mi punto de partida

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Lo que comenzó como un pequeño juego, termino siendo mi peor pesadilla, la primera noche que ocurrió, yo dormía, era más de las diez de la noche, pero lentamente fui abriendo mis ojos al escuchar los pequeños susurros de papá, lo mire algo confundida, porque¿Por qué papá me levantaría si aún era hora de dormir?

Así que le pregunté

–¿que sucede papá?

Una pequeña sonrisa se formuló en sus labios, por un momento quise retroceder, pero el no me haría daño ¿No es así?

–te he traído un regalo alice–susurra acariciando mi rubio cabello, sonrió porque amo los regalos– pero antes¿No quieres jugar un juego?

Fruncí  mi ceño

–¿Un juego?

El asintió aún acariciando mi cabello

–seria tu manera de agradecerme hija

El juego consistía en qué el era un lobo..... honestamente en un principio no comprendí el juego, lo cual el dijo que me explicaría. No quería su explicación. No la quería.

Después de eso, en las noches, cuando todos dormían solía contener el aliento con la esperanza de que él pensara que yo estaba durmiendo. No funcionaba, porque no le importaba si yo dormía o no. Una vez traté de contener la respiración y esperé
que pensara que estaba muerta. Eso no funcionó tampoco, porque ni
siquiera se dio cuenta de que yo estaba conteniendo la respiración.

Así que al ver como el pomo de la puerta dió vueltas, cierro los puños a mis costados, trato de pensar en algún otro plan, pero no lo consigo, escucho como la puerta se cierra detrás de él y escucho sus pasos acercándose. Se sienta a mi lado en mi cama y contengo la respiración de todos modos. No porque creo
que va a funcionar esta vez, sino porque ayuda a no sentir miedo.

—Hola, cariño—dice, metiendo mi cabello detrás de mi oreja—. Te
traje un regalo.

Aprieto los ojos cerrados porque quiero un regalo. Me encantan los
regalos y él siempre me compra los mejores, porque me quiere. Pero odio cuando me trae los regalos en la noche, porque nunca los obtengo
inmediatamente. Siempre me hace darle las gracias en primer lugar y jugar a ese tonto juego.

No quiero ese regalo. No lo hago.

—¿Cariño?

La voz de mi padre siempre hace que me duela el abdomen.

—¿Puedo tener mi regalo mañana, papá? —No quiero que él esté
triste, pero tampoco quiero esa caja esta noche, no lo hago.

Papá me sonríe y cepilla mi pelo hacia atrás. —Claro que lo puedes
tener mañana. ¿Pero no quieres darle las gracias a papá por haber
comprado eso para ti?

Mi corazón empieza a latir muy fuerte y odio cuando mi corazón
hace eso. No me gusta la forma en que mi corazón se siente y no me gusta
la sensación de miedo en mi estómago. Dejo de mirar a mi padre y miro hacia los girasoles pintados en mi pared en su lugar, esperando poder pensar en lo bonitas que
son. Si empiezo a pensar acerca en girasoles y el césped, tal vez eso ayude a que mi corazón deje de latir tan rápido y que mi barriga deje de sufrir tanto.

Trato de contar, pero sigo parada en el número seis. No puedo
recordar qué número viene después de ese, así que tengo que empezar
de nuevo. Tengo que contar los girasoles una y otra vez,  porque no quiero sentir a mi papá en estos momentos. No quiero
sentirlo u olerlo o escucharlo, y tengo que contarlas y contarlas y contarlas
y contarlas hasta que no lo sienta, ni lo oiga, ni lo huela nunca más.
Luego, cuando mi papá finalmente se detiene, pone mi camisón de
nuevo y susurra—: cariño. Buenas noches. —Me doy la vuelta, tiro de las mantas sobre mi cabeza, aprieto los ojos cerrados y trato de no llorar de nuevo, pero lo hago. Lloro como lo hago cada vez que papá me trae un regalo en la noche.

No me gusta recibir regalos.

The Flower That Never Withered Donde viven las historias. Descúbrelo ahora