Capítulo 7 - Parte 1

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Le quedaban apenas unos metros para llegar a lo alto del escarpado, donde esperaba encontrar una pradera recogida y apartada de los caminos más transitados. A los grifos les gustaba vivir en las alturas, así que los Alpes franceses eran una opción ideal. Entonces, una gota le calló en la frente y resbaló por su nariz. Alzó la vista al cielo. Un par de cenicientas nubes lo cubrían, pero el sol se colaba entre ellas cada cierto tiempo en forma de haces.

Una vez llegó arriba el sol se impuso y la cegó durante un instante. Al abrir los ojos se encontró con la manada de grifos y, junto a ella, a otro cazador.

Se quedó estática y le observó con atención. Jugaba con las crías como uno más de la familia, tan absorto que no se percató de su presencia. Era un joven que rondaría su edad, con el pelo de un tono castaño poco común, anaranjado. Esos cortos e indomables rizos... los había visto antes. ¿Dónde?

El chico notó por fin que alguien había llegado. Se levantó y se dio la vuelta. Aquellos ojos del color de la miel... ¡Los había visto en el instituto!

—¡Tú! —le señaló la Oficial con el índice.

Él alzó una ceja con una media sonrisa de diversión en el rostro.

—¿Yo?

Iba a su instituto y encima era un cazador. Ató los cabos de inmediato.

—¿Érik? ¿Tú eres Érik?

—Ajá. —Sonrió—. Encantado. Imagino que Rose te habrá hablado de mí.

Y entonces su expresión alegre se transformó de golpe en una de sorpresa. Ahogó una exclamación y se llevó una mano a la frente.

—Ah, maldita sea, Rose quería presentarnos el lunes... —Hundió los hombros con un suspiro—. Espero que no se disguste.

Nina se cruzó de brazos con suspicacia. Tras lo ocurrido en el torneo no podía confiar en otros cazadores, por muy amigos de Rose y Jason que fueran. Antes tal vez la hubieran apoyado, pero podrían haber cambiado de opinión al conocer que era una Salazar.

—¿No tienes miedo?

—No. ¿Por qué? ¿Debería? —Él ladeó la cabeza con una mueca de incomprensión pero no obtuvo respuesta.

—Has venido por los grifos, imagino —cambió de tema Nina.

—¿A ti también te ha enviado el Consejo?

La cazadora asintió y Érik sonrió de nuevo con vivacidad. Estaba claro por qué él y Rose eran amigos.

—Genial, entonces somos compañeros. —Se giró hacia los grifos, que hasta el momento se habían mantenido muy quietos, con sus atentas miradas clavadas en Nina—. Chicos, saludad a vuestra nueva amiga.

Ella se acercó, les habló con voz dulce y se agachó para que la olisquearan. Tras comprobar que no tenía malas intenciones, dejaron que les acariciara. Sus plumas eran tan suaves como el terciopelo y decidió guardarse una para enseñársela a Luang y Kath más tarde. Les encantaría.

Les presentó a Blue y entonces se inició un pilla-pilla por toda la pradera. Con una sonrisa enternecida contempló a las crías mientras corrían. Luego, centró su atención en los adultos, tirados sobre la hierba como un grupo de leonas, disfrutando juntos de su frescor. Un nudo le cerró la boca del estómago. Parecían una manada muy unida, y estaban a punto de romperla.

Suspiró y se cruzó de brazos. En momentos como aquel odiaba ser una cazadora.

—Ojalá no tuviéramos que separarlos —murmuró.

El Legado Salazar II - Esfuerzo y confianzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora