¡Mierda! Creo que me mandaron a una película de terror y no a una prestigiosa universidad, pues en toda la obscuridad que envolvía a la habitación, lograba observar la silueta de una tétrica mujer con una cabellera del demonio poniéndose en pie mientras estiraba sus brazos en forma de ataque.
Espera...
¿Acaso acaba de bostezar?
-Puag... pero ¿Qué hora es?- y ahora estaba quitándose las greñas de la boca.
Prendió la lámpara que se encontraba en la mesita de noche junto a su cama y pude observarla con mejor claridad, por un momento había olvidado que los cuartos eran compartidos. Frente a mi estaba mi compañera de habitación.
Una pelirroja muy guapa a decir verdad, con el cabello rizado que la hacía lucir como toda una leona, tez pálida y demasiadas pecas esparcidas por toda su anatomía. Era bastante atractiva y envidiaba demasiado su apariencia, si me hubiera topado con ella durante mi recorrido nocturno fácilmente la habría confundido con una ardiente ninfa.
-¿Te quedaras ahí?- me preguntó mientras me escudriñaba con la mirada justo como yo a ella.
-¡Oh sí!, perdón, soy Morgan.
-Soy Amelie.
-La verdad es que quisiera quedarme charlando, pero la cosa es que tengo bastante sueño- dije mientras rascaba la parte trasera de mi cabeza.
-Oh si, será mejor dormir, las clases comienzan mañana a primera hora- respondió apiadándose de mí.
-Claro.
Camine hacia mi cama y comencé a quitarme las botas con una mano mientras que con la otra tanteaba mi espalda para poder quitar mi sujetador. Amelie apagó la luz y volvió a taparse con las ligeras sabanas.
-Hasta mañana.
-Descansa.
Y así me quedé siendo la única persona despierta en la habitación.
Estaba nerviosa por lo que sucedería mañana, me había preparado tan duro para conseguir lo que estaba a unas horas de comenzar a vivir, la verdad es que mis sueños siempre se resumían a este momento, los demás en mi lista estaba segura de que lograría concluirlos durante mi periodo de universidad pero...
¿Qué seguía después?
Toda la vida nos han preparado para algo. Tus padres te inscriben al preescolar para prepárate para la primaria, en la cual te preparan para la secundaria donde suponen obtendrás todos los conocimientos necesarios para sobrevivir el primer año de preparatoria. Para este entonces ya tienes tus sueños y metas más claras.
Ahora el bachillerato, que te prepara para una de las decisiones más importantes de tu vida – o eso nos hacen creer – elegir una carrera y prepararte para la universidad, en donde nos dan las bases y cimientos que nos conduzcan a un título universitario.
Pero...
¿Y luego?
¿Quién nos prepara para la vida?
Ahora que estoy aquí, logrando uno de mis más grandes sueños, no puedo evitar sentirme tan completa y a la vez tan perdida.
***
Eran las seis treinta de la mañana cuando yo estaba terminando de secar mi cabello luego de una fría ducha. El estilo de vida que llevaba me había acostumbrado a empezar mi rutina diaria desde muy temprano, por lo cual, el levantarme a primera hora no significaba un problema para mí.
Al salir del baño Amelie ya se encontraba arreglándose para las clases.
-Creé que sería un desafío despertarte después de la hora a la que llegaste anoche- me dijo mientras se ponía mascara para pestañas.
-Ni que lo digas, muero de sueño pero aun debo ir a hablar con el rector antes de comenzar las clases.
-¿Quieres que te acompañe a las oficinas? Mi primera clase siempre se retrasa veinte minutos- me comentó mientras agarraba su mochila y tomaba la perilla para abrir la puerta.
-La verdad eso me sería de mucha ayuda, ¡este lugar es enorme!- le conteste al mismo tiempo que salíamos de la habitación.
No podía estar más que contenta con mi compañera de cuarto, aun no habíamos convivido mucho pero para este punto podía decir que Amelie era una persona muy amable y ligera, y ni hablar de su obsesión con el zodiaco que revelo al momento de preguntarme por signo mientras me estaba duchando. Aunque nuestros gustos sí que se distanciaban a primera vista, podía decir que congeniaríamos bastante bien.
Amelie amaba vestir con faldas y vestidos ligeros, al menos eso había notado esta mañana al echar un vistazo a su closet, sumándole que en este momento ella caminaba frente a mí con un hermoso vestido coral que combinaba con su melena naranja, era suelto con mangas cortas y le llegaba por arriba de las rodillas, combinado con una hermosa joyería bohemia y unas bonitas balerinas.
Mientas que yo siempre había sido de prendas más básicas justo como ahora, con mis cómodos jeans azul obscuro, un top básico blanco y unos buenos convers del mismo color.
-¿Qué te trae al Instituto Roma a mitad de tu segundo año?- me preguntó mientras caminábamos a las oficinas centrales.
-El entrenador del equipo de voleibol estuvo en una competencia en la que mi antiguo equipo participó, me observo jugar y me recluto con una beca completa- expliqué recordando la emoción que sentí cuando aquel señor presentó tremenda oferta a mi madre y a mí.
-¡Eso es genial! Aquí es bastante difícil conseguir una beca y más una completa.
- ¿De verdad?
-Sí, debes ser buena eh.
-Bueno, solo eh estado en este deporte dos años pero aprendo bastante rápido- le respondí mientras me encogía de hombros.
-¿Dos años? ¿No tarda cinco años en formarse un jugador completo?
-Se supone, si, antes practique seis años gimnasia así que creo que eso me ayudo bastante.
-Entonces toda la vida has sido deportista- afirmó.
-Algo así, a todo esto ¿Cómo sabes cuánto tarda un deportista en formarse?- no pude evitar la curiosidad.
-Mi hermano está en el equipo varonil de voleibol- me respondió mientras nos deteníamos frente a la entrada de rectoría- Bueno hasta aquí llego yo, suerte.
Camine hacia la que parecía ser la secretaria, se encontraba detrás de un escritorio alto que no dejaba ver más que de sus ojos para arriba a menos que te acercaras más.
-Buenos días, vengo a hablar con el rector, mi nombre es Morgan Volkov- anuncié mientras ella me observaba detrás de unos enormes anteojos con una mirada llena de curiosidad-
-El rector la espera señorita Morgan, puede pasar- me sonrió.
-Muchas gracias.
Me dirigí a la puerta que ponía "Rectoría" en su centro y toque esperando una respuesta para permitirme entrar.
-Adelante.
Sin más giré la perilla y adentre mi cuerpo al enorme despacho, lo primero que captaron mis ojos fue una mirada azul con pequeños destellos rojos.
Ahí sentado frente al rector se encontraba el chico de anoche, quien no despegaba su vista de mi persona.