La habitación era amplía,lo mismo la cama sobre la que me lancé. Llevaba semanas durmiendo en asientos de trenes y autobuses que esa cama fue como un maná. La ventana daba hacía las viñas. Esos cálidos colores contraataban con el cielo azul,limpio y despejado,de aquella región.-Realmente necesitabas un descanso-me comento Dai,
sentándose en el sofá.-si-recuerdo que respondí.
Desperté cerca de medio día. Para entonces Dai,no estaba en la sala. Me dejó una nota,en la mesa de noche,pidiéndome que nos reunieramos en el comedor de ese lugar,si despertaba antes de las dos. Eso me daba tiempo de darme un largo y relajante baño. Fue agradable estar en la tina por una hora y dormir en una cama. Después de eso,me vestí y salí rumbo al comedor.
Aquella casa era algo oscura y fría. Los pasillos eran amplios y tenían eco. En el comedor habían tres largas mesas que tocaba compartir,con el resto de los huéspedes. Pero Dai había apartado un lugar para mí,junto a él. La comida fue algo frugal, pero muy buena. Desde luego la acompañó un vino de la casa,del que probé un sorbo apenas. Con mi diabetes no es buena idea abusar de vinos y licores.
Después del almuerzo,se nos hizo un recorrido por la bodega de vinos. Una bóveda subterránea de casi trescientos años,donde reposaban barriles y barricas,
que alejaban los vinos. El enologo dió una charla y luego nos invitó a otra sala donde estaba el sommelier,que nos dió una pequeña clase de cómo identificar un buen vino. Dai disfrutó mucho de eso y siendo un periodista,logro ingresar a sitios a los que los turistas no podían. Desde luego me llevo con él. Fue una tarde muy agradable y rica en experiencia.Al anochecer,volviendo a la habitación,recorde que tendría que compartir ese espacio con Dai. Sacudí la cabeza y me quedé ante la puerta un instante. Él se quedo hablando con los encargados del lugar y me pregunté qué pasaría cuando llegara ahí. Suspiré y preferí no pensar. Me di otro baño,porque estuve en los establos,con los caballos. Como pijama no tenía más que una camiseta larga y holgada. Eran casi las diez cuando me senté en el sofá a pensar,en la mujer de Dai.
Posiblemente llevaban muchos años de casados. Tenían hijos y muchas historias. Sin duda alguna era algo muy reprochable lo que estábamos haciendo,pero ¿Era realmente tan malo? Si, si ella lo descubría. Pero sino sería menos que un recuerdo en la vida de ese hombre. Algo tan fugaz,que no merecía nombre o culpa.
Me quedé pensando,abrazando mis piernas,en la oscura habitación. La luz que entró por la puerta,me iluminó proyectando mi sombra,en la pared. La oscuridad volvió a cerrarse,pero un nuevo has de luz me alcanzó,desde la ventana. Dai abrió la primera cortina. Así pude ver que tenía una botella de vino en la mano,todavía a la mitad.
-Tuve una agradable conversación con el administrador-me dijo y se sentó a mi espalda.
-Espero que te haya ayudado con tus preguntas,respecto a este lugar-le dije.
-En efecto,pero no quiero hablar de trabajo ahora-me señaló.
Sentí su mano en mi cabello y me causó un pequeño cosquilleo. Sus dedos comenzaron a peinarme invitandome a descansar mi espalda contra él. Su pecho estaba tibio y fue confortante. Estire un poco las piernas,para relajarme. Sentí su rostro al costado de mi cabeza y un beso amoroso sobre mi cabello,que termino por apartan para descubrir mi hombro,que supuse se veía tan pálido como mis piernas.
-Te confesare algo-me dijo mientras deslizaba la punta de los dedos,por mi hombro desnudo-Creo que la oscuridad es liberadora. Pero en este caso, prefiero poder ver...
Sus manos bajaron por mis costados,muy lentamente. Pasaron por mi cintura y mis caderas. Descansaron ahí,para comenzar a recoger esa amplia camiseta...
-Muéstrame...-susurro en mi oído y cualquier duda se esfumó.
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Una vida de Cristal
FanfictionUn viaje en tren y un hombre con un café frío. Es una historia romántica sin nada en particular.