Capítulo 4:

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Cojo el maletín y miro por última vez a mi hermana, que está hablando por teléfono.

-Te quiero Mai!

-Y yo ranita! - escucho antes de cerrar la puerta, me había llamado ranita igual que cuando eramos unos canijos.

Nuestros padres se quedaron en España, al principio no les gustó mucho que nos fuéramos tan lejos pero ya con los años se han ido haciendo la idea. Solemos ir cuando podemos a verlos, la última vez fue el año pasado, no me atrevo a ir de momento. Les puse la excusa de que había mucho trabajo y que no podía cogerme unas vacaciones pero en el fondo era por que no quería patearme todo Madrid buscando a una chica con ojos azules.

A la vuelta de ese viaje fue cuando la vi por primera vez y se me clavo esa mirada en el fondo. Recuerdo como miraba nerviosa al tocarle sentarse en la ventana se podía oler su miedo a kilómetros. La primera vez que escuche su voz, pidiéndome por favor que la cambiará el asiento, solo tenía ganas de achucharla y decirla que íbamos a llegar a nuestro destino sanos.
Quién me iba a decir a mi que unos meses después iba a acabar en el mismo concierto con ella y después en la misma cama.

Mientras paro en el semáforo busco la canción que llevamos tatuada en las muñecas, bravo Hugo eres un verdadero masoquista.
Aunque habíamos bebido mucho, recuerdo más cosas que ella de aquella noche. Su risa contagiosa provocada por las cosquillas de la máquina tatuadora, como se burlaba de su hermano mientras esté la repetía que estaba loca. Como corríamos cual niños por las calles oscuras de Estocolmo, como se tropezó al buscar la luna, decía que seguro aquí se vería aún mejor que en Madrid. No hubo suerte ya que estaba nublado y acabó besando el suelo.

Escucho como pitan detrás mía, mierda de había puesto en verde y yo soñando. Siento por mis mejillas las lágrimas provocadas por los dichosos recuerdos. Pero necesito recordarla para poder dejarla marchar.

Después de otro ataque de risa provocado por su romance con las baldosas, acabamos abrazados recuperando la paz. No estaba en mis planes que pasará todo eso en una noche. Pero cuando nos separamos un poco no pude aguantarme más para probar sus labios. Al principio eran solo toques inocentes pero en un momento todo parecía quemarme por dentro y quería tirarme lo que quedaba de noche besandola.
Tras minutos eternos besándonos y acabar atrapada entre una pared y mi cuerpo nos separamos al escuchar como alguien nos gritaba que nos fuéramos a un hotel.
Al principio nos asustamos pero luego vimos que era su hermano con una chica que iban muy acaramelados. Como era de esperar otro ataque de risa ahora eramos cuatro personas por lo que el jaleo era mayor y acabaron tirandonos agua de los balcones.

Meto mi tarjeta para poder acceder al parking privado del hospital. Mi imagen en el retrovisor era horible pero una pequeña sonrisa se me escapaba al recordar todos los ataques de risa de ese 5 de diciembre.

Aparco en mi sitio y mando un mensaje en el grupo que ya estoy subiendo para la cafetería. Me limpio los restos de agua de mis mejillas y recojo mi abrigo y el maletín para después bloquear el coche y darle comienzo a otra semana más.
Lo bueno que hoy tenía turno de mañana así para la hora de comer ya estaría libre y me podía echar una reparadora siesta.
En el ascensor aprovecho para mandar al grupo de mi familia como todos los días, un mensajito para que sepan que estoy bien y que les quiero mucho. Para navidades había hablado con mi hermana comprarles los billetes y que se vinieran aquí, así conocerían nuestra nueva casa, nuestra vida y seguramente se quedarían más tranquilos.
En los años que llevo aquí por una cosa u otra no hemos podido traerlos pero ahora ya no hay escusas.
El móvil me vibra y veo como mi hermana también ha contestado y ha mandado una foto suya en el aeropuerto con su gigante mochila.
Entró en la cafetería y veo a Anaju  esperándome en la mesa de siempre.
-Buenos días reina.

~Pinceladas en el alma ~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora