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Antes de hoy, solo había viajado en avión una sola vez, mi madre me sorprendió el día de mi cumpleaños 16 con un viaje a Cancún, yo estaba maravillada pues era la primera vez que nos costeábamos un viaje de ese estilo. Gracias a mi paranoia ese día llegamos tres horas antes del vuelo, lo cual fue un martirio ya que las bancas de la sala de espera no eran tan cómodas.

Recuerdo que en ese primer viaje yo intente convencerme de que no sería de esas personas que le temen a los vuelos, pero al abrochar el cinturón y comenzar el despegue fue todo lo contrario, mis manos sudaban y se aferraban fuertemente al reposabrazos mientras una sonrisa nerviosa adornaba mi rostro.

Claro que esta vez era mucho peor, iba sola rumbo a una ciudad en la que nunca antes había estado, dejando a kilómetros de distancia a mis pilares, aquellos que evitaban que todo a mí alrededor se derrumbara.

Y por si fuera poco un extraño chico me observaba desde el asiento junto al mío. Era apuesto, pero la forma en que me miraba me hacía preguntarme si no haberme secado el cabello en la mañana había sido buena idea, su cara alertaba que posiblemente estaba sufriendo, quizá debí arreglarme mejor, o quizá tenía un moco y por eso me miraba tan feo, idiota.

O probablemente era el hecho de que estaba apretando su mano como si mi vida dependiera de ello.

¡Ups!

-Lo...lo...sien...to- eso es Morgan conquista al chico tartamudeando.

-Descuida, a mi hermana también le dan miedo los aviones- contesto algo burlón a mi intento de disculpa.

-Yo no le temo a los aviones pfff, por favor ya estoy grandecita- Nunca, jamás aceptaría y menos delante de un extraño mi temor por los vuelos.

El chico extraño solo me miró incrédulo con una sonrisa de lado mientras desviaba sus ojos hacia nuestras manos aún juntas. Lo solté de inmediato y al momento mis mejillas comenzaron a adquirir un leve tono rojizo.

-Tienes manos fuertes eh- carraspee un poco e intente sonar relajada, que buen comienzo.

Decidí voltear a la ventana lo que quedó del viaje, a la hora de estar en el aire caí profundamente dormida y no supe más.

***

-Oye...despierta.

Pero que sexy voz, ¿Akiva eres tú? Porque si es así no me importaría matar mil quimeras por ti bebé.

-¡DESPIERTAA!

Joder, pero que humitos se cargan aquí, un fuerte dolor en mi cabeza me aviso que la forma brusca en que me había levantado de mi asiento trajo como consecuencia un golpe. Voltee a ver al causante y era el idiota.

-Lo siento ¿ok? Hace diez minutos que aterrizó el avión y me daba algo de pena dejarte aquí.

-Ya claro, y por eso preferiste golpearme la cabeza- imbécil, a una dama no se le despierta así y menos cuando tiene hambre.

-Yo no te golpee, tú fuiste la tonta que se paró sin fijarse.

Idiota, ¿Por qué no quitaba esa sonrisa incrédula de su asqueroso y perfecto rostro?

-Como sea, yo me voy- murmure mientras tomaba mi bolso y caminaba a la salida.

-¡De nada!- me gritó, a lo que simplemente conteste sacando mi dedo grosero aún de espaldas.

Me había distraído tanto en la discusión entre ese tipo y yo que estaba olvidando lo más importante.

Estaba por fin en la ciudad de mis sueños, después de tanto tiempo anhelándolo al fin estaba aquí, y haría lo que siempre prometí hacer cuando este momento llegara, solo tenía que recoger mis maletas y tomar un taxi.

Una vez con mis maletas en mano, camine a la salida en busca de un taxi, cuando al fin encontré uno libre el chofer me ayudo a subirlas en la parte trasera. El tipo se veía agradable, tenía un chistoso bigote con las puntas terminando en espiral y podía distinguir un acento francés.

-¿A dónde la llevare señorita?

-Directo a Times Square por favor.

Y aquí vamos.

Cyra.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora