Capítulo 16

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Anne Yules era la vecina de James, el joven que murió en la explosión que de su coche. Después de que la policía acordonara la zona de la urbanización que se había dañado a causa de la explosión, Anne había llamado a la madre de James, pues la madre de él había sido su vecina durante mucho tiempo hasta que el marido de ella falleció hace diez años. Después de la muerte de él, había decidido vender la casa, pero el hijo decidió quedársela, pues le tenía mucho aprecio. Con la herencia que había dejado, le había comprado una casa a su madre en las afueras de Ohio, un precioso bungaló de un piso, suficientemente grande para ella y más gente que quisiera visitarla. La pobre se había quedado destrozada. Cuando llegó al vecindario, Anne le ofreció su casa para quedarse hasta el funeral.

El funeral había acabado hacía dos horas y Anne estaba ahora en su casa, cocinando la cena mientras en el tocadiscos sonaba Jingle Bells. La madre de James ahora estaba intentando dormir algo en la habitación de invitados de ella, pues desde que se enteró de la muerte de su hijo no había dormido mucho.

Sonó el timbre. Eran las cinco de la tarde y se suponía que el paquete que había pedido para dar a sus nietos no llegaba hasta mañana. Abrió la puerta.

-Hola, nos envían los del seguro para arreglar los daños de la explosión.

-Claro, pasen-dijo ella, un poco más tranquila, pues desde la explosión no estaba tranquila.- ¿les apetece un café o una taza de té?

-No, gracias. Tenemos que trabajar. Puede que después, pues hay mucho trabajo por hacer.-dijo uno de ellos, que debía de rondar los treinta.

-Muy bien. Les dejo hacer su trabajo.-se despidió Anne.

Volvió a la cocina. Ahora sonaba White Chrismas. No le gustaba tener música puesta cuando moría alguien, pero al ser navidad la madre de James le había pedido que pusiera villancicos, pues a él le gustaban mucho esas fiestas. Ella le había complacido.

Esos últimos días habían sido muy duros. No le habían dado los restos para poder darle sepultura hasta el 21, pues tenían que encontrar pruebas de lo que había pasado. Después lo habían llevado a la funeraria, donde le habían preparado una sala para despedirse. Lo habían enterrado esa misma mañana. La madre de James no había querido comer, pues no se encontraba bien. Anne sabía lo que significaba perder a un hijo, pues hacía un año, su hijo mayor había muerto en un accidente aéreo cuando su avión intentaba despegar con niebla, pero colisionó con otro y murió junto con un montón de gente más. Por suerte su relación con su nuera era muy buena y ella y su nieto la visitaban a menudo. Escuchaba a los empleados de la empresa que había enviado su seguro de hogar. Estaban cambiando los cristales solamente, pues los marcos de la ventana están en muy buen estado. Solo necesitaban un poco de pintura y ya.

Dieron las siete de la tarde. La madre de James bajó las escaleras para tomar algo. Estaba hambrienta, pero no sabía si le entraría algo de la comida. Anne le puso un poco de pastel de chocolate y un poco de café.

-¿Cómo te encuentras?- le dijo Anne.

-No muy bien.- dijo ella-Me está costando aceptar que mi hijo ya no está con nosotros.

Anne le dio un abrazo. Los hombres que estaban arreglando los cristales entraron en la cocina.

-¿Tendrá un martillo en casa?-dijo el mayor de los dos hombres, que debía tener unos cincuenta- Se rompió el mango del que traíamos y no tenemos de repuesto.

-En el garaje están las herramientas que eran de mi marido.-dijo Anne. Su marido había muerto hacía seis años.-Si hay alguno, estará allí.

El hombre se marchó al garaje sin decir más.

Entró en el garaje y buscó el interruptor de la luz. Cuando lo encontró encendió la luz. El garaje estaba bastante ordenado. Había un viejo todoterreno estacionado dentro. La caja de herramientas era de las grandes. Estaba a la derecha del garaje, junto a un banco de trabajo con bastante polvo. Se dirigió a la caja de herramientas y empezó a buscar el martillo. Estaba buscando en el segundo cajón cuando escuchó un ruido detrás de él. Se dio la vuelta. En el tocadiscos de la mujer sonaba ahora Sillent Night. No había nadie en el garaje aparte de él. Volvió a ponerse a buscar. Abrió el tercer cajón y volvió a oír ese ruido. Se volvió a dar la vuelta. Esta vez vio algo meterse debajo del coche. Pensó que sería un gato. Se agachó y miró debajo. Justo cuando sus ojos vieron lo que había debajo, una mano con unas garras afiladas le agarró por la cabeza y lo metió debajo del coche, habiendo que la sangre salpicara todo el suelo y el lateral del coche.

Anne y la madre de James escucharon un grito de dolor venir del garaje. El compañero del trabajador se asomó por la puerta y llamó a su compañero por el hueco de la puerta. Segundos después una mano con garras afiladas destrozaba la garganta del chico. Anne y la madre de James se metieron en la cocina. Anne cogió el cuchillo con el que estaba cortando las cebollas. Sillent Night seguía sonando en el tocadiscos. Anne se asomó un poco por encima de la isla de la cocina. Un ser de forma humanoide estaba entrando. Era muy alto, de al menos dos metros y medio. La piel le marcaba tanto los huesos que parecía que solo eran un montón de huesos con una fina capa de piel. Sus brazos eran muy largos. Le llegaban casi hasta las rodillas y acababan en una mano con dedos muy largos y unas garras como de lagarto, muy afiladas. Pero lo peor, era su rostro. Donde se suponía que tenían que estar los ojos, solo había una capa de piel que le marcaba mucho lo que se suponía que eran los ojos. La nariz era un par de agujeros, como si fuera el hueco de la nariz de una calavera. Y su boa era muy ancha. Llegaba casi hasta las orejas. Cuando abrió la boca, vio que estaba repleta de dientes, pero todos eran como colmillos.

La madre de James empezó a hiperventilar y la criatura se dio cuenta. Al mismo tiempo que la criatura se abalanzaba sobre la madre de James, dándole un mordisco que le arrancó la mitad del cráneo, Anne corría todo lo rápido que le permitían sus piernas hacia la parte de arriba. Afuera se empezaron a escuchar gritos, provenientes de las casas de al lado. Se encerró en su habitación. Tenía el cuchillo en la mano. Estaba llorando. Sabía que iba a morir. El tocadiscos seguía funcionando. Ahora sonaba Fairytale in New York. Que ironía, pensó Anne, iba a morir mientras sonaba la canción con la que se había ido su marido. La puerta se rompió y la criatura se abalanzó sobre Anne. Esa noche, la urbanización Green Field fue masacrada, muriendo la mitad de los residentes.

La policía llego al lugar de los hechos a las 22:34. La casa de Anne estaba patas arriba. Había mucha sangre en la cocina, como si alguien hubiera puesto tomate en la batidora sin tapa. El cuerpo de la madre de James estaba en el suelo. Le faltaba la mitad de la cabeza y el cerebro. También le faltaba parte de un brazo y una pierna. Cuando fueron al garaje, vieron los cuerpos sin vida de los dos empleados de la compañía. A ambos les faltaba alguna parte del cuerpo. Uno de los oficiales tuvo que salir a tomar un poco de aire. Era demasiado para él. Cuando llegaron al cuarto de Anne, vieron que la puerta estaba rota, como si alguien la hubiera reventado de una patada. La habitación estaba repleta de sangre pero no había ningún cuerpo. Esa noche, de las treinta casas que formaba la urbanización, tres de ellas fueron encontradas en llamas. El resto, estaban patas arriba y repletas de sangre y cadáveres, pero calcularon que faltaban al menos diez cuerpos. Cuando acabaron de contabilizar los muertos, ya eran las 2:34 del 24 de Diciembre. Ya era nochebuena.

Nothing EyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora