Impulso reprimido

4.4K 265 55
                                    

Mario Calderon sentía nuevamente el palpitar agitado de su corazón, carpeta en mano, se dirigía a la oficina presidencial:

- Otra vez está sucediendo lo mismo... ¡Controlate, maldita sea!

Al entrar miro a su amigo de toda la vida y se detuvo por unos instantes a observarlo con detenimiento, su rostro casi siempre serio y con un gesto más bien molesto nunca le fueron indiferentes a decir verdad. Su voz que en repetidas ocasiones se alzaba para estallar en gritos furiosos le resultaban graciosos a la par de tiernos, y cuando esos estallos de enojo iban dirigidos hacía él, no podía evitar sentirse afligido, como un niño siendo regañado por su superior.
Desde ese momento dónde ambos cursaban la escuela ya había algo que Mario denominaba extraño. Gustaba de pasar las tardes enteras con Armando, y cuando llegaba el momento de despedirse para tomar rumbo a sus respectivos hogares no podía evitar contar las horas que faltaban para volver a verle.
Siempre trato de negar ese sentimiento, más aún porque el sabía que el ahora presidente de Ecomoda se refería de manera despectiva a Hugo por su gusto al sexo masculino. Aunque ya habían pasado muchos años, nunca le dejo de herir el hecho de que su mejor amigo saliera con cuánta mujer hermosa se le cruzara en medio, aunque eso era mejor que verlo enamorarse de verdad. Sufrió mucho cuando comenzó su relación con Marcela Valencia, casi por un año entero el estaba realmente amando a la guapa accionista, pero el golpe de saber que se casaba con ella al final no fue tan duro, pues el más que nadie estaba enterado del poco afecto que quedaba ya en esa relación sacada de una revista de sociales.
Mario se acostaba con múltiples damas, aunque el vacío que quedaba después le afectaba mucho más que cualquier cosa, no deseaba estar con ellas, sino con él.
Aterrizando nuevamente a la realidad, teniendo frente a él al guapo ejecutivo que desde hacía muchos años ya estaba atravesado en su mente y corazón, tomo asiento y reanudó la conversación como si nada pasara:

- Aquí tiene su informe mi estimado presidente

- Tarde como siempre, Calderón. ¿Será que por lo menos está vez tendrá la decencia de confirmarme si nos veremos con Rossana Morales y Martha Calenni?

Ambos habían concordado ya la salida con ambas modelos, hermosas damas acuerpadas y con muchas ganas de pasarla bien con dos de los hombres más cotizados de Colombia:

- ¡Pero claro que sí, Armando! Eso ni se pregunta. Está noche a las nueve en punto nos veremos con ellas en un bailadero, pero eso sí, de buena categoría

Realmente no le entusiasmaba nada la idea de salir con cualquiera de las dos chicas, lo importante era que Armando Mendoza pasaría hasta altas horas de la noche con él.
Llegada la hora de la cita, ya en el parqueadero de la afamada compañía, se le ocurrió algo más para estar a su lado:

- Armando, no encontré las llaves de mi auto, ¿Será que nos podemos ir en su flamante Mercedes?

El ejecutivo acepto sin discusión, después de todo el era su compañero, amigo de mil aventuras, nada que le diera ni el más mínimo indicio de momento romántico. Ambos abordaron el automóvil, Mario en ese estrecho espacio podía sentir más de cerca el perfume de Armando, una fragancia dulce que a él le fascinaba, combinada con su aroma personal, una delicia. Toda esa escena lo hizo sentir un acelere que normalmente el controlaba, pero esta ocasión sería diferente, el tenía miedo de perder su amistad, de no poder estar cerca de él debido a ese sentimiento desarrollado con el tiempo que más parecía una maldición, pero al mismo tiempo lo deseaba con el cuerpo y el corazón, su mente comenzó a fabricar una idea descabellada...

Continuará

Entre sombras Donde viven las historias. Descúbrelo ahora