722 N Elm Dr

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—¿Cómo te sientes al respecto, Michelle?—

—feliz, muy bendecida en realidad— dediqué una sonrisa para los señores Menéndez. Estaba demasiado sorprendida con el resultado de la competencia. Lo había logrado, había obtenido la beca completa en la UCLA.  Inmediatamente la competencia terminó, el señor y señora Menéndez se ofrecieron a llevarme al hotel donde me hospedaba para que, junto algunos de sus hombres me ayudaran a empacar y subir mis cosas al carro de la pareja y de ahí irnos a su casa, o mejor dicho, mansión. El señor Menéndez era un importante ejecutivo cubano en el mundo del entretenimiento y gracias al servicio que daba había conseguido ganar millones, tanto como para comprarse esa vivienda tan impresionante.

Miré por la ventana del auto, colores rosas y anaranjados pintaban en el cielo como el primer día que había llegado a California, ¿Acaso todas las tardes aquí son así? Porque en ese caso tendré que quedarme siempre. Una vibración en mi mano interrumpió mis pensamientos haciendo que mi vista se posara en el lugar de donde provenía el sonido. Mi celular, mi celular estaba vibrando dejando ver a mi padre en la pantalla de esta.

—disculpen, voy a hacer una llamada—le dije a la pareja que platicaba sobre algo.

—está bien, cariño—respondió la señora Menéndez y acto seguido acepte la llamada entrante.

—“¡hija, como haz estado. Apenas nos vamos dando cuenta de que ganaste la beca!”—mis padres hablaban animadamente del otro lado del teléfono. Mis ojos se aguadaron al oír sus voces y las lágrimas no tardaron en rodar sobre mis mejillas. Los extrañaba como a nadie más en la tierra.

—h-hola ma, hola pa ¿Cómo están? Los extraño mucho— respondí como pude, intentado no llorar más o sollozar.

—“muy bien y esperamos que tú también, pero dinos ¿Cómo fue toda la cosa de la competencia y la elección?”— eso calmó un poco mis lágrimas y al instante que terminaron de hablar comencé a contarles absolutamente todo, mis sentimientos, emociones, mi presentación, la de los otros alumnos, y para finalizar, mi elección.

***

—claro, nos vemos, ¡Bay!— le di al botón color rojo de colgar y la llamada terminó. Suspiré cansada pensando en ellos, me emocionaba más verlos que haber obtenido esta beca. No era una malagradecida, estaba también muy feliz con esto que había ganado, pero el no ver a mis padres por más de cinco años me dañaba un poco.

—no sabía que hablabas español— se dirige hacia mí... En español igualmente. Mis cejas se levantaron en sorpresa.

—yo tampoco sabía que usted hablaba español señor Menéndez— una risita salió de mis labios y del de ellos  también. Me explicaba que sabía por haber estado sus primeros dieciséis años de vida en su país natal, Cuba. Su esposa también hablaba español, aunque con un acento un poco raro y alguna que otra palabra mal dicha, pero no importaba, igualmente podría entablar una conversación completa en español con ella y las dos nos entenderíamos.

Los tres estuvimos hablando muy entretenidos que ni siquiera nos dimos cuenta de que ya habíamos llegado, bueno, yo y la señora Menéndez no nos dimos cuenta hasta que su esposo nos avisó.

“722, N Elm Dr, Beverly Hills, CA 90210, EE. UU."

Una gran mansión se presentó ante mis ojos. Quedé embobada con aquella hermosura de casa. Era enorme y demasiado deslumbrante, puedo hasta asegurar que por adentro iba estar mucho mejor. La pareja me dijo que bajara, no tenía que preocuparme por mis cosas, los hombres de ellos se encargarían de todo. Cuando ya estábamos en la puerta, uno de sus guardaespaldas se encargó de abrirla por nosotros y  cuando me abrí paso dentro de la casa quedé anonadada. Era magnífico lo que estaba viendo, todo gritaba “dinero” en aquél lugar. Nunca en mi vida había estado frente algo muy costoso, la casa donde vivía en México, dónde pasé mis primeros doce años de vida, era muy humilde. La casa donde habitaba en Texas era, según este país, una casa de clase baja, pero en comparación a la de México, esa casa era una de primera.

—sus cosas estarán en su cuarto, señorita—el mismo guardaespaldas que nos había abierto la puerta se dirigió hacia mí. Estuve a punto de articular un 'gracias' pero el señor Menéndez me interrumpió.

—está bien, Michael. Puedes irte ya—el hombre asintió con su cabeza y a paso rápido desapareció del lugar.

—tu habitación se encuentra arriba, es la tercera puerta de la derecha. Si quieres puedes ir a verla— la señora Menéndez me dedicó una sonrisa.

—claro—dediqué una sonrisa para ella igualmente. Ya me había dado la vuelta para irme pero volteé de nuevo hacia ellos, juntándonos a los tres en un abrazo.

—gracias... Por todo. En serio muchas gracias— estaba eternamente agradecida, a través de ellos me había ganado la oportunidad de mi vida y no estoy para nada dispuesta a desperdiciarla. Me separé de ellos y sin más, corrí hacia mi nueva habitación. Una vez que llegué a mi puerta, la abrí dejándome ver lo que había en ella. Era totalmente blanca, una ventana gigante en la pared detrás de la cama igual de grande para mí sola, un balcón que daba a una vista hermosa en la parte derecha del cuarto, un armario enorme, mi propio escritorio, tenía de todo en aquél lugar. Me encantaba, simplemente me encantaba y no podía dejar de verlo.

—hey ¿Qué mierda haces aquí?—.

[Espera, aún te necesito] #EmndzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora