Prólogo 1

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Dejó caer la botella, y con ello, lo que le quedaba de dignidad por esa noche.

Se levantó como pudo y dando tumbos se dirigió a la puerta de su departamento.

Pero al llegar a la perilla no estuvo muy segura de cuál era el lado correcto para girarla y abrir, así que intentó una y otra vez hasta que se dio cuenta de que necesitaba quitar el seguro de arriba para conseguir abrirla.

Se arregló levemente el cabello y se acomodó la ropa, como si eso pudiera disimular el desastre que estaba hecha después de terminarse casi media botella de vodka.

En cuanto la puerta se abrió, una simpática morena entró como bala al departamento, sin prestarle atención a la desaliñada azabache que con todo su empeño había logrado una tarea tan sumamente difícil como dejarla entrar.

La morena entró sin mirar siquiera a su alrededor y ver el desastre, en cambio, se dejó caer en el sillón de la sala y tiró su bolso a un lado, lista para hablar sin que nadie pudiera detenerla.

—No tienes idea del día que tuve, Marinette, estoy muerta. El camión de la mudanza llegó dos horas tarde y Nino y yo tuvimos que esperarlo, y solo por eso nos perdimos la cena con sus padres. Seguro que su madre debe de pensar que fue culpa mía—dijo mientras se quitaba los tacones—Además no sabes lo cansado que es tener que bajar caja tras caja porque el servicio de mudanza es una burla. Ah, estoy muerta y creo que lo único que quiero es un buen té de manzanilla.

No fue hasta que dejó de hablar que se dio cuenta de que su amiga no estaba en la sala escuchándola y que había un millón de papelitos blancos y de colores tirados por el piso, además de dos botellitas de cerveza y una más grande vodka de fresa.

—¿Qué demonios sucedió aquí?—inquirió mientras se levantaba e inspeccionaba todo el lugar—¿Marinette?

Un quejido la llamó desde la entrada y la morena corrió hasta ella, encontrándose con una Marinette tirada en el piso y recargada contra la puerta.

—Santo cielo, niña, ¿qué te pasó?

—Hola, Alya—murmuró la otra tratando de ponerse de pie y fracasando en el intento—¿Alguna vez has pensado en porqué el vodka de fresa sólo sabe a fresa con alcohol?

No tenía que ser un genio para darse cuenta de que su mejor amiga de toda la vida estaba más que ahogada, y aunque en cualquier otro momento hubiera aprovechado para reírse de ella y tomarle fotos que jamás borraría, sabía por el desastre de la sala que había ocurrido algo serio, algo realmente serio.

Alya la levantó del piso y con todas sus fuerzas la condujo hasta el sofá y la acostó, mientras la otra no podía hacer más que sobarse las sienes.

Le quitó el único zapato que le quedaba y le acarició la cabeza cuando intentó volver a levantarse.

—¿Puedes decirme por favor qué pasó?—preguntó Alya.

Marinette murmuró algo ininteligible y acto seguido se volvió para mirar a su amiga que la miraba confundida desde el reposabrazos del sofá.

—No lo sé—dijo arrastrando las palabras—, yo estaba en el trabajo, luego en un restaurant y ahora aquí.

—Marinette, te conozco lo suficiente como para saber que estás mintiendo.

—No estoy mintiendo.

—Dime la verdad.

—Bueno, sí estoy mintiendo.

—Entonces dime...

Yes, I do.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora