Qué he sacado con quererte

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Se encontró a sí mismo camino a su casa, ya ni siquiera en un taxi, puesto que no había traído dinero extra. El paradero estaba desierto y las calles también, los sábados en la tarde parece estar todo muerto. Pero lo cierto es que eso a Yuri no le importa, no cuando la preocupación dio paso al desconcierto.

Luego de que el conserje le dijera tal cosa, Yuri simplemente asintió, ignoró los ojos tristes del hombre y salió como si nada, la cabeza en alto y los ojos puestos en la calle, incluso si en realidad no estaba prestando atención. De forma automática había llegado al paradero, su mente en blanco, el corazón aún golpeando fuerte contra su pecho y la respiración cada vez más difícil de conseguir. Se desplomó en el lugar, mas que para esperar algún autobus, para simplemente descansar, porque no sabía si podía estar un momento más de pie.

Antes de siquiera pensar en ello ya tenía entre sus dedos el celular, la pantalla desbloqueada y el nombre de Otabek entre sus contactos. El tono de marcado parecía más lento que de costumbre, uno, dos, vamos, vamos, contesta, tres, cuatro, por favor, contesta.

Nada.

Apagado.

Antes de poder reaccionar ya estaba el autobus frente a él, no se fijó en nada más que subirse, sentarse e intentar otra vez. Llamó unas cinco veces antes de cambiar de técnica y marcar esta vez a Jean, obteniendo el mismo resultado. Se frotó los ojos sin saber qué hacer, buscó entre sus contactos a Leo y le dejó un mensaje, haciendo énfasis en la urgencia del mismo. Con Mila hizo igual, también con Isabella.

Ya en su casa, mientras su abuelo estaba en el jardín, Yuri salió de su estupor cuando se encontró con el libro de Otabek entre sus cosas, lo había olvidado días atrás y él no se había fijado. Se lanzó a él enseguida, recorrió otra vez cada hoja, se fijó en cada detalle y lo leyó unas dos veces, sin encontrar nada que pudiera servirle. Una nota, algún número, quizás una dirección, lo que fuera. Así pasó del desconcierto a la pena, el miedo, la preocupación otra vez.

Y no fue hasta la noche que recibió una respuesta, esta vez por parte de Mila. Su teléfono sonó apenas una vez y él ya estaba contestando, sin siquiera fijarse en quien era el que llamaba. Lo cierto es que mentiría si dice que no se sintió decepcionado cuando escuchó a Mila del otro lado de la línea.

— ¿Yuri, qué sucede?

Pero incluso si se sintió un poco decepcionado de escucharla a ella y no a Beka, lo cierto es que también sintió alivio. La voz suave de su amiga le instaló un nudo en la garganta, se recostó en el suelo de su habitación y respiró un par de veces antes de responder, sintiéndose incluso más triste que antes.

— No sé qué sucede, Mila.

O quizás si sabía, muy dentro de él, sabía perfectamente qué estaba ocurriendo. Pero no quería aceptarlo, no quería pensar en esa posibilidad. Porque ayer estaban juntos y hoy se encontraba solo sin saber de su paradero, no quería creer que Otabek le había dejado.

— Yuri, dime, ¿Qué está mal? —Habia un poco más de alarma en su voz, el tono dulce había subido un poco hasta demostrar la preocupación que sentía.

— Otabek no está.

Silencio.
El tipo de silencio que no quería escuchar Yuri.

— ¿Cómo que no está?

— ¡No está!

Quizás estaba exagerando, quizás era el miedo que le causaba esa situación. Encontrarse solo, pensarse solo. Mila, extañamente, no le dijo nada por haberle gritado. Desde el otro lado de la línea, la rusa se debatía por qué hacer. Una parte de sí quería reprender a Yuri, porque, después de todo, sabía que algo así podía ocurrir. Como que Yuri se enamorara como un tonto en tan poco tiempo, como que Otabek le dejara de un modo u otro, como que Yuri viviera así la amargura del primer amor.

La Jardinera [Otayuri]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora