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El capitán, encaramado en la cabina de su nave, observaba la tranquilidad del mar, que ondeaba con suavidad al compás de la brisa, creando suaves dibujos sobre su superficie.
Hacía días que no daba la orden de sumergirse en el mar, tantos como días hacía que la joven no estaba con ellos. De alguna manera sentía que, al mantener el submarino en la superficie del mar, aún estaba con ellos...

Recordó las conversaciones que tuvo con ella, intentando la joven convencer al capitán de cambiar el submarino por un barco. Pero él no quería, se negaba a ello.
Pero, por no escucharla, emergían, siempre que podían, del fondo del mar, para navegar por su tranquila superficie, contentando a la joven peliazul, que parecía recuperar la calma en su desesperanzada mirada.

Por eso Trafalgar aún no sentía con ánimos de volver a sumergirse. Sería como admitir que la habían perdido para siempre. Y nadie de la banda se resignaba a aceptarlo. Habían aprendido a disfrutar de la brisa, de la humedad del mar, y todo gracias a ella. Y sentir aún todo aquello les hacía recordar a la joven, y creer que aún se encontraba allí, con ellos.

Cada uno de ellos había notado que Juvia se había llevado una cosa de ellos, que quizás antes no habían sabido apreciar, pero que en aquel momento les hacía sentir menos vivos. Shachi echaba de menos sus conversaciones sobre explosivos y demás herramientas, Penguin alguien que le escuchara, Bepo alguien que le ayudara a llevar a cabo sus fechorías, Trafalgar a alguien con quien discutir... Pero sobretodo, lo que el capitán más echaba de menos, eran las risas que se escuchaban casi a todas horas, originadas siempre por la joven peliazul. Ella había convertido aquella embarcación en un verdadero hogar pero, al irse, el submarino parecía más vacío que nunca.

Y además Garuna estaba insufrible. Y lo pagaba con Trafalgar. La sirena aún no podía creerse que la chica se hubiera ido. Por todas las guardianas es sabido que son capaces de notar el nacimiento de cada uno de los integrantes de la banda, y Garuna fue capaz de sentir el de Juvia tan fuerte como el nacimiento del capitán. Pero se había ido, y no por culpa de Trafalgar, por lo que no podía echarle la culpa a él. Y con la partida de la joven, había dejado incluso de sentirla. Era como si ya no perteneciera a la banda, aunque en realidad no lo hubiera sido nunca, al menos de manera oficial.

Toda la banda estaba sumida en sus tareas, pero Trafalgar no tenía ganas ni de bajar a la sala de mando. Se había tirado casi todos aquellos días subido en la cabina, mirando el mar. Sabía que en algún momento tendría que volver todo a la normalidad, y volver a capitanear su banda como era debido, o no tardarían en ser atrapados. Pero en aquel momento no tenía ganas de nada.

Y Garuna era capaz de saberlo. Lo sentía, y su estado de ánimo se le contagiaba a la guardiana, que se asomaba cada día al submarino, para observar al capitán encaramado en lo alto de la cabina, antes de suspirar y volver a sumergirse en el mar.

***** ***** *****

No sabía cuánto tiempo llevaba allí. Días, eso seguro. Pero no sabía cuántos. Los suficientes como para sentirse desfallecida por la falta de alimento, pero no tantos como para que se le curaran las heridas por completo.

Llevaba todo aquel tiempo encerrada en una celda de amplios barrotes, de la que la dejaban salir de vez en cuando para trabajar en la enorme mansión a la que la habían llevado.
Allí había más gente como ella, que habían sido atrapados o comprados, y que ahora trabajaban como esclavos.

Después del encontronazo con Vergo, el vicealmirante la llevó a aquel extraño lugar en el que vivían... humanos... pero con las cabezas cubiertas por cápsulas aprovisionadas con su propio aire, ya que esos... seres... no querían respirar el mismo aire que las demás personas. Se consideraban superiores a todos ellos, pudiendo hacer con los humanos lo que quisieran, ya que el Gobierno Mundial no les pondría un dedo encima, por ser los creadores de la organización. Por ello los Tenryuubito vivían en la zona más segura de todo el Grand Line, y eran tratados como una raza superior a los seres humanos, pudiendo esclavizar a tantos de ellos como quisieran, o incluso asesinarlos, como ya había visto Juvia hacer en alguna ocasión en el castillo.

Traff's lil headacheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora