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"Corre"

"No te pares"

"Sigue corriendo"

"¡Vamos!"

La chica aceleró el ritmo al que corría, forzando sus piernas al máximo, intentando atravesar aquel bosque lo antes posible. Saltó para salvar rocas y troncos caídos, y se agachó para esquivar las ramas que se interponían en su camino. Pero las pisadas que escuchaba a su espalda, cada vez más cercanas, la pusieron nerviosa.
Le dolían las piernas y los brazos, cubiertos por cortes superficiales, la mayoría causados por las ramas de los árboles del bosque, y la cara le escocía, debido a la herida que tenía en el puente de la nariz, un corte reciente y profundo del que no dejaba de salir sangre.
Se giró ligeramente, sin disminuir la velocidad a la que corría, y miró entre asustada y sorprendida el gran número de hombres, vestidos de blanco y armados hasta los dientes, que la seguían. Aquello le dio la fuerza necesaria para correr aún más rápido. Se giró de nuevo hacia delante, pensando únicamente en escapar y llegar al otro lado del bosque, aunque era a primera vez que estaba allí, y no conocía el lugar. No sabía si habría algo al otro lado, solo deseaba llegar.
Otra rama volvió a cortarle la mejilla, y sus pies tropezaron en el desigual terreno, haciéndola perder el equilibrio y caer por el precipicio que se abría ante ella. La joven intentó agarrarse a una de las ramas más largas del árbol que crecía peligrosamente cerca del borde, pero se escapó entre sus dedos.
Los marines se asomaron al borde, observando a la muchacha caer. Algunos se asustaron, otros lanzaron exclamaciones de asombro, y otros dispararon contra ella, intentando matarla antes de que cayera al mar. Pero ninguna de las balas alcanzó su cuerpo.
La chica cayó sobre la dura y fría superficie del mar, e intentó nadar, en contra del dolor que sentía, pero ni las piernas ni los brazos respondieron a sus ruegos. Sus ojos comenzaron a cerrarse, pero poco antes de perder por completo el conocimiento, sintió una cálida corriente de agua, y una acogedora presencia la envolvió. Se obligó a abrir los ojos, y descubrió una suave y brillante superficie escamada, blanca con destellos morados. Incapaz de mantenerse despierta más tiempo, acabó perdiendo la consciencia entre aquellos brazos que la mecían con delicadeza.

La presencia que había salvado a aquella muchacha la llevó hasta una de las orillas de aquella misma isla. Tiró de ella, dejándola tendida sobre la arena, deseando que el grupo de personas que había por allí no tardara en encontrarla. Al menos que lo hicieran antes que los marines de la isla.
Por suerte, uno de los integrantes del grupo vio las dos figuras que se dibujaban sobre la arena, y caminó rápidamente hacia ellas. Pero la salvadora volvió a zambullirse en el agua antes de que llegara. El enorme ser, que no era humano, sino un oso, uno polar, vestido con un mono naranja, se acercó a la joven y se arrodilló a su lado en la arena. Acercó una de sus enormes pezuñas y palpó con una suavidad y delicadeza casi imposible de imaginar en un animal de su tamaño la mejilla de la muchacha.

-¡Bepo! –gritó una voz masculina, procedente del grupo del que se había alejado el oso-. ¿Qué haces allí? ¡Nos vamos!

Pero el enorme animal no se movió de su sitio. Se mantuvo unos segundos más al lado de la joven, hasta que se inclinó y la cogió con cuidado.
Con ella entre sus grandes brazos, manteniéndola protegida con su enorme cuerpo, se acercó al grupo, caminando con paso lento y seguro a través de la playa, y sin perder de vista su frágil carga.

-Capitán, esta chica... estaba en la orilla –dijo el oso sin apartar los ojos de la chica.

-¿Qué? –repuso el joven que había gritado momentos antes.

Aquel chico, de pelo negro parcialmente oculto bajo un gorro de aspecto cálido, miró a la chica con sus penetrantes y profundos ojos grises, marcados por las ojeras.

Traff's lil headacheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora