Siete

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De su brazo volví a la estación donde habían baños públicos con duchas y agua caliente. Lo más incómodo,del viaje, era el acceso a los servicios sanitarios. También no poder descansar en una cama, pues las paradas no permitían un revitalizante descanso si lo que querías era conocer los pueblos y ciudades. Estaba empapada,una ducha caliente me vino muy bien. La muda en mi bolso fue útil,pues a diferencia de Dai, yo no tuve que volver al servicio de custodia por mis cosas.

Un par de horas, antes de abordar el tres, fuimos a comer a un restaurante que estaba allí mismo. Fue ahí que Dai me habló de un viñedo donde se podía participar en una cata de vinos, además de que contaba con servicio de hospedaje.

-Podemos quedarnos allá, un par de días. El ferrocarril hace una parada ahi- me dijo mientras me enseñaba un artículo, por medio de su tablet- Viajar tanto en tan pocos días, puede ser algo estresante. Dormir en esos asientos está haciendo estragos mi espalda.

-Si, es incómodo-le dije- Pero no podemos quedarnos ahí, el tour...

-No te preocupes por eso. El tour contempla esa detención de dos días y puedes volver a tomar el ferrocarril, en esa misma estación. Pero se debemos notificarlo a la empresa y en la siguiente estación pasaremos por un tickets especial. Hay varias sucursales de la agencia en la ruta.

-No sabía eso- confese y me quedé viendo las fotografías del viñedo.

-Te va a encantar- me dijo y tomó mi mano que descansaba sobre la mesa.

Esa noche volví a cambiar puesto con la persona que se sentaba junto a Dai. Sentada,a su lado, le respondí las preguntas que lo ayudarían con su reportaje. Después nos preparamos para dormir.

-Luces muy cansada-me dijo al levantar el descansa brazos- Puedes apoyar tu cabeza en mi hombro, si te resulta cómodo.

Eso me tomo por sorpresa,pero no rechace la oferta. Esa postura era más agradable con mi cuello y espalda. Un ligero temblor recorrió mi cuerpo. Por un momento sentí algo semejante al remordimiento, pero su mano en mi cabello me relajo, aunque me guió a su pecho. No a su hombro. Tenía un aroma que no he vuelto a respirar. Un perfume muy delicado, que no penetraba las fosas nasales; las acariciaba. Un olor a caballero, que te invitaba a acercarte y a la vez te advertía lo peligroso que podía ser respirar esa fragancia, por mucho tiempo. Me dormí en embriagada en él.

Abrí los ojos por la mañana. Para entonces mi estatura me había ayudado a tomar una  postura muy agradable. No recordaba haberme cubierto con una manta. Supongo que fue Dai quien lo hizo. Me aparte de él, pues comenzaba a despertar.

-Buenos días-le dije y me respondió de la misma forma.

No alcanzamos a desayunar, pues el tren pasaba por la estación a las ocho en punto y ahí bajamos. Una vez el ferrocarril se alejó, quedamos ante una viña otoñal, dominada por una gigantesca casa blanca, sobre una colina.
Dai me ofreció su brazo y así nos encaminamos hacía aquel mágico lugar.

Había una pequeña recepción donde los visitantes se dividían en dos grupos. El que iba por el día y el que se hospedaba en la casa. Nosotros íbamos en el segundo.

-¿Cuantos días se quedarán?- preguntó la agradable señorita.

-Dos días.

-¿Habitaciones continuas para usted y su hija?

-No, ella no es mi hija. Es mi esposa y queramos una sola habitación- le respondió Dai, con toda la naturalidad del mundo.

Yo me sonroje. No sé si por lo de ser su supuesta esposa o por lo que eso implicaba. Creo que por ambas.

Una vida de CristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora