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Como es costumbre, cuando Refugio despierta después de sus contadas 8 horas de sueño, se queda unos minutos sentada en la cama para cobrar razón, últimamente llevaba mareos por la falta que le hacían aquellos lentes y ahora que estaba recién despedida le costaba comprar. Hacía dos semanas la habían despedido del lugar donde trabajó gran parte de su vida y fue por cometer tantos errores al no mirar bien. En esos momentos ella se encontraba ayudando a su amiga julieta en su tiendita, no era mucho lo que ganaba, pero era para mantenerse en lo que conseguía otro empleo, el cual llevaba buscando durante esas dos semanas, sin embargo, no encontraba nada. Esta vez cumpliría unas horas de trabajo con su comadre Julieta y después iría a buscar trabajo en una tal residencia Ferrer como ayudante para un señor mayor.

La mujer se paró de la cama y buscó entre su ropa, no era la mejor ropa, pero se puso lo más presentable posible para la entrevista que tenía en 4 horas. Antes tenía que ir a ayudar a su amiga a abrir la tienda. Refugio se dirigió a su cocina que se encontraba cerca de su comedor, en este estaba nachito, su hijo menor, tomaba desayuno tranquilamente con los ojos medio cerrados ya que él igual tenía que ir temprano al taller donde trabajaba.

—Nachito, hijo sabes que no me gusta que trabajes horas dobles.

—Ay mamacita chula, no la había visto— la miró y enseguida se paró de su silla para regalarle un beso en la cabeza.

Nachito en ese momento era el único que tenía buenas acciones con su madre pues desde que su hermano entró a estudiar y se graduó, había hecho su propia vida alejándose completamente de su madre; sin embargo, cada que su hijo Patricio la iba a ver, las cuales eran muy pocas, Refugio terminaba llorando por los juicios de este, reprochándole cada segundo lo mediocre que era por ser pobre.

—Considera lo que te dije. Primero Dios consigo empleo y ya no tienes que trabajar doble. No me gusta verte tan cansado.

—Si Patricio nos ayudara en algo, sería diferente.

—No, no critiques a tu hermano por favor.

—Pero es verdad, Mamá. Repetía tantas veces que nos ayudaría a salir adelante pero sólo huyo de los problemas, tomó el camino fácil y se fue con una familia riquilla.

—Yo no voy a hablar sobre eso, sólo te digo que nosotros no somos problema de tu hermano.

Después de desayunar solamente un café y pan dulce partió rumbo a la tiendita de su amiga, salió apurada de su vecindad, caminaba rápidamente pues se le había hecho un poco tarde, la pobre mujer no se fijó en una piedra en el camino y se tropezó cayendo al suelo bruscamente, Refugio no vio a nadie alrededor, entonces se levantó rápidamente, gracias a Dios todo estaba bien, la ropa se había manchado poco, el problema era otro, su zapato plano se había roto este tenía la azuela despegada, aún así Refugio siguió caminando de prisa para llegar con su amiga. Cuando llegó esta ya había abierto.

­—Perdóname, comadre ¿Vas tú a creer que me caí? Mira mi zapato—Le mostró el zapato roto.

—Ay mi Refugio ¿Estás bien?

—Pues sí, pero saliendo de aquí tengo una entrevista de trabajo. —Dijo inquieta.

—Mira, tú no te preocupes yo ahora te presto unos.

—No me van a quedar tus zapatos, ahora lo arreglamos. Déjame te ayudo acomodando estos bolillos— Titubeó y rápidamente se dirigió al estante.

—Sí, mira acomódalos horizontales para que quepan todos. —Explicó la mujer, desviando la vista hacia un auto negro lujoso que se había estacionado en la puerta del puesto.

Refugio de igual manera se percató de tal auto y ambas miraron extrañadas, era raro que un auto tan lujoso como aquel estuviera por esos rumbos. Un hombre se baja del auto; con la barbilla en alto, lestes oscuros y traje negro perfectamente planchado, era Dionisio quien entró a la tienda y que quitó los lentes oscuros, miró a las dos mujeres con la cara seria que siempre traía.

FUEGO ARDIENTE  [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora