Derrumbe

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Para este capítulo fue necesario ubicar a los personajes en situaciones que normalmente no se les vio en la trama original. Trato de que estos no pierdan en su totalidad su escencia para de verdad sentir que son ellos viviendo cosas diferentes, aunque como comprenderán, la historia requiere que sus personalidades sean modificadas en cierto grado para dar sentido. Espero que les continúe gustando como hasta ahora 💜

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Beatriz colgó la llamada, su preocupación la hizo arrugar el entrecejo y llevar las comisuras de los labios abajo. Ella estaba muy enamorada de Armando Mendoza, pero sabía perfectamente que ese cariño jamás sería recíproco, más aún cuando era la primera en enterarse de tal o cuál salida de su jefe con alguna mujer, o más recientemente, al notar esas miradas y la tensión latente entre Mario y el presidente de EcoModa. Sospechaba algo, pero nunca se atrevería a preguntar semejantes cosas, o en general, no se atrevería a hacer algo que molestara o incomodara a su amor imposible.
A pesar de ser el máximo representante de autoridad en la empresa, Armando y Betty habían forjado una amistad dónde la confianza era el principal lazo, la joven lo amaba, si, pero también le guardaba mucho cariño, ese cariño que se le tiene a un compañero de andanzas, y Mendoza la tenía a ella como su más grande confidente, claro, después de Calderón.
Con todo ese amor que la no tan agraciada economista le tenía al guapo histérico, no podía quedarse sin saber que le ocurría, o si podía hacer algo para ayudar. Marcó el número que minutos antes se había comunicado con ella y por fortuna atendieron su llamado:

- ¿Aló?

- Hola, Doctor... Soy Betty, de nuevo...

- ¿Que pasa?

- Es que, usted no suena muy bien, además nunca falta a la oficina, me preocupé mucho y... bueno, si a usted no le molesta, quería preguntarle si sucede algo malo, o si le puedo colaborar con alguna cosa

La voz temblorosa que sonaba del otro lado hizo sonreír a Armando, no podía evitar sentir ternura por su torpe pero brillante asistente. Sabía que él podía confesarle lo que fuera y ella jamás lo hablaría con nadie, y con esto último en su cabeza, lanzo un suspiro melancólico para continuar:

- ¿Sabe, Betty? Creo que sí me puede ayudar, ¿podemos vernos esta noche? Yo la recojo, pero tiene que ser a cuatro calles de la empresa, usted sabe, para evitar asedios y preguntas incómodas

- Cla... Claro, Doctor, ahí nos vemos en cuanto termine con mi trabajo esta noche

- Gracias, Betty, y recuerde, ni una palabra de esto a nadie, mucho menos a Mario Calderón

Ambos colgaron. Armando con su auto ya detenido, dispuso sus ojos al frente, pero sin mirar nada en especial, ¿Había echo bien en considerar esa idea? Bueno, ya no importaba, la "cita" estaba concretada, y realmente necesitaba que alguien lo escuchara, estaba tan desesperado que podría gritar sin descanso por horas, aunque eso realmente no sería algo nuevo en él. No quería ir a su casa, pero tenía que asearse, la mañana solo le permitió vestirse apresuradamente con los atuendos de la noche anterior, de cualquier manera lo haría rápido, por si a un preocupado Mario se le ocurría buscar ahí al hombre que compartió su cama y sus sueños.

7:00 AM

Mario se revoloteo entre sus sábanas, aspiro con fuerza para lanzar un bostezo mañanero, giró su cabeza pero Mendoza no estaba ahí, no le sorprendió, quizá estaría duchandose o vistiendose en la otra habitación.
La pena impidió que saliera de su lecho todo lo rápido que deseaba, ¿Cómo iba a ser capaz de mirar a Armando ahora? Lo que ocurrió anoche fue hermoso pero, sumamente fuera de sí, no sabía cuál sería la reacción de su amado ahora que estaba consciente, le aterraba pensar que este lo odiara, que se alejara de él.
Pasaban los minutos y el silencio se volvió abrumador, superando con creces la vergüenza que Mario tenía. Se levantó poco a poco y buscó a Armando por todo el apartamento, primero con cautela, luego con ansiedad. Él no estaba ahí. Llevo sus manos a la cabeza, recorriendo sus castaños cabellos, se arrepintió profundamente de todo, del beso que le dió cuando estaba ebrio, de salir con él, de hacer el amor toda la noche. Nada valía la pena si a causa de todo se había ganado su rechazo. Se arregló rápidamente, con la esperanza de encontrarlo en EcoModa.
Arrancó su deportivo rojo a toda velocidad, llegando prontamente a las instalaciones de la casa de modas. Subió con afán y se precipitó hasta presidencia abriendo las puertas como un loco. Ya era hora de que el líder estuviese ocupando su lugar en ese escritorio, y sin embargo no estaba ahí.
Betty salió y se encontró con la mirada en desespera de Mario:

- Betty, ¿Dónde está Armando?

- El Doctor no vendrá hoy a laborar, me pidió desde muy temprano que avisara su falta, pero no sé preocupe, en cuanto yo tenga alguna noticia se la haré saber

Mario ya no respondió, salió de la oficina ante la mirada de Betty, se encamino a la vicepresidencia y cerró la puerta con llave. Su más grande temor se había convertido en realidad, con el rostro empuñado en sus manos, sintió como una pequeña lágrima rodaba por su pálida mejilla.
Mientras tanto, un Mercedes azul marino se encontraba estacionado en algún espacio abierto, Armando miraba con nostalgia, hacía muchos años que no se detenía a contemplar el cielo. Sintió como su cabello bailaba al son del viento y sonrió al recordar, aunque eso lo hacía confundir y a la vez, morir de pena. Cómo deseaba que Mario estuviera ahí a su lado...

Continuará

Entre sombras Donde viven las historias. Descúbrelo ahora