Los peligros me hacen más fuerte.

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Chan.

Su cabeza se apoyó contra la esquina de la ventana del carruaje. Su padre incluso pidió que las ventanas estuvieran tintadas de negro para que su cabeza ''no estuviera llena de ideas estúpidas'', es decir, dejar de pensar en otras cosas que no fuese casarse y ser rey. Pero lo único que su mente procesaba era Chan.

Su padre estaba frente a él con una sonrisa orgullosa, amplia, malvada. Apretó los puños mientras trataba de que sus traidoras lágrimas cayeran gordas por sus ojos. No podía mostrar debilidad. No podía dejar que su padre aprovechara esa parte de él para jugar sus cartas y controlarlo más de lo que ya estaba.

¿Dónde mierda se metió Chan? Sus manos temblaron por la preocupación.

Lee MinHo, camino a su futuro matrimonio, sentía que poco a poco su vida se derrumbaba en sus manos. Él quería a Chan, anhelaba al castaño. Y, por desgracia, pasaría así, lo supo desde su nacimiento. Sin embargo, no pensó que terminaría tan mal, tan frío. Suspiró evitando los llamamientos de su padre y su mirada.

No quería lidiar con él, no ahora que estaba sensible. Y, por suerte, el anciano tampoco pareció presionarle.

De nuevo, ¿Dónde demonios estaba Chan?

Y, desde el otro lado del país, lo mismo se preguntaba el castaño apoyando con cansancio la cabeza contra la húmeda y mohosa pared. Sus ojos de nuevo se cerraron tratando de contener las lágrimas que caían provocando más dolor y deshidratación en él.

Lo recuerda, cada vez que sus ojos se cierras, lo recuerda. Golpea día y noche su mente, o al menos lo que guarda en su memoria sobre la noche y el día. Desde que el rey lo descubrió el sonido de los grilletes junto a esa jodida frase ocuparon su apalizado cuerpo. No por recibir constantes golpes aleatorios, sino por la exigencia que su anatomía pedía por MinHo.

Esto es lo que merecen los bastardos como tú.

Adiós al brillante y claro cielo, adiós a la luz de la luna y los destellos de las estrellas. Adiós a lo que fue la existencia de Chan una vez que el rey lo puso en su punto de mira. Y no era peor, no eran peores los insultos de los guardias, ni tampoco los golpes y maltratos de estos. No era peor los toques sin permisos a través de otros presos mediante las rejas, o que a penas pudiera tener bocado.

No, nada de eso era más duro que las corrientes dolorosas que arañaban ardiendo sus venas, que le destrozaban como si fueran finos y afilados hilos con ganas de ver a sangrar al pobre omega, que no podía hacer nada más que aguantar y temblar en el suelo como un sucio perro salvaje.

Pensó que simplemente le tirarían contra el duro suelo, con toda la mierda del suelo y la ranciedad del aire. Se sintió enfermo. Pero los guardias no dejaron sus manos quietas, no. Al principio son horribles insultos sobre su estado y sobre ser un omega. Día a día le gritaban la desgracia que era y acabará igual que su madre biológica: muerto.

Pocos días después pasaron a empujones y pequeñas patadas. Los insultos seguían allí, recordandole que seguía siendo las desdichas de su familia y por ello su familia sufría. Dolió. Su corazón se apretó casi sin poder responder correctamente. Y todo fue a más cuando ya de pequeños golpes, comenzaron los escupitajos en la cara, las pisotadas en su cuerpo y los agarres del pelo para zarandearle.

Todo dolió.

Y la gota que colmó el vaso fue cuando los guardias hicieron la vista gorda ante los prisioneros sedientos de un indefenso omega, después de años de estar allí encerrados en plena oscuridad. Los guardias no lo tenían permitido porque el rey no llegaba a extremos tan inhumanos como para permitir que sus trabajadores violaran a una persona.

⌜𝐆𝐔𝐄𝐑𝐈𝐋𝐋𝐀.⌟  → MINCHAN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora