Capítulo 2

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18 de Diciembre de 2020, 23:52, Túnel Lincoln, Manhattan

Adriano De Luca acababa de llegar a Nueva York. Estaba acompañado de su mujer Antonella. Tenían setenta años y acababan de jubilarse y dejado el negocio a sus nietos, un restaurante en plena Roma junto al coliseo que era el orgullo para su familia. Estaba conduciendo su Fiat 500 de alquiler que habían encargado en el JFK antes de llegar a la ciudad. Habían alquilado una suite en el hotel Riu Plaza New York en Times Square. Habían cogido el avión en Roma en dirección al JFK. Durante las nueve horas que duró el vuelo, Adriano estuvo durmiendo la mayor parte del tiempo, mientras que su mujer leía un libro que había comprado en una librería cerca del aeropuerto FCO. También tomó unos cacahuetes y un refresco. Al aterrizar, los de seguridad estaban registrando a todos los pasajeros.

-Cosa sta succedendo?-dijo Adriano en italiano (¿Qué está sucediendo?)

Como no le habían entendido, llamaron a un traductor y se lo tradujeron. Les dijo que se había colado en el vuelo un traficante de armas en el avión y lo estaban buscando.

Después de una hora buscando y registrando a la gente y en el avión, lo encontraron encerrado en el baño del avión, con una maleta llena de pistolas listas para ser vendidas con cargadores y más de 10.000€ en metálico.

Salieron del aeropuerto y fueron al edificio de alquiler de coches y cogieron el que habían encargado y pusieron ruta al hotel. Entraron al Túnel Lincoln en vez de ir por el puente, pues tenía un atasco de casi un kilómetro. Si hubieran cogido el puente habrían llegado al hotel.

Estaban llegando al final del túnel cuando una figura salió de la nada y atravesó el parabrisas, destrozando la cara de Antonella. Adriano dio un volantazo y chocó contra una ranchera que estaba por el lado izquierdo, haciendo que chocara contra la pared. La criatura se abalanzó sobre Adriano y le degolló. Varios coches que iban detrás del Fiat chocaron también entre ellos. Un autobús que estaba fuera de servicio rumbo al depósito arroyó a varios coches, entre ellos el Fiat. Y por último, un camión que transportaba gasoil volcó, arrolló varios vehículos, golpeó contra el autobús y explotó matando a todos los testigos que habían visto a la criatura llevarse los cuerpos sin vida de Adriano, Antonella y el conductor de la ranchera por el centro del río. La parte de Manhattan estaba destrozada y a punto de colapsar a causa del impacto de la explosión, además, a parte de los que murieron en la explosión, uno de los trabajadores del túnel que estaba cerca de la zona del impacto, murió quemado vivo al intentar salir del túnel por el lado de Manhattan. Varios vehículos que iban detrás del camión frenaron a tiempo antes de chocar también. A algunos el fuego les alcanzó, pero solo sufrieron quemaduras leves y apagaron los focos de fuego de sus vehículos ellos mismos con extintores que llevaba un furgón de una compañía que los instalaba en hoteles, bares y restaurantes. Si ese furgón hubiera sido un camión, seguramente habría muerto mucha más gente y habría colapsado la salida de Manhattan.

Cuando los servicios de emergencias llegaron y apagaron el incendio, la mayoría de los coches eran un amasijo de hierros quemados y el Fiat y la ranchera estaban casi calcinados, así que cuando la policía científica estuvo buscando algo que identificara a las víctimas del Fiat y la ranchera, no se extrañaron al no encontrar ningún diente ni hueso entre los restos, pues apenas habían quedado los chasis de varios de los quince vehículos que se habían visto implicados en el accidente. Cuando empezaron a hacer el recuento de víctimas del accidente, a hacer llamadas e investigar quienes eran los propietarios de los vehículos y cuantas personas iban en cada uno, contando también con el trabajador del túnel, en total a las 11:47 de la mañana del 19 de Diciembre, habían muerto 47 personas en ese accidente, el peor que había habido desde hacía más de cincuenta años.

19 de Diciembre de 2020, 5:36, alcantarillado de Manhattan

El hombre de la ranchera no había muerto. Estaba inconsciente cuando la criatura lo arrastró por el centro del túnel antes de que el camión estallara y matara a todos los que estaban en esa zona. Se despertó con un horrible dolor de cabeza y se dio cuenta de que no podía moverse. Miró a su alrededor y lo que vio le dejó helado. No estaba solo ahí. Había más gente en ese lugar, pero no estaban vivos, lo sabía. Había un olor a putrefacción en el aire que apenas le dejaba respirar. Y las personas que estaban ahí estaban todas con el pecho abierto y con el interior vacío; sin nada; ni órganos ni huesos. Pero cuando se fijó mejor, se dio cuenta de que no estaban vacíos del todo. Había como una especie de huevos de color negro en la parte más cercana a donde estaría el intestino. Sobresalían un poco, pero sabía lo que eran porque uno se estaba abriendo. 

Las personas que estaban ahí muertas con él, tenían batas de laboratorio la mayoría de ellos, algunos tenían uniforme de seguridad, pero dos de ellas le llamaron la atención. Eran una pareja de ancianos que tenían ropa de abrigo, que aún no habían sido abiertas. Los reconoció, al menos a él. Era la pareja que iba en el Fiat que le golpeó en el túnel. Cuando se fijó mejor, vio que estaba atado con una especie de tejido parecido a piel, pero mucho más dura, pues no se podía mover ni un centímetro. De pronto, noto como una mano que parecía humana; pero no lo era; se posaba en su cabeza. Miró hacía arriba, pues la cabeza era lo único que podía mover. Una garra se introdujo en su pecho y sintió un tremendo dolor. La criatura le sacó el corazón aún palpitante del pecho y no sintió nada más mientras le vaciaba el interior.

Nothing EyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora