6. Lo que esconde tu sonrisa

13 5 2
                                    

- ¡Que molesta que eres! ¿Por qué no entiendes algo tan simple? – era la quinta vez que le preguntaba

- ¡Diego, te digo que no es una buena idea, he leído todo el documento, los accionistas del Centro Comercial Central no necesitan esto!

- ¡Sí sé que sabes leer, pero no veo que te hayas leído los códigos penales, estamos omitiendo una buena defensa!

- ¡Solo no creo que sea necesario!

- ¡Sí te digo que lo es, es porque sé que lo es! ¡Qué terca! – gritó lo último

- ¡No me digas terca, tú eres el que habla sin razón alguna! El señor West me puso a cargo de este importante proyecto

- ¿Te ha puesto a cargo de este proyecto? ¿Se te ha subido hasta la cabeza la fama no? ¡Los dos estamos viendo esto y te hago recordar que yo tengo más años de experiencia en este mercado que tú niña, sé lo que hago! – hizo una pausa recordando molesto una acción de ella - y otra cosa ¡Deja de interrumpir como si fueras escolar, no estás en un salón de clases para levantar la mano cada vez que quieres hablar!

- Lo haré, pero tú también deja de decirme niña ¡Tengo 24 años! – gritó eso último

- ¡Pues actúas como una niña, si no sabes sobre algo solo cállate! Actúa acorde a tu edad

- Sí sé lo que hablo y sabes que el señor West me dijo que podía hablar

- Ya me tienes con las pelotas hinchadas de tanto que lo repites – frotó su cabeza

Esos eran ahora su día a día, peleas, discusiones y gritos. Ya no era más la "sirvienta del señor Diego" ahora estaba en otra posición, ya no debía ir temprano a servirle el café, aunque igual lo hacía, suponía que era por costumbre. Lo bueno es que ahora sí tenía un horario fijo de trabajo y de descanso, sí bien el sueldo se mantenía igual, ahora irónicamente tenía el doble de obligaciones y más aún con aquel proyecto. Desde que el señor West, dueño de la empresa, padre de Diego y padrastro de Liam, le diera a Sabina el reto de solucionar el problema legal del Centro Comercial Central a nombre de la empresa, sus obligaciones aumentaron, debía leer el doble, estar al tanto de todos los procesos que viera Diego, ver rutas de mejora o propuestas y acompañarlo a las reuniones, reuniones que eran eternas y en muchas ocasiones con otros clientes. Todo era complicado y más aún con la terquedad de Diego.

- Sé qué haces bien tu trabajo y reconozco en parte tu ayuda, pero tampoco seas terca y reconoce cuando te equivocas

- Solo no lo veo necesario...

- Llamemos a cualquier otro socio para que vea el caso y verás que lo que digo es verdad, no seas tan terca y reconoce cuando te equivocas, aquí no es que tengas la razón, aquí es velar por el bien de nuestros clientes, sin ellos no somos nada

- No quiero escuchar eso de alguien como tú

- ¿Disculpa? – dijo incrédulo

- ¿Cómo me dices eso con lo orgulloso y testarudo que eres? – contestó aún más molesta

- Esa es mi personalidad tonta, no tiene nada que ver en esto

Le molestaba, pero muy en el fondo sabía que Diego tenía razón, había entrado en el juego de tener siempre la razón olvidando que aún había muchas cosas que no conocía, olvidaba que aún era una practicante y que le faltaba mucha experiencia. Estaba dejando que su inmadurez y sus ganas de vengarse para dejarlo en ridículo la superaran y nublaran su juicio.

La casualidad de querer quererteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora