Epílogo
Aún con todo y sonrisas, Otabek no se salvó de la reprimenda de Yuri, molesto porque el kazajo faltara en la fiesta de Mónica. Altin se excusó con que lo más importante ya había pasado.
— Solo me fui durante la recepción, el pastel puede ser cortado por ella sola, o por su madre, como cuando cumplía años. —Aclaró Otabek, Yuri torció la boca en una sonrisa. Continuó regando las flores, como si todo esto no le hiciera temblar de pies a cabeza.
— ¿Fue bonito?
— Monica amó el lugar, Yuri. Probablemente quiera darte las gracias personalmente, ¿estaría bien?
— Claro —Sonrió el ruso. —Trata de no venir con ella, sin embargo.
Otabek soltó una risa corta, se pasó una mano por el cabello. Playing cool.
— Qué cruel de tu parte.
— Soy de lo peor. —Asintió Yuri, Otabek observó de reojo lo que el rubio hacía.
— ¿Necesitas ayuda? —Yuri asintió, Otabek le miró expectante.
— Pudiste haber traído algo del banquete. —Otabek cambió su expresión a una de obvia sorpresa.
— Si quieres puedo buscar algo. —Yuri soltó una risa burlona, asintiendo.
Otabek se quedó quieto unos segundos y luego se acomodó la ropa, rebuscó la billetera en sus bolsillos para pedir un taxi y llegar hasta allá. Yuri le vio divertido, continuó con las flores, hasta que a través de la ventana vio a unos niños disfrazados, pidiendo dulces.
— Otabek. —Llamó al moreno, quien enseguida le prestó atención. —Feliz cumpleaños.
Ambos se observaron directamente, y los ojos del kazajo se hicieron pequeños mientras su sonrisa se hacía más grande.
***
Efectivamente, días después Monica llegó a la tienda. La chica estaba tan linda como Yuri la recordaba, sus manos estaban más delgadas, pareciera, pero su rostro feliz llamaba la atención más que cualquier cosa. Su mano derecha tenía un anillo simple, la mano de Otabek, que se mantenía cautelosa ante cualquier caída de la morena, no tenía joya alguna.
Yuri se dedicó una tarde entera a escuchar lo feliz que estaba Monica, y a mitad de la noche cuando ella ya se había ido, se sintió triste. Habría deseado conocerla antes, o no conocerla en absoluto. Según lo que había hablado con Otabek y lo que había visto ese día, a ella no le quedaba mucho tiempo. Y era triste, porque parecía ser de esas personas que una vez que las conoces tu vida no es la misma.
***
Semanas después, faltando quince días para navidad, Yuri recibió una llamada angustiosa por parte de Otabek. El kazajo se disculpó mil veces entre sollozos que no intentó ocultar, se disculpó por interrumpir, por llamar, por molestar, Yuri ya sabía qué ocurría.
Yuri no preguntó mucho sobre el suceso en sí, solo se dedicó a escuchar a Otabek a través del teléfono, tirado en el piso de la florería. Yuri no quiso ir a los funerales de Monica, sentía que no la conocía lo suficiente, sin embargo se dedicó a hacer arreglos florales para ella noche tras noche, solo eso podía hacer. El día de los funerales prendió una vela temprano y la apagó solo cuando iba a cerrar la tienda, momento justo en que el kazajo llegó al local.
Yuuri y Viktor se habían ido junto a Makkachin, iban a hacer compras navideñas ese día y por eso se fueron temprano. Yuri agradecía estar a solas con el moreno. Otabek se acercó lentamente y terminó entre los brazos del rubio, las luces tenues casi no dejaban visibles las lágrimas en su rostro, pero Yuri sabía que estaban ahí.
Y es cierto, Yuri pudo soportar el desastre que fue Otabek luego de la muerte de Monica.
Luego de pasar la noche en la florería, en completo silencio a veces interrumpido por Yuri consolando a Otabek, ellos no se vieron en días.
Yuri le escribió al kazajo, luego le llamó, luego le volvió a llamar, otra vez, otra vez, y cuando ya eran tres días completos donde el moreno no le contestó, fue a buscarlo. Sabía donde vivía por el momento, él mismo lo había ido a dejar luego de que Otabek se deshidratara en dolor. No dudó en golpear su puerta con demasiada fuerza, los vecinos del moreno aparecieron luego de diez minutos de Yuri aporreando, y siete minutos luego de eso, Otabek abrió al fin.
Era una maraña de pelos, ojos hinchados y malhumor, Yuri se fijó en el departamento, limpio, como si nadie hubiese estado ahí. La cocina intacta, porque Otabek probablemente no ha comido nada. Su habitación, al fondo, oscura. Su departamento era melancólicamente similar a aquel que tenía en Rusia, ese donde pasó tardes cariñosas con Yuri. Tenía unas cajas con vinilos, una mesa bajísima en donde ponía el tocadiscos, y un estante moderno lleno de libros.
Algunas cosas no cambiaban, pensó Yuri.
Otabek se mostró hostil y en varias ocasiones durante su visita le dijo que lo dejara solo. Si Yuri no fuera el gato enojón que era, probablemente la tristeza de Otabek hubiese ganado esa batalla. Pero Plisetsky no lo permitió, se quedó ahí y abrió las ventanas, ignoró a Otabek mientras cocinaba el almuerzo, y luego lo amenazó con la cuchara de palo para que comiera. En la noche se fue y le advirtió que iría al día siguiente.
Un mes después, Otabek había vivido y sobrevivido el duelo.
Y él y Yuri eran más cercanos que nunca. Otabek visitaba al ruso a la hora de almuerzo, Yuri siempre guardaba algo de trabajo para que el moreno lo observara, no había algo que le gustara más al kazajo que ver a Yuri con sus plantas. También solían pasar las tardes frías del fin de semana bebiendo té en distintos locales, o en casa de Otabek. Yuri repasó mil veces la colección de música del moreno, leyó cada título de su librero y escuchó cada canción de sus playlists, vio el amanecer y atardecer en el balcón del lugar, y más.
Aún así, no volvieron a ser pareja. Al principio, por lo menos.
De hecho Otabek estuvo ahí cuando Yuri salió con el chico que repartía las flores de la tienda, y escuchó cada detalle de sus citas, así como meses después de noviazgo entre el ruso y el repartidor, escuchó cada maldición que Yuri le dedicó al pobre chico. Otabek, sin embargo, no tuvo pareja luego de Yuri.
Y así se mantuvo, hasta que dos años luego de su reencuentro, compartieron un beso. Las circunstancias en que ocurrió no son relevantes, sino lo que pasó luego.
Porque las tardes juntos se hicieron cada vez más recurrentes, pero esta vez acompañadas de caricias suaves y besos dulces. Besos que no iban a acabar nunca, no esta vez.
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La Jardinera [Otayuri]
FanfictionOtabek y Yuri se conocen cuando son unos adolescentes y se embarcan en una relación rápida y romántica en partes iguales. Años después, tienen que volver a verse cuando Otabek se va a casar, y busca quien haga adornos florales.