Capítulo 26

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—¿Rainel, nada nuevo? —preguntó Luang inclinado sobre el balcón delantero del catamarán.

A la espera de una respuesta, observó cómo el barco se abría paso entre las olas, cortándolas por la mitad y lanzando al aire pequeñas nubes de espuma. El joven Kelpie no tardó en asomar la cabeza mientras nadaba con la gracia de una sirena.

Aún no, ¡pero seguiré buscando!

El invocador asintió con una sonrisa.

—Gracias.

El potro se zambulló con un alegre relincho, fusionándose con el agua.

Luang clavó la vista en el horizonte mientras hacía visera con la mano para protegerse del sol, pero no apreció nada fuera de lo corriente. Se dio la vuelta y regresó a la parte trasera del catamarán, donde esperaban sus compañeros.

—Aún nada —informó.

Kath y John se encontraban sentados en unos sillones, alrededor de una mesilla y bajo un techo. Al lado y en alto se encontraba Nina, pendiente del timón y de las velas.

—Mi marca tampoco ha dado señales —indicó la cazadora—. Pero los hipocampos son muy escurridizos, así que es normal. Habrá que esperar.

Mientras Luang se sentaba, John sacó un botellín de una nevera portátil bajo la mesilla y se la entregó. Luego, se reclinó en su asiento con las manos en la nuca. Inspiró hondo la salada brisa y cerró los ojos.

—No me parece tan mal la espera, ¿sabéis? Hace un día magnífico. Disfrutémoslo.

Katherine asintió tras darle un sorbo a su propia bebida y su mirada se perdió en los dos regueros de espuma que dejaba el catamarán.

—Siempre había querido montar en barco y nunca había tenido la oportunidad. Es agradable salir de la mansión para esto.

—Podemos tomárnoslo como unas pequeñas vacaciones y nadie se daría cuenta —apuntó John.

Luang sacudió la cabeza con una pizca de desaprobación, pero le dedicó una media sonrisa a su amigo. Se acomodó y abrió la botella.

—Me alegro de que os haya gustado la idea, chicos. Os merecéis un respiro después de todo lo que me habéis ayudado las últimas semanas.

John abrió los ojos y negó.

—Sabes que no es necesario, Nina. Lo hacemos encantados. Queremos que pases tiempo con tus amigos y gente de tu edad.

Aunque había hablado por los tres, Kath y Luang asintieron para mostrar que estaban de acuerdo.

La adolescente les respondió con una ligera sonrisa y se centró de nuevo en guiar el barco, aunque sólo había mar abierto hasta donde alcanzaba la vista.

John suspiró y su mirada se perdió en las pocas nubes que cubrían el cielo.

—Parece mentira que nuestra vida haya cambiado tanto en tan poco tiempo. Apenas han pasado cuatro meses desde que nos unimos al Gremio.

—¿Tan poco? —Kath alzó las cejas con sorpresa.

—Se siente como más, ¿a que sí? —respondió él y sus dos amigos asintieron.

—Ahora no podría imaginarme vivir sin magia —apuntó Luang.

—¿No os arrepentís de nada? —preguntó Nina.

—Bueno... —comenzó John mientras jugaba con la pulsera de trenza en su muñeca—. A veces se hace difícil mentir a la familia y que un doble finja ser tú, pero no, no me arrepiento de mi decisión. Aquella tarde en el callejón, me alegra haberte convencido para que vinieras con nosotros y me alegra haber conocido un mundo nuevo por ello, independientemente del Gremio.

El Legado Salazar II - Esfuerzo y confianzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora