Prólogo 2
Se dejó caer en el sofá, agotado hasta los huesos y dio un sorbo a su juguito de naranja.
Aún no se acostumbraba a tener tan poco espacio para sí mismo, pero tenía que admitir que aquella diminuta casita construida hasta el fondo del enorme patio de su madre, era bastante acogedora.
Es decir, no era su lujosa casa en la playa, con vista directa al mar y el jardín especialmente mágico que tanto disfrutaba, pero tomando en cuenta el declive en que estaba cayendo su vida, suponía que era lo mejor que podía esperar.
Después de todo, sanar las heridas del pasado y empezar de nuevo siempre era un paso difícil, y por primera vez en su acomodada vida, Adrien Agreste, tenía que enfrentarlo.
Encendió el televisor, esperando que lo primero en salir no fuera una mala comedia romántica, porque muy en el fondo sentía que el universo conspiraba en su contra y siempre terminaba saliendo una película de Julia Roberts o Kate Hudson en la que el amor parece algo sencillo.
Y para su mala suerte, Sandra Bullock apareció en su pantalla cantando algo sobre una ventana y una pared. Así que mejor volvió a apagar el televisor.
En cuanto el aparato se puso en negro, la puertecilla de madera de su casa se abrió de golpe y entró una mujer increíblemente hermosa, rubia de piernas largas y un par de ojos que parecían zafiros.
La mujer entró sin decir nada, se quitó el abrigo y encendió un cigarrillo.
—Ami, ¿cuántas veces tengo que decirte que no fumes dentro?—reparó el chico al tiempo que ella lo ignoraba y se sentaba a su lado.
—Papá está volviéndome loca—declaró y dio una calada—, ¿sabes todo lo que quiere que haga para el martes con la empresa? Me está matando de estrés.
—¿Puedes al menos no echarme el humo en la cara?—reclamó él.
—No—dijo ella y le echó el humo en la cara.
—¡Ami-Lynn!—gritó él, haciéndola reír y de paso apagar su cigarrillo.
—Oh, Adriebu, ese hombre cada vez es más impertinente. Casi me fumo una cajetilla el día del estrés en que me tiene.
—Ami, cálmate—rió—, no puede ser tan malo.
A lo que ella respondió entrecerrando los ojos y mirándolo como si fuera estúpido.
A veces él mismo se cuestionaba si en serio lo era.
—Si no es tan malo, entonces puedes ayudarme a redactar todos los informes y de paso hablar con los supervisores de ventas.
—Sé que puedes hacerlo sola—bromeó él antes de que un cojín le diera de lleno en la cabeza.
— ¡Adrien!
En ese mismo momento, una pequeña guerra de cojines se desató en la diminuta sala, y si no hubiera sido porque el teléfono de Ami sonó, ninguno de los dos se hubiera detenido.
—¿Hola?
Adrien la observó mientras ella contestaba, y por un momento se sintió absolutamente feliz por estar de nuevo en casa, fuera como fuese. Y en ese momento no logró recordar las verdaderas razones de porqué se había ido hacía tres años, al terminar la carrera de economista que su madre le había pagado en una de las mejores universidades de París.
Pero por esos instantes, con Ami hablando frente a él, se sintió bien.
—¿Todo en orden?
Ella bufó y colgó la llamada.
—Mi padre quiere que vuelva a la oficina y después tenemos cena con su novia.
—Es casi media noche, ¿quién hace una cena a esta hora?
—Pareciera que no lo conoces—dijo ella tratando de ahogar una risa—, ser desconsiderado es su verdadera pasión.
El rubio se levantó del sofá para poder abrirle la puerta, pero antes de que eso fuera posible, la chica ya estaba sujeta al picaporte, lista para partir.
—Por cierto—dijo antes de salir—, llamó un tal Nino, dijo que no olvides lo de mañana.
Ni quién pudiera olvidarlo, se dijo entre risas, si no había parado de hablar de eso en semanas.
—¿Te veo mañana?—inquirió él dando otro sorbo a su jugo.
—Tendrías suerte si no—respondió ella, sonriéndole de oreja a oreja y lanzándole un beso al aire que él simuló atrapar.
Acto seguido, la chica cerró la puerta detrás de sí y él volvió a quedarse completamente solo.
—Debería adoptar un gato.
Terminó lo que quedaba de su jugo y tiró la caja al bote, sintiendo cómo aún sin caer en cuenta de ello, su vida estaba empezando a cambiar.
—Recuérdalo, Adrien Agreste—se dijo en voz alta frente al espejo—, a partir de mañana, no tienes permitido volver a enamorarte. No más chicas, jamás.
Pero eso no era cierto, y él era alérgico a los gatos.
Acabo de equivocarme de historia, jajajjajajaja. Publiqué esto en Teaching you, perdooooon. Ya, ahora sí voy a poner atención. Perdoooon otra vez.
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Yes, I do.
Fanfiction"-Bueno, creo que no nos queda de otra-dijo batiéndose el pelo. -Ajá-respondió ella. -Entonces...¿aceptas?-preguntó con esa media sonrisa que a ella empezaba a gustarle. Marinette se lo pensó un par de segundos, escudriñando la mano del rubio fre...