Capítulo 27

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Maratón: parte II de III


Narra Roma

Ha pasado algún tiempo

William descubrió que yo era la anónima tras las notas y me despidió al instante. Todo lo que supuestamente había florecido entre nosotros se marchitó abruptamente.  Ya no vivo en Filadelfia, me trasladé a Nueva York y él... William se casó. 

Ya no hay nada nuestro.

Es su felicidad y la mía. No es nuestra. 

No hay nada nuestro.


--¡Oh mierda!-- Me reincorporo en la cama con violencia y reviso la hora en el móvil.  1.22 a. m. 

Dios, fue un sueño feo. Bueno, no feo como tal, pero sí desgarrador. Todo el sueño era tan nítido y la cara de William resplandecía de alegría junto a Valerie. Ambos estaban casados y Valerie lucía una barrida gigante ¡Por el amor de Dios! 

Me gustaría pensar que el absurdo sueño no tenía sentido y que tampoco es algo de lo que debería preocuparme ya, sin embargo, tiene todo el sentido del mundo desde hoy en la mañana.

Apenas hice acto de presencia en mi piso de la empresa, noté la impecable cartita blanca reposando sobre una macetero de la esquina. Era una carta de William, no para mí, sino que para ella: para la admiradora.

¿Esto cuenta como infidelidad?

Asumo que la dejó ahí para que ella la encontrara. Seguro que William pensó que ella aparecería tras la pared y la tomaría con cuidado y la guardaría en el cajón de la ropa interior con añoranza. 

La carta no contenía más que un puñado de palabras, pero fueron las suficientes para acelerar mi corazón

No te despidas aún. Pretendo averiguar quién eres

Pero, ¿para qué? Para discutir si hay alguna posibilidad entre la mujer misteriosa y él. Para, cuando se aburra de mí, ella comience a ser la nueva atracción de momento. O, peor aún, para que se terminen casando y empiecen una familia, que durante las navidades usen chalecos de lana roja y que, para una cita, se recuesten sobre una manta vieja  en una playa de noche. 

Roma, ella eres tú.

Pero, maldita sea, él no lo sabe. Es como si fuera cualquier mujer, una mujer que no puedo vencer.

¿Y si ya se enamoró?  ¿Y sí mi plan ya llegó a puerto? ¿Qué voy a hacer si ya se enamoró? No puedo destrozarle el corazón ahora, porque no era el idiota que suponía.

¿Y qué pasará cuándo descubra que soy yo? Me despedirá sin piedad alguna y mi propio corazón, que cada día se aferra más a él, se romperá en trocitos y  quizás nunca se recomponga del todo. Y no podré culparlo, no podría culpar a William, ni siquiera si él no tuviera razón.

Solo sería mi culpa.

Sufriríamos los dos


Noto que mis mejillas están húmidas y me las acaricio con cuidado. Estoy llorando.

Estoy llorando.

¿Y si la que se enamoró fui yo? 

--Lo siento, cariño-- el llanto se vuelve un poco más agitado haciendo que pequeños sollozos lo acompañen--Lo siento mucho, ¿cómo puedo remediarlo, William? 

La Admiradora Del JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora