Capítulo 20

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Lo primero que captó fue el rumor de las olas y el roce de hojas de palmera mecidas por la brisa. Sintió el calor de la arena sobre la piel y el sol en la cara. Tan agradable. No quiso abrir los ojos. Prefería no saber si aquello era real.

—«Lo siento».

Al escuchar la voz de Eliaan su momento de paz terminó. Se llevó una mano al pecho con una mueca. Tan frío, tan vacío... Suspiró y abrió los ojos. Se tomó un instante para apreciar el azul impoluto del cielo, sin una sola nube.

—No tienes que disculparte.

—«Aún podemos encontrar una manera, disminuir el precio».

La chica sacudió la cabeza con debilidad y a través de la mano en su pecho captó sus pausados latidos. Incluso si fuera posible, no estaba segura de querer intentarlo. ¿Y si el remedio fuera peor que la enfermedad? ¿Y si por salvar su alma condenaba la de otros?

—No creo que haya técnica alguna capaz de salvarme, al menos, no del todo.

—«Desearía que no fuera así, Nina, de verdad».

Sintió un peso sobre el estómago y bajó la mirada para encontrarse con Blue. Tras analizarla mejor se dio cuenta de que algo había cambiado, la hilera de escamas que recorría su columna se había oscurecido. Quiso alzar una ceja, pero era demasiado esfuerzo.

—¿Y esto?

—«Tu alma sanará, pero la cicatriz será visible en tu esencia».

—¿Y si la herida fuera muy grande?

—«Perderías tu esencia».

Así que podía pasar. Un nudo se formó en su estómago y a su mente regresó con nitidez la imagen del águila de su abuela desapareciendo como el humo. Ella la había perdido... y aún seguía allí. Tal vez hubiera una manera. Tal vez... Sacudió la cabeza. No. No podía seguir por ahí.

El cansancio se apoderó de su mente de nuevo y rompió el hilo de sus pensamientos. Se dejó caer, perdida en el suave vaivén de las olas.


Se despertó en una cama de hospital sin saber cuánto tiempo había pasado y supuso que estaba en el Gremio por el suelo de ámbar

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Se despertó en una cama de hospital sin saber cuánto tiempo había pasado y supuso que estaba en el Gremio por el suelo de ámbar. Se incorporó despacio, con la extenuación pesando aún sobre todos sus músculos. Se llevó una mano al corazón. El vacío continuaba ahí, aunque sordo, apagado, mucho más lejano. Sospechaba que tardaría en desaparecer del todo, si es que lo hacía.

Estaba a punto de bajarse de la cama cuando se abrió la puerta de la habitación.

—¡Nina!

Lily entró la primera y Érik y Sion la siguieron. La chica les dedicó una tímida sonrisa.

—Hola... ¿Cuánto ha pasado? ¿Se han marchado los elementales?

El moreno asintió y tomó la palabra.

El Legado Salazar II - Esfuerzo y confianzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora