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En la penumbra se encontraban dos cuerpos agitados tan cerca uno del otro, que podían sentir cuando sus pechos subían y bajaban por su entrecortada respiración.

La mano de él que se encontraba en el cuello de la mujer permanecía ahí y cada vez iba siendo menos presión la que ejercía en hombre contra ella. Prontamente su mano libre se iba deshaciendo del saco de la mujer, por su hombro recorrió aquel saco negro que de un jalón cayó al piso; Chavero cerró los ojos al escuchar la tela cayendo, nuevamente estaba en ese laberinto del cual no quería salir. Sus manos se encontraban posicionadas en los bíceps del hombre, bajaron lentamente a propósito para acariciar sutilmente los brazos del mismo; hasta que una de sus manos logró tocar la mano de Dionisio que tenía en su cuello y la otra llegó entrelazando sus dedos, Ferrer al sentir la mano de Refugio entrelazando sus dedos con los suyos la llevó hacía arriba para ser más dominante.

—Esta noche no la vas a olvidar nunca, señora Chavero.

—¿Qué hará ahora conmigo? —masculló entre su vaga respiración.

—Te haré arder como el fuego, el fuego ardiente—susurraba en oído de la mujer, ella no podía negar que siempre que él le hablaba con esa voz tan grueso, algo sentía entre las piernas, como una corriente viajando con velocidad.

Dionisio había bajado sutilmente la mano por el cuello de la mujer llegando hasta el primer botón de su camisa, comenzó a deshacerse de ellos, abriendo por completo la camisa dejando a la vista el brassier negro de la mujer; Dionisio no se esperaba algo sexy, creía incapaz a Refugio de ponerse algo así y había atinado pues el sostén de la mujer era simple, pero no desagradable para los ojos de aquel hombre. Enseguida desocupó sus dos manos, las mismas se encargaron de quitar por completo la camisa bajando por los brazos quietos de la mujer quién sólo miraba como Dionisio la desvestía, no repelaba ni se oponía a nada, no tenía caso porque al final pasaría.

De un jalón Ferrer puso a la mujer de espaldas contra el vidrio de la ducha, muy cerca a la entrada de la misma en donde el agua corría aceleradamente. La había puesto de espaldas a él, colocando los brazos de la mujer a la altura de su cabeza, entonces comenzó a abrir el cierre de su falda que se encontraba a un costado y cuando llegó hasta el final de un arrancón la bajó completamente, ahora ella estaba sólo en ropa interior. Con una de sus grandes manos Ferrer acariciaba la espalda de Chavero, muy cerca del broche de su sostén, con su dedo comenzó a hacer círculos en su espalda, la piel de Refugio comenzaba a erizarse provocando en Ferrer una sonrisa perversa; sin tapujos abrió el broche y deslizó las mangas como lo había hecho con el resto de la ropa de la mujer, luego colocó nuevamente sus manos por arriba de su cabeza en contra del vidrio de la ducha. Ahora sólo faltaba algo más por quitar. Ambas manos de Ferrer estaban junto las de Refugio, las sostenían para que no las bajara, pero luego el hombre comenzó a recorrer sus manos al mismo tiempo, bajaba por sus axilas y llegó a la par de sus senos, nos cuáles tomó entre sus manos, cabían perfectamente ahí y siguió deslizando por la cintura hasta las caderas, su piel era tan suave, pensaba; Ferrer doblaba las rodillas hasta que se hincó, acercó la cara lento hacía las nalgas de la mujer aún cubiertas por las bragas, entonces con los dientes agarró una parte y empezó a bajar, desprendiéndose de ellas por completo. La mujer estaba completa mente desnuda.

Ella sentía cada caricia que le hacía estremecer, un frio recorría su piel mientras entre sus piernas ya había algo que ardía, era asombroso como era que ese hombre la pusiera así, perdía completamente el control; sólo se dedicaba a sentir y disfrutar.

De los labios de Ferrer salió una risa triunfadora ronca, entonces se levantó admirando la posición y  desnudes de Chavero, entonces dejó caer su toalla, no llevaba nada debajo de ella, entró a la ducha colocándose frente al vidrio donde estaba la mujer, se veían frente a frente y sólo un vidrio los separaba, Refugio bajó la mirada y observó el miembro ya duro del hombre, entre abrió los labios dejando escapar un poco de aire del cual le hacía falta; de un lado Ferrer la tomó del brazo adentrándola a la ducha, hasta que ambos entraron completamente y el agua pudo recorrer sus cuerpos desnudos.

FUEGO ARDIENTE  [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora