Vale ¿Alguien me puede explicar qué está pasando aquí? Está claro que me he debido perder algún momento de la conversación. ¿Alguna vez he mencionado delante de este chico algo así como que me gustaría ir a ver los pingüinos de la Antartida? Porque a mi no me suena.
Seguía ahí, de pie, con los brazos extendidos bloqueando el armario y Nay me observaba casi con hastío, esperando a que me apartase. Con lentitud me froté el rostro con la mano en un signo de clara desesperación y le devolví la mirada en silencio unos segundos, incapaz de hacer otra cosa. Abrí la boca para decir algo, pero entonces me dí cuenta de que no tenía nada que decir y la volví a cerrar. Me rasqué la sien desconcertado mientras recorría la mirada con la habitación como si la respuesta estuviese por ahí. Por la comisura de los labios de Nay asomó una sonrisa mal disimulada.
Al ver que no parecía estar por la labor de dejarle acceso de nuevo a mi armario se encogió de hombros y se paseó por mi habitación en busca de yo qué sé qué (tengo ya suficientes problemas en mi vida para ponerme a pensar que espera encontrar este señor en mi casa). De vez en cuando parecía encontrar algo útil y lo arrojaba junto a la cama con el montón de cosas que ya había dejado ahí.
—¿Se te ha olvidado como hablar? Reconozco que no me sorprendería.
Me apoyé en la pared de mi armario aún con el ceño fruncido. Ni siquiera valía la pena quejarme por el claro insulto que había tras sus palabras, saldría perdiendo yo (Por si a estas alturas aún no lo habéis notado, SIEMPRE pierdo yo).
—Es...—Volví a enmudecer y me mordí el labio con nerviosismo—. Ni siquiera sé qué es lo que tengo que preguntar.
¿Cómo poner en palabras que no me estaba enterando de absolutamente nada de lo que había pasado desde que entró por la puerta de la tienda?
Esta vez Nay no se molestó en ocultar la sonrisa burlona. Se paseó por mi habitación y agarró una figurita de acción con fingida curiosidad.
—¿Por qué no pruebas con preguntas simples?— Entrecerré los ojos. Como continuase con esa maldita sonrisa sarcástica le echaba de la casa.
—De acuerdo —Inspiré profundamente intentando recordar en qué punto las cosas habían dejado de tener sentido—. ¿De qué conoces a Tarón?
El peliazul frunció el ceño inmediatamente. Perfecto, la primera pregunta y ¿ya está molesto? ¿Qué demonios se supone que he dicho ahora? Me obligué a mí mismo a despegar los dientes de mi labio inferior o acabaría sangrando por los presión que ejercía. Tras unos minutos en silencio supuse que no me iba a responder, pero cuando iba a empezar a formular la siguiente duda su voz me hizo sobresaltar.
—Era mi tutor legal — Abrí los ojos sorprendido y cuando hablé se me quebró la voz.
—¿Tutor de... tutor? —La mirada que me dedicó hizo que enmudeciese inmediatamente. " Vaya, ¿cómo es posible que una mirada dé miedo?" Cuando habló me sorprendió notar la rabia en su voz.
—¿Cuántos tipos de tutor conoces tú? —"Vale... estoy casi seguro de que eso era una pregunta retórica" Por si las moscas ( y sobre todo intentando quitar esa escalofriante mirada de su rostro) decidí cambiar de tema. Aunque eso me daría mucho en lo que pensar en un futuro.
—Explícame de qué va lo del viaje.
El cambio en el peliazul fue notorio hasta para mi. Inmediatamente se relajó y continuó con su inspección de mi habitación.
—Deberías saberlo a estas alturas, ¿Acaso no prestaste atención a Crystal y a Haddock en la azotea? —Intenté recordar aquel día y me llevé una mano a la cabeza.
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La vida es Aburrida
Novela Juvenil-Patético - Solté la palabra en un pequeño susurro que provocó que me sobresaltara yo mismo. Suspiré agotado y entonces recordé la frase que me despertaba todas las mañanas-. La vida es aburrida. Una voz electricante sonó a mi lado -Pues cámbiala [N...