6. Todos los caminos llevan a Canfranc

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-¿¡PERO QUÉ COÑO HACES, DESGRACIADO!?

Chasqueé la lengua molesto y aparté la mirada de la pantalla de mi móvil para asomar ligeramente la cabeza por el hueco de la litera en la que me había refugiado. Sara movía los brazos exaltada desde su asiento de copiloto. A su lado podía ver la melena azul de Nay sentado al volante. Por su postura parecía que la chica le acababa de pegar una colleja.

-¡Qué no es por ahí Nay! Vuelve, vuelve.

El chico se encogió de hombros y siguió conduciendo.

-Seguro que por aquí también se puede ir.

-¡Qué dices idiota! Sí aún quedan 30 kilómetros para la salida.

Me mordí el labio sintiendo una repentina preocupación. Odiaba admitirlo, pero probablemente Sara tuviese razón en este caso. El aire pasota de un tío tan raro como Nay no parecía lo mejor a la hora de manejarse con un mapa. Aún así él siguió a lo suyo y habló con voz calmada.

-Todos los caminos llevan a Roma.

-A Roma, no a un puto pueblo de las montañas, imbécil -Sara volvió a pegarle en la cabeza con el puño como para reafirmar lo dicho. Nay soltó una palabrota entre dientes y se llevó una mano a la coronilla, molesto.

-¡Quieres hacer el favor de dejar de pegarme!

-No hasta que des la vuelta.

-Te he dicho que por aquí se puede ir también.

-¡Admítelo! Tu sentido de la orientación es pésimo.

Una figura me tapó la vista del espectáculo que estaba montando la pareja. Aunque sus gritos siguieron sonando por toda la caravana. Alcé la vista para toparme con los ojos verdes de Crystal. Mi amiga hizo un gesto con la mano para que la hiciese un hueco en la litera. Frunciendo el ceño me eché a un lado permitiendo tumbarse a mi lado.

-No te preocupes. Nay nos podría llevar al mismísimo abismo sin darse cuenta, pero Sara sabe controlarle.

Me limité a asentir levemente sin muchas ganas de aportar algo a su comentario. Conteniendo las ganas de mirar de reojo de nuevo hacia la pelea clavé la vista en la litera de arriba. "Hacen una buena pareja". Vaya que si la hacían, solo con mirarles podías notar los años de confianza que debía existir entre ellos. Y además los dos pegaban con sus apariencias...eh... curiosas. Un capirotazo en la cabeza me alejó de mis pensamientos. Miré a Crystal confuso mientras me frotaba la frente en el lugar donde me había golpeado.

-Eres bastante fácil de leer ¿sabes?

Fruncí el ceño al no comprenderla. ¿Ahora me había convertido en un libro o qué? Crystal siguió hablando como si nada.

-No te rayes con cosas estúpidas -Centré mi atención en el móvil mientras jugueteaba con él entre mis manos.

-No sé de que me estas hablando -Crystal suspiró, pero no añadió nada más. Tras unos minutos en silencio acabó quitándome el móvil de las manos y se puso a cotillear lo que tenía. Fue entonces cuando recordé que tenía una conversación pendiente con ella.

-Oye, pelo zanahoria -La chica alzó una ceja sin apartar la vista de la pantalla del móvil, indicándome que había oído el apodo-, lo hiciste aposta, ¿no?- La chica dejó escapar una sonrisa torcida.

-No sé de que me hablas -Bufé mientras intentaba quitarle el móvil de las manos.

-Los niños que mienten reciben carbón en navidades, ¿sabías?

-Entonces ya sé que regalarte el próximo año -La risa de Crystal se me contagió haciéndome sonreír, pero aún así ignoré su intento de cambiar de tema.

La vida es AburridaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora