SEIS

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—¿Es aquí?

—Sí.

El chico frenó el auto y acto seguido bajaron raudos hasta la florería.

Era un bonito local cerca del centro, adornado por todos lados con arreglos florales y colgantes de esos que hacen ruido cuando los toca el aire.

Cory odiaba ese tipo de colgantes.

Se aproximaron hasta la entrada y sin dudarlo un solo segundo comenzaron a examinar todas las flores que había a la vista.

La florería parecía un enorme invernadero lleno de repisas y mostradores con cientos de flores y otras plantas en exhibición. Casi podías sentir a las hadas bailando a tu lado o dando piruetas sobre tu cabeza. Y podrían haber disfrutado de esa magia de no ser porque estaban demasiado a las carreras como para prestar atención a esos detalles.

Cory miraba de un lado mientras Marinette recorría el otro, dando brincos y tratando de observarlas todas.

En el auto ya tenían dos bonitos ramos, uno de ranúnculos (qué horrible nombre para una flor tan bonita) rosados, y uno más de peonías. Les habían salido en un buen precio y se veían decentes.

En esta comprarían otros dos y aunque aún no sabían cuáles querían específicamente, estaban más que emocionados por conseguirlos.

Marinette recorría el lado izquierdo de la tienda cuando vio el ramo de calas más bonito que había visto nunca. Pulcras como sólo las calas podían serlo, de un intenso y maravilloso color blanco. Además, el ramo se adornaba con otros brotecitos discretos de alguna flor silvestre que no conocía.

Corrió hasta el ramo y lo tomó con ambas manos como si en ello se le fuera la vida.

Estaban tan bonitas, y lucían tan frescas y apacibles que sabía que Alya las amaría, de modo que corrió con ellas en mano hasta llegar a Cory, que examinaba un par de rosas en colores azulados que le recordaban a una buena fanfic que leyó en algún momento, sobre una cantante y su romance con su representante.

Si veía bien el puñado de rosas azules más brillantes, casi podía acordarse de escenas exactas, pero antes que pudiera empezar a fantasear con ello, una muy emocionada Marinette se colocó junto a él y extendió el ramo frente a sus narices como una niña pequeña.

—Es este—exclamó con orgullo, inflándose del pecho y cerrando los ojos airadamente—, este es el ramo que nos hará ganar.

—¿Nos?

—Es perfecto—soltó ella haciendo caso omiso de que ya lo había incluido en la competencia—tiene todo lo que Alya querría, estoy segura de que ningún otro ramo la haría desear más casarse que este.

—Empiezo a creer que esto no va para nada sano.

—Es este, Cory, sólo míralo—y lo acercó más al rostro del aludido.

Cory soltó una risa gracias a la emoción de su amiga y meneó la cabeza como si esa pequeña azabache no tuviera remedio. Y es que tal vez en serio no lo tenía.

—De acuerdo, ¿entonces llevamos este?—preguntó, recibiendo como respuesta una efusiva sacudida de cabeza en afirmación.

De modo que con el ramo en manos, se aproximaron hasta la caja y se colocaron en la fila.

No había más de tres personas frente a ellos, así que con suerte regresarían al hotel sin que nadie hubiera notado su ausencia.

Mientras esperaban, posteriormente pagaban y abordaban el coche de regreso, Marinette no podía dejar de pensar en lo buena que era su elección y su orgullo interno estaba convencido de que ella ganaría.

Yes, I do.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora