Imposible que la luna

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Se separaron segundos después, el ruido del lugar y las personas les sacó de su letargo y fueron capaces de volver a respirar, lentamente. Yuri seguía aferrado al par de bolsas, sus mejillas estaban coloradas y le sonreía con vergüenza a Otabek, quien por su parte había dejado su habitual rostro inexpresivo y ahora veía a Yuri con un cariño indiscutible.En ningún momento el kazajo dejó de acariciar las mejillas de Yuri, sus ojos no perdían movimiento alguno del ruso, no podía dejar de verlo.

— Deberíamos irnos si queremos preparar la cena.— Otabek escuchó la voz susurrante de Yuri pero no le prestó atención, siguió tocando su rostro con delicadeza y no se movió centímetro alguno.

— Es verdad cuando digo que no quiero ser tu amigo, Yuri Plisetsky.

— ¿Quieres que nos casemos?— Aunque intentó sonar confiado, el temblor en su voz pudo delatar sus nervios, y Otabek sonrió.

— Eventualmente, pero por el momento me conformo con que entiendas que me gustas; te quiero, Yuri.

Se sintió cohibido con solo oír el tono empleado por Otabek, no podía creer lo que el kazajo le decía, no podía creer siquiera que todo eso estuviera ocurriendo. Estaba feliz y ansioso por partes iguales, en poco tiempo Otabek se había convertido en una persona capaz de acelerar su corazón y convertir su ceño fruncido en una sonrisa, y ahora estaba frente a él declarando su amor, luego de haber tomado sus labios. Lo cierto es que él también le quería, y si antes le hubiesen dicho que en tan solo unos días acabaría enamorado de otro chico, él probablemente se hubiese reído, incrédulo, pero justamente eso ocurrió.

Estaba peligrosamente enamorado de Otabek Altin de Kazajistán; con las tardes en motocicleta y el encanto que solía demostrar, ¿cómo no hacerlo?

— Tú también me gustas, Otabek.

— ¿Quieres ser mi novio, Yura?

Otabek parecía sinceramente feliz, como esa vez en que Yuri le vio en casa de Jean, disfrutando de la música y sus amigos, ahora esos ojos felices eran solo para él, y los disfrutaba profundamente. Yuri asintió un par de veces, sonriendo, Otabek luego dejó de acariciar el rostro de Yuri y fue hasta sus manos, enganchando sus dedos con ellas y apegando su cuerpo al del ruso.

— Es un alivio, porque le dije a tu abuelo que éramos pareja.

— ¿¡Eso le dijiste!?—Yuri rompió todo contacto con su ahora novio y pronto la sonrisa abandonó sus labios, frunciéndolos.

— Tranquilo, no está molesto, solo me amenazó de muerte por si algo ocurría.

Aún sin convencerse, dio media vuelta y emprendió camino hasta la avenida donde habían estacionado la motocicleta tratando de ignorar a Otabek. Ese día el kazajo conocería por primera vez la faceta de berrinche de Yuri, por suerte tenía una caja de chocolates bajo la manga, literalmente.

Alcanzó al ruso sin problema, buscando su mano y tomándola con cariño; siguieron caminando en la soledad del lugar, con Yuri bastante avergonzado y Otabek rebosante de alegría, como no lo había estado en mucho tiempo. Fueron en calma, era domingo por la tarde y el sol seguía en el cielo, acompañado de algunos tonos anaranjados e incluso rosa, Otabek se dedicó a observar al perfecto ruso que tenía a su lado, olvidando cualquier cosa, incluso el tiempo.

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La cena con el señor Plisetsky fue amena, entre nieto y abuelo prepararon la comida y Otabek se dedicó a observarlos intrigado, acompañado de Potya. Yuri seguía enojado con su recién estrenado novio, mas dejó todo de lado cuando se dio cuenta de que Nikolai no estaba molesto con él, y que al parecer no le tenía odio alguno al kazajo. Ese día Otabek probó la receta especial de pirozhkis bajo la ansiosa mirada de su novio, expectante a su aprobación; y no tardó en tenerla, Otabek fue capaz de comer más de tres y sonreír satisfecho, alegrando a su novio.

La Jardinera [Otayuri]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora