Tres

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Nos sentamos en una de las bancas que eran amparadas por un techo de hojalata, en el que la lluvia provocaba un sonido tranquilizante, pero un poco ensordecedor. Sobre las lozas el agua se deslizaba a los rieles que ya no guardaban más vestigios de su pasado, que la ubicación. Había pocas personas allí. La mayoría prefería estar al interior de la estación. Otros salieron en busca de un lugar donde pernoctar, pero yo preferiría abordar el tren esa noche y no esperar al siguiente.

Dai se sentó a mi lado, mirando al otro lado del andén. Le ofrecí un orozuz que él tomó con una sonrisa cálida.

-Estaremos dos días a bordo del siguiente tren- dijo mirando la golosina con curiosidad- Le recomiendo moverse cada cuatro horas.

Aquella recomendación llamó mi atención, hasta que noté donde estaban puestos sus ojos. Escondí mis manos en los bolsillos de mi abrigo y aleje mi mirada de él.

-Disculpe mi imprudencia-me dijo buscando mi mirada.

-No pasa nada-le dije, pero mentí. Esa observación me molesto.

-Le pido perdón. A veces,
buscando impresionar, pierdo el tacto. Estoy algo fuera de práctica-comento mirando el orozuz en su mano.

Esa declaración me tomo por sorpresa, pero rápidamente le di la explicación más sensata: quería una entrevista o algo semejante, para su artículo. Era bastante lógico. La impresión de alguien que hace ese viaje por primera vez debía ser interesante. Me medio sonreí gentil y por suerte él no volvió a hablar. El tren apareció entre la lluvia y las personas comenzaron a reunirse tras la línea amarilla para abordar.

Aquel ferrocarril era diferente al anterior. No había cubículos sólo filas de asientos con amplios espacios, pues a cierta hora se echaban hacía atrás para que los pasajeros pudieran dormir. Mi asiento estaba adelante hacia el pasillo. El de Dai del otro lado del corredor, pero hacía la ventana. Lo ví tener que pedirle ayuda al asistente de abordo para poner su maleta en ese espacio sobre los asientos. A mi me ayudó un joven que se sentaba justo detrás de mí. El tren partió y a poco andar se dieron las instrucciones para reclinar los asientos. Me apresure en medir mi azúcar y como todo estaba bien me dispuse a dormir.

Las marcas de las agujas en mis dedos, fue lo que Dai había visto y su recomendación respondía a mi enfermedad. Si dormía no había problema, mas al pasar mucho tiempo en una sola posición mi circulación sanguínea podía tener algunas complicaciones. Por eso cerca de las siete de la mañana, me levanté para ir al coche comedor. Necesitaba moverme y tenía hambre. Me senté en una de esas diminutas mesas y llame a uno de los meseros, pero me ignoró. Cuando iba a levantarme me encontré con Dai que traía un periódico bajo el brazo y una libreta en la mano.

-Buenos días- me dijo y luego miró por encima de su hombro, al mesero y lo llamó en el idioma nacional- La gente de este país es un poco quisquillosa. Te ignoran sino hablas su idioma. Creen que si vienes aquí deberías tomarte la molestia de aprender su lengua- me explico-¿Puedo sentarme?

-Sí, claro. Adelante.

-Que amable. Gracias-me dijo y se sentó frente a mí.

El mesero se aproximo, con una destreza increíble para serpentear entre las mesas en un tren en movimiento. Aunque la verdad es que el movimiento del ferrocarril era casi imperceptible. Campos y pintorescos pueblos, pasaban por la ventana mientras yo tomaba la taza de té entre mis manos. De no ser por el movimiento del paisaje,hubiera pensado que estábamos en un café en la esquina de alguna de las viejas ciudades de aquel continente. Es que ese vagón estaba revestido de madera, de una forma que lo hacía ver cómo un salón de algún edificio de los años veinte.

Me perdí un poco en el ambiente, por lo que tarde en darle las gracias a Dai, por hacer la orden en el idioma nacional.

-Ni lo mencione- me dijo mientras sacaba la cuchara de la taza de café- No lo tome a mal, pero su falta de experiencia en viajes es bastante obvia y eso puede traerle algunos problemas. A la vez, para mi, eso resulta encantador y útil a mi trabajo. Le propongo un trato. Yo seré su guía y usted será la protagonista de mi artículo ¿Qué le parece?

Una vida de CristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora