Seis

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Sus ojos eran transparentes,pero profundos. Me hicieron sentir incómoda. Por un momento tuve la impresión de que podía leer mis pensamientos.

-Discúlpame-le dije y en ese momento me di cuenta de que había perdido un lente de contacto.

Mi esperanza de recuperarlo termino cuando el asistente del autobús,se paró al costado de nuestros asientos y escuche el crac bajo su zapatos.

-¿Estas bien?-me pregunto mientras anunciaban que llegábamos a destino.

Le dije que si. Todo lo que tenía que hacer era quitarme el lente y ponerme las gafas. Cosa que hice en el baño del terminal del autobús.Dai me espero junto a una señal con los nombres de las calles. Unas sendas muy hermosas,tengo que decir. Las calles estaban adoquinadas, rodeadas de casas y edificios con pequeñas torres puntiagudas. Era como ver un bosque de estructuras afiladas que amenazaban al cielo gris de aquella jornada. El clima en esa ciudad era diferente al de la estación de trenes. Aún así,su belleza era innegable.

Hacía frío y en las calles se apreciaba más la presencia de turistas,que las de residentes. Aquel lugar me recordó esas ciudades de cuentos medievales. Un aroma a humedad y a dulces inundaba el aire. El murmullo del río,que atravesaba el lugar,
sonaba delicioso también,pero yo tenía interés en otro sonido. Por momentos dejaba de prestar atención a lo que Dai decía,para sólo escuchar su voz.

Después de un largo y recreativo paseo,nos tomamos un descanso junto al río. No habían bancas por lo que yo me senté el amplio barandal que separaba al río de la vereda. Detrás había un espacio con vegetación así que no iba a acabar en el fondo del río,si llegaba a perder el equilibrio.

-Tenías razón-le dije-Es un lugar que hubiera lamentado no ver. Cuesta creer que hasta sólo unas décadas,estaba casi en el olvido.

-Vaya, por un momento creí que no me prestabas atención-me confesó mirándome a los ojos.

Me sonreí nerviosa. Es que en serio me parecía que leia mis pensamientos. Bueno y si lo hubiera hecho ¿qué? No estaba teniendo ideas oscuras ni perversas. Me parecía atractivo, me gustaba y me encantaba la idea de tener una aventura con él. Podia no ser correcto,
tratándose de un hombre casado. Incluso peligroso,por ser un desconocido.Pero no era algo de otro mundo.

Comenzó a lloviznar y eso me hizo mirar hacia el cielo. Siempre pensé que en todas partes llueve igual, pero no es cierto. Esa agua suave caía de forma muy diferente sobre mi. Era como un roció estimulante que me hizo bajar mis ojos a los de él, pero plagados de anhelos que muchos no imaginarian, este rostro podría esconder. Me puso su abrigo sobre los hombros. Aquello lo hizo romper esa distancia prudente que había mantenido entre los dos. Me miró como respondiendo a lo que había detrás de mis ojos y se sonrío.

-Supongo que alguien tan joven no experimenta aún el hastío-me dijo-A mi edad, en ocasiones, se requiere variar un poco las cosas...

-Tiene razón. A mi edad no hay hastío, pero si existe la búsqueda de la estimulante. Hacer lo que no se debe, siempre es exitante-le respondí.

La lluvia se intensificó y esa vereda estaba vacía. Su mano descanso en mi muslo, mientras su rostro se acercó al mío. Un beso como con la prudencia de la experiencia. Desprovisto de bríos arrebatados, pero muy intenso. Un beso como la bienvenida a una vida de cristal.

Una vida de CristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora