.

Una vida de CristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora