Capítulo 3 - Parte 2

369 65 0
                                    


Como toda institución mágica, el Gremio utilizaba la manipulación del espacio para sus instalaciones. Las más vitales se encontraban en una dimensión en miniatura y se conectaban entre sí, con la sede y con los accesos en las diligencias, formando un auténtico laberinto.

El Archivo era una pequeña ciudad de estanterías, que contenía todos los documentos del Gremio. La entrada estaba atendida por una recepcionista pálida, de pómulos huesudos y nariz respingona.

Al verla, Nina tragó saliva e inspiró hondo. Se acercó a la mesa con forma de media luna y se aclaró la garganta.

—Buenos días, quería...

—¿Qué haces tú aquí?

A pesar de la mueca agria en el rostro de la mujer, la adolescente mantuvo la compostura.

—Necesitamos entrar al Archivo. Es un asunto policial.

La recepcionista chasqueó la lengua y se cruzó de brazos. Examinó a Caleb de arriba a abajo con suspicacia, pero la placa en su chaleco no dejaba lugar para dudas.

—¿Tengo que enseñarle una orden? —dijo él con frialdad.

La mujer se irguió en su asiento y les invitó a pasar con un ademán de su mano con una sonrisa complaciente.

—No. Adelante. Avisaré al Maestro encargado por si necesitan ayuda.

Tras la recepción había una pequeña plaza y de ella nacían varias calles que más adelante se ramificarían. Hileras e hileras de libros y archivadores con mesas cada cierto tiempo como bancos en la ciudad. Las estanterías tenían la altura de una casa, pero escaleras de mano permitían llegar a las baldas más altas. La calle más ancha era la Mayor, tras la que se encontraba la zona de informática.

—¿En qué puedo ayudarlo, agente?

Nina y Caleb se dieron la vuelta. El hombre que acababa de llegar debía de ser el encargado.

El policía le tendió la mano.

—Torres.

—Callan, pero llamadme Édir.

La cazadora estuvo a punto de dar un brinco por la sorpresa. Aquel apellido era el mismo que el del Cazador Maestro. Le examinó con atención; su postura llena de confianza, su pelo castaño y el azul helado de sus ojos, que se ocultaba tras unas gafas. Sus facciones eran amables y sus ademanes, refinados y suaves. Sí, aquel hombre poseía el aura orgullosa de una de las grandes familias del Gremio.

—¿Qué necesitáis? —preguntó el Maestro.

—Queríamos mirar los registros de ciertos animales para comprobar su paradero —respondió Caleb.

—¿Cuándo fueron capturados?

—Hace mes y medio —dijo la chica.

Como si se acabara de percatar de su presencia, Édir contempló a Nina de arriba a abajo y su mirada se detuvo en la cadena de su muñeca.

—Ah, la alumna de Kaufman. —Le ofreció la mano—. Nina, ¿verdad?

La chica controló sus nervios mediante una inspiración profunda. Asintió y se la estrechó con un gesto firme.

Tardaron horas en dar con toda la información que necesitaban.

Confirmaron que los animales habían sido capturados por Nina y que habían estado en los almacenes del Gremio un tiempo; sin embargo, hacía unos días habían sido enviados a un mago que quería utilizarlos para ciertos experimentos.

El Legado Salazar II - Esfuerzo y confianzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora