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Chavero se levantó de la mesa con firmeza y miró con recelo a su hijo colocándose una mano en la cadera.

—¿No me vas a decir?

La mujer volteó agarrando un trapo inconscientemente jugueteando con él, estaba nerviosa; no quería mentir, pero la verdad era bastante delicada. Sin embargo, con esa acción que había hecho otorgó la razón.

—Perfumes, joyas, lentes… ¿Qué es lo que hay ahí? —cruzó los brazos y suspiró—, no voy a juzgarte, pero quiero entender

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—Perfumes, joyas, lentes… ¿Qué es lo que hay ahí? —cruzó los brazos y suspiró—, no voy a juzgarte, pero quiero entender.

Chavero miró a la nada e inhaló aire para llenarse de valor, dio la media vuelta y retó con la mirada a su hijo, se mojó los labios. Estaba lista para hablar. Exhaló.

—Está bien. ¿Quieres saberlo? Te lo diré. Fue una aventura y sí hubo algo más que ser dos personas conocidas. No tienes que saber más detalles.

—Pero… ¿Cómo?

—Sólo pasó, así como pasa todo en la vida; tan espontánea e injusta. Pero ya está todo terminado.

—¿Por qué terminó?

—Porque fue algo que nunca tuvo que pasar. —Expresó. En la última palabra su voz se desbalanceó.

Cruzó el lugar con pasos apresurados metiéndose a su habitación. Se encerró tomando aire con dificultad; ponto sus ojos se volvieron rojizos envolviéndose en una capa húmeda, se miró las manos con el obsequio de Ferrer envuelto en las mismas y las puso contra su pecho.

—¿Por qué me duele el hecho de ya no volverte a ver? —susurró mientras cerraba los ojos dejando caer sus saladas lágrimas.

Se recostó en su cama y llamó a Julieta, lo que estaba sintiendo sabía que no era normal, necesitaba llamar a su amiga. Con una mano sostenía el celular y con la otra miraba ese collar.

—Quiero que me digas que hacer.

—¿De qué me hablas? ¿Estás bien?

—Definitivamente, Julieta. Me enamoré. —confesó en un sollozo.
—Eso ya lo sabía. Pero era mejor que no te dieras cuenta ¿Qué harás?
—No haré nada. Se fue y es lo mejor, el problema es sólo mío. Me enamoré sola.

—Lo siento…

—Yo también lo siento. Y no quiero sentirlo más, sé que va a pasar.

—Un clavo saca a otro clavo. —pronunció su amiga de la nada.

—¿Qué dices?

—Es una posibilidad para apresurar el dolor.

—Estás loca—sonrió. Se encontraba más tranquila al hablar con una amiga.
El jueves llegó rápido, pintando los cielos de un azul intenso, se notaba como el invierno se acercaba con lentitud, en las tardes la temperatura bajaba considerablemente. El notario llegó puntual a la Residencia, Bárbara ya estaba ahí junto con Bernarda; el embarazo ya se le notaba un poco, y todo el tiempo se acariciaba el vientre, la idea de tener un bebé le llenaba de alegría. Bernarda parecía estar normal a comparación de días anteriores, lo superaba poco a poco a pesar de sentirse sola en esa gran casa; estaba disgustada con Dionisio por haberse ido, no escuchó sus razones, ella sólo quería que él estuviera con ella. Al final se gritaron y Ferrer salió aporreando la puerta; al estar fuera del lugar se había sentido más libre.
Habían pasado 10 minutos y el hombre no llegaba, la gente lo esperaba en la sala tomando un café, pero Bernarda ya se empezaba a estresar por lo que movía las manos con ansiedad; quería saber lo que decían esos papeles.

FUEGO ARDIENTE  [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora