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¿Creen en el destino? Un destino que ya estáescrito y que no puede cambiar porque simplemente existe y está ahí funcionando en el universo. O el destino que es la construcción de las acciones que tomas cada segundo de tu vida, atados a la suerte o casualidades del tiempo y espacio. La situación que se encontraban parecía una película que pasaba en cámara lenta, la realidad es que al tirar la moneda no se tardaba ni dos segundos, sin embargo, ese segundo y medio fue suficiente para sembrar una tensión desquiciada; Refugio tenía miedo, miedo a que si perdía lo hiciera mal y que Dionisio dejara de verla igual, ella no se sentía lista. Pero la realidad era que uno siempre le tiene miedo al lo que no conoce, ella desconocía lo que pasaría; los pensamientos, las acciones y reacciones que no estaban a su alcance y no podía controlar.

El hombre atrapó la moneda en su mano, encima puso la otra y miró a Refugio; ella estaba tan seria. Alzó la mano y observó el contenido, el sonrió y alzó una vez más la vista para verla, su expresión no cambió; la mujer analizaba ese 10 que veía en la moneda. Mirarlo a él sonreír por su triunfo sólo la puso más nerviosa. Su mandíbula se tensó y comenzó a jugar con sus labios mordiéndolos internamente.

—Perdiste, señora Chavero.

—Estás loco si crees que haré eso.

—¿Por qué? Sólo tienes que ponerte esto—alzó las prendas—y bailarme, ya luego pasará lo que tenga que pasar.

—No sé bailar, no sé moverme de forma sensual como sé que esperas. No vas a ver nada sensual en mí o mi cuerpo.

—Refugio, escúchame—tomó su rostro entre sus manos tibias—eres perfecta para mí, así como eres. Me encantas completamente; cada parte de ti. No dudes de eso porque es lo que menos me importa, sólo con sentirte a ti es suficiente.

—No soy como las demás, aquellas mujeres con las que haz estado con cuerpos perfectos ¿Qué es lo que te gusta de mí? —preguntó en un susurro con sus ojos cristalinos brillantes.

—No se trata de eso; adoro tu calor, la forma en como me miras ¿No te das cuenta? No me importa nada de eso; así me gustan tus senos pequeños, tus piernas delgadas y tus caderas frágiles; todo eso es perfecto en ti, mi flaquita. —besó sus labios y la abrazó.

Ella enredó sus brazos en él y soltó sus lágrimas retenidas, fueron pocas y después de unos segundos de abrazo lo miró y le sonrió de forma tímida. Había sentido cada palabra, jamás nadie le había dicho algo parecido, se estremeció y su ritmo cardíaco aumentó, su piel se erizó.

—No tienes que hacerlo, no bailar de forma sensual si no quieres, pero podemos bailar de otra forma ¿Qué dices? — le regaló una sonrisa cálida para que aquella mujer se sintiera más segura.

—Está bien.

—¿Vas a usar esto?

—Sí, pero, si quieres bailar conmigo tenemos que estar parejos.

—¿Ah sí?

—Sí, señor Ferrer ¿Me acompaña? —Le preguntó haciendo una expresión entre pícara y tierna.

Para Dionisio fue sorprendente su actitud con Refugio, había sido comprensivo y sobre todo le había dicho algo que realmente sentía, cosa que jamás expresó con alguien; desde luego ella le provocaba cosas que nunca creyó, con mirarla a los ojos entraba en una conexión extraordinaria y su pecho se comprimía y lo único que quería hacer era encerrarla en un abrazo tan fuerte de esos que no soportaría un cuerpo. La quería tanto y eso le aterraba porque no sabía como controlar todas esas olas que tenía en el cuerpo y alma. Era todo tan extraño cuando intentaba ver la realidad y no la encontraba, sólo estaba ella ¿Qué le había hecho? Él no lo sabía, pero estaba encantado con su ternura, con su dulzura, amabilidad, empatía, sensatez, todo.

FUEGO ARDIENTE  [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora