Capítulo 8

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El abuelo bajó por los escombros para intentar ayudar a los heridos y varios conductores más lo siguieron. Yo no sabía qué hacer. Estaba en shock por lo que había presenciado. Una voz en mi cabeza me decía que tenía que ayudar, pero estaba paralizado del miedo. Fue mi amigo Josh quien me hizo reaccionar.

- Eh, ¿estás bien?

No sabía que decirle. Lo que acababa de ver me había recordado todo lo del accidente y pensé que iba a repetirse la historia, solo que esta vez no iba a sobrevivir nadie. Tenía que serenarme.

- Si, solo es que esto me recordó aquella noche, pero ya estoy mejor.

Salí del coche y me acerqué al agujero que antes era el túnel del metro. Había muchos coches en el hueco. Algunos de ellos estaban ardiendo. También vi el camión de combustible ardiendo a pocos metros de donde había parado el derrumbe. Vi que el abuelo sacaba a una mujer que había quedado en su coche. Había mucha gente caminando entre los escombros. También vi que había algunos policías buscando supervivientes entre los escombros junto con otros voluntarios. Empecé a bajar para intentar ayudar al abuelo. No sabía cómo lo estaba haciendo. Supongo que quería superar lo que había vivido, pues ya hacía tres años y estaba decidido a dejar lo que había vivido en el pasado. Me acerqué al abuelo, que estaba ayudando a una mujer a salir de un coche que estaba volcado boca abajo y le dije:

- ¿Puedo ayudar?

El abuelo se giró. Parecía sorprendido por verme ahí, en medio de todo ese caos. No sabía que decirme.

- Ayúdame a sacar al bebé del coche, yo no llego hasta él.

Me colé por la ventana del piloto y me acerqué al pequeño. Estaba llorando, pero no tenía ningún rasguño. Le intenté quitar el cinturón, pero estaba atascado. Entonces me acordé de que llevaba conmigo la navaja multiusos que era mi padre en el llavero de las llaves de casa. Saque la navaja y corté el cinturón. Cogí al bebé en brazos y se lo di a abuelo por la ventana. Fui a por algo blando para poder posar al bebé en algún sitio, pues era casi imposible sacar la silla del coche, pues el techo estaba medio aplastado. Vi un par de maletas un poco más adelante. Había un hombre y una mujer junto a un coche. Estaban heridos, pero nada grave, solo unos rasguños.

- ¿Les importa si me llevo una de sus maletas? Es para poder tumbar al bebé de esa señora.

- Si. Llévate la roja, es donde está la ropa de abrigo.

Les di las gracias, agarré a maleta y la llevé donde estaba el abuelo. La abrimos y echamos al bebé en la ropa, lo tapamos con uno de los anoraks de nieve que había dentro y el abuelo se puso a ayudar a la mujer. Estaba sangrando por la pierna. El abuelo le había hecho un torniquete.

- Ve al edificio que está más cerca y pide a los vecinos todo lo que puedan de los botiquines que tengan e hilo y aguja. También un mechero.

Obedecí y unos minutos después volvía con el abuelo con al menos tres bolsas de la compra con todo tipo de botiquines y un rollo de hilo, aguja y un mechero que me había dado un hombre que estaba ayudando con los heridos. Se lo di todo al abuelo y se puso a ayudar a la mujer. Miré a mí alrededor. La abuela también estaba ayudando a la pareja que me había dado la maleta. Josh y Sally estaban ayudándola. Yo me acerqué al Hummer que habíamos tenido delante. Estaba volcado del lado izquierdo. Dentro había una pareja joven y un chico de mi edad, más o menos. El parabrisas delantero se había roto por completo y yacía entre los escombros del asfalto. El hombre despertó en cuanto le moví un poco el hombro.

- ¿Qué ha pasado?-dijo desconcertado

Le ayudé a salir del coche y le ayude a sacar a su mujer. También despertó en cuanto su marido la llamó. El chico estaba inconsciente. Me di cuenta de que estaba oliendo a gasolina. El hombre estaba sacando a la mujer y yo entre a ayudar al chico. Me puse a cortar el cinturón y empezó a arder el motor.

- ¡SALIR DE AHÍ POR ATRAS!

Lo escuche como empezaba a forzar el maletero y pedía ayuda a otras personas. Corté el cinturón del chico y empecé a tirar de él, pues seguía inconsciente, lo escuchaba toser. E fuego se estaba extendiendo por el interior. El maletero se abrió y el padre del chico me ayudó a sacarlo. El abuelo también estaba ahí. Ayudó al hombre con el chico para alejarlo del coche y yo ayudé a la mujer. Poco después, el coche estallaba.

- Gracias chico.- me dijo el hombre-Si no nos hubieras venido a ayudar, estaríamos los tres muertos.

El abuelo me sonrió y me dio un abrazo.

-Estoy muy orgulloso de ti.

Después de una hora ayudando a la gente a salir de sus vehículos, salimos del agujero. Estábamos agotados y cubiertos de polvo. También teníamos alguna mancha de sangre por la ropa de la gente que habíamos ayudado. Había mucha gente que estaba siendo trasladada ya a los hospitales por ambulancia y algunos en helicóptero. También había gente que había ofrecido sus coches a los policías para poder llevar a todos los heridos que había. Incluso el abuelo ofreció el sedán para poder transportar a la mujer con su bebé y la familia del Hummer. Los iba a llevar él hasta allí. Yo ayudé a la mujer del bebé a subir. La abuela llevaba al bebé en brazos y se lo entregó cuando se puso el cinturón. Sally y Josh estaban ayudando a la familia del Hummer. El chico había despertado hacia un cuarto de hora. Me dio las gracias por sacarlo y le prometí que iría a verlos al día siguiente al hospital. El chico tenía dos años más que yo y estaba estudiando medicina en la universidad de Oxford. Acababa de llegar del aeropuerto, me había contado.

Los ayudamos a entrar en el coche.

- No me puedo creer que esto haya ocurrido.- Dijo Sally.

Miramos hacia atrás y vimos que había varios vehículos que se habían incendiado. Al fijarme mejor, pude ver entre los escombros, como asomaba parte de los trenes del metro. Estaban ardiendo. Le había escuchado decir a un policía a su compañero que era todo a causa de que habían chocado dos trenes a la altura de la 116 Street Station y era lo que había provocado el derrumbe. Media hora después, el abuelo volvió. Nos subimos y volvimos a casa. Esa noche estuve pensando en lo que había pasado y me di cuenta de, que si no hubiéramos decidido comer fuera, probablemente ese chico tan majo y su familia estarían muertos. Después de casi dos horas dando vueltas a lo que había pasado, me dormí. Y por primera vez en mucho tiempo, no tuve esa horrible pesadilla de siempre.

Nothing EyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora