II

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Naruto odiaba llorar. Lo detestaba con cada fibra de su ser. Las lágrimas te hacían ver débil, y además, era cansado. Asi que, cuando estaba a punto de romperse por cualquier cosa, solo veía su imagen en un espejo. Veía cuan derrotado lucía y se reprochaba por no aprender a controlar un sentimiento tan fútil como lo es la tristeza. Claro que, no era ningún muñeco tampoco, era una de las desventajas que conlleva el tener un corazon de papel.

Tarde o temprano, se rompe. Y para bien o para mal, había descubierto que el suyo podía quebrarse más de una vez.

Ese día tenía una cita muy importante. Según había entendido, Madara tendría un relevante debut dentro de la sociedad aristocrática. Por ello debían salir a cenar como una familia unida.

Había pasado de ser hijo adoptivo para convertirse en su esposo. Y aquello le había valido a Madara una buena suma de dinero, junto a los múltilples trámites que sus abogados se encargaron de ejecutar.

Un año viviendo una mentira.

Todo sería perfecto de no ser porque...

-Trata de no moverte demasiado- le advirtió la estilista en tanto pasaba las tenazas sobre la densa cabellera rubia que constituía la peluca. -Casi termino.

Pero Naruto sabía que no era así. Ya había pasado por eso en más de una ocasión. Los prejuicios en la alta sociedad, seguían siendo un problema. Y él tenía que hacerla de mujer para evitar escandalos que pudieran afectar los acuerdos económicos de su marido.

Sentía tanta tristeza de ver como lo moldeaban para "enbellecerle". En realidad lo estaban transformando en algo que no era.

El martirio siguió prolongandose dos horas mas. Mismas en las que fue depilado, maquillado y vestido con un atuendo que derribaba no solo su orgullo, sino su hombría.

-Perfecto.

Cuando la sesión terminó, Naruto no atinaba a dar un paso. No eran los zapatos ajustados ni el hecho de usar peluca, no, nada de eso. Su inmovilidad se debía a una severa desconexión consigo mismo. Madara había pedido que se le arreglara (disfrazara) como una mujer. Y actualmente se sentía como un maniqui.

¿Acaso Pinocho habría llegado a sentirse de tal modo alguna vez?

Que tonteria. Pinocho no existía, pero Naruto si. Y no era una chica de verdad, sino de mentira. Que terrible era prestarse a algo así.

Cuando se miró al espejo, ni siquiera se reconoció. Allí veía a una chica muy mona, de larga cabellera rubia y vestimenta de tentación.

Estuvo a nada de arrancarse la peluca cuando Madara entró al salón, acompañado de su hermano.

Nada podía empeorar.

-¿Papá?

Pero tarde se dio cuenta Naruto que si podía.

Lo hizo cuando un flash lo cegó momentaneamente.

Madara sonreía radiante, de forma picara, como si estuviera conforme con el resultado.

-No olvides que tu nombre es Naruko.

Naruto fue a protestar pero ya estaba siendo conducido hacia afuera. Ojala todo fuera un sueño.
***

Estaban en el restaurante mas lujoso de la ciudad. Rodeados de celebridades, cotilleos, e hipocresía desbordando por todos lados.

Naruto no se había aburrido tanto en su vida como en ese momento. Lo peor del caso era que ni siquiera se sentía cómodo. Entendía poco y nada sobre finanzas, bolsas de valores, estadisticas, y todo aquel chismorreo femenino lo hacía doler la cabeza. O se hablaba de politica o se hablaba de belleza. El no entendía nada de nada. Era como encontrarse en la torre de babel. Cada individuo expresandose en diferente idioma.

Érase una vez, una familia infeliz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora