Cambios

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Dentro de la lujosa oficina de la Gerencia de puntos de ventas se podía observar a una Marcela hundida en sus pensamientos, acompañados del ruido que emanaba la televisión mientras proyectaba los desfiles más significativos de la firma "EcoModa". Ahí sentada frente a su escritorio, recordaba y retrocedía unos 23 años atrás, cuando ella, Armando y Mario eran unos niños. Era cierto que desde siempre, ambos eran inseparables, de acá para allá, todo el tiempo juntos, y es que era normal, Mario siendo hijo único y Armando con una hermana mayor, Daniel Valencia nunca fue de su agrado por su ya famoso carácter y personalidad tan pedante y brutalmente honesta, solo quedaban ellos dos para compartir.
La guapa ejecutiva siempre fue muy observadora, notaba desde el vamos algo extraño en esa relación, no por parte de Armando, sino de Mario, le resultaba extraño como es que siempre vivía preocupado por él, como era que nada podía separarlo de su lado, apoyándolo hasta en la más mínima tontería, y claro, años más tarde y después de esa extraña idea rondando por su mente, pudo dar forma a una atrevida teoría al respecto, pues ella estuvo presente cuando un Armando en ese entonces enamorado le dió la noticia a Mario: él y Marcela Valencia iniciaban su tan aclamada relación.
Aunque Calderón trato de disimular, era ridículamente notorio el descontento ante semejante hecho. Marcela por su lado, si supo fingir que no había reparado en esa expresión, una mirada tan dolida y fuera de sí por la sorpresa, a la par de una sonrisa brillante y palmadas de celebración. Si, la chica era muy observadora, en cambio Armando era un caso perdido, tan despistado como lo había sido toda su vida, y eso era un gran alivio de alguna manera, aunque ¿Por qué lo sería? Marcela sabía perfectamente que su apuesto novio era firme en sus preferencias, más debía preocuparse por las mil modelos arpías y revoloteantes, pero aún con eso, Mario se encontraba constantemente a su lado, sabía cada detalle de él, le confiaba sus más íntimos secretos, era su apoyo incondicional. No estaba de más que se preocupara un poco por ese hombre que amaba locamente a su prometido.
Ahora, volviendo al presente, recordando lo sucedido apenas hace unos minutos, Mario se veía tan extraño, tan nervioso, y no era presisamente esa vibra que le daba cuando Calderón los miraba a ella y a Armando dándose muestras de afecto, a eso ya se había acostumbrado, era algo más, pero no podía adivinar que era. Mendoza lucía medianamente normal, era cierto que le confirmó la rareza en la actitud de su mejor amigo, pero conociendole, no tenía ni la más mínima idea de lo que pasaba en realidad:

- Quizá solo le estoy dando vueltas inútiles al asunto

Volviendo a lo suyo, y sin imaginar todo lo que ocurrió la madrugada anterior, continuo con su trabajo.

Mario daba la espalda a la puerta, mirando fijamente las baldosas del suelo, cuando su timbre de voz favorito en el mundo sacudió sus ideas con una invitación a comer. Ambos bajaron en el ascensor hacia sus respectivos autos, está vez, Calderón no haría por ir junto a su mejor amigo, no tenía cara para hacerlo, y ya bastante trabajo le iba a costar acostumbrarse nuevamente a estar a solas con él. Llegando rápidamente al lujoso restaurante, se aproximaron a su mesa favorita, ordenando y quedando en un silencio incómodo. Armando miraba su vaso de agua:

- Bien, aquí empieza la prueba, si es tan abrumador estar a su lado después de ésto, creo que es mejor que cada uno vaya por su cuenta de ahora en adelante

Al mismo tiempo que pronunciaba mentalmente esas palabras, un sentimiento de tristeza invadió su pecho, cerrando los ojos casi al instante para evitar esa cruda realidad que se reusaba a admitir. Mario rompió ese silencio:

- ¿Le ocurre algo? Está muy pensativo

- Nada, simplemente estoy analizando unas cosas, usted no se preocupe que yo estoy bien

- Bueno, ¿Usted cree que yo lo conozco de ayer? Ande, dígame qué pasa

Mario temblaba por dentro, rezaba para que nada tuviese que ver con el beso. Inesperadamente (para los dos) Armando le hizo una petición particularmente extraña:

- En efecto, nos conocemos desde hace mucho como para que sigas hablándome de "usted". Deja eso a un lado y tuteame, pienso que será más cómodo hablarnos así

Mario levanto ambas cejas, realmente no esperaba que él le pidiera algo así, pero se preguntaba cómo algo tan tonto podía desbordarlo de felicidad:

- Como tú gustes, Armando, y efectivamente, pienso que es más cómodo así

Mario sonrío, y antes de que el impulso inconsciente de Armando le permitiera corresponder de la misma manera, el mesero llegó para entregar la orden. Tratando de ignorar el momento, el presidente de EcoModa bajo la vista para iniciar con su comida.
Durante la degustación de los variados alimentos, la charla fluyó común, solo ellos conversando sus cosas como solían hacerlo. En ese momento se aproximó a la mesa una morena espectacular, 1.70 de curvas perfectas, cabello negro brillante y un rostro angelical. Mario sabía lo que continuaría después de eso, Armando perdería la noción de todo a su alrededor para prestar total atención a la mujer en cuestión, no era la primera vez que ocurría. Levantó su servilleta y limpio sus labios con la intención de cubrir el disgusto que se escribía en su rostro:

- ¡Hola Armando! Que gusto encontrarte aquí

- Hola Rosaura, ¿Cómo estás?

El tono de voz de Armando no era ni por asomó algo entusiasta, era de hecho un tanto grosero:

- Ay Armando, pero no tienes que tratarme así, hace tiempo que no nos vemos, y nuestra última velada fue inolvidable. Tengo un par de días libres y me preguntaba si te gustaría que saliéramos a repetir la experiencia

Mario ardía en rabia:

- ¡¿Que a esta no le importa que yo esté aquí escuchando?!

Armando lanzo un suspiro de hartazgo:

- Lo siento, estoy sumamente ocupado, y sin ánimo de ser pedante, te pido por favor que nos dejes solos, estamos tratando un tema muy importante aquí y francamente no podemos interrumpirlo ahora

Tanto la modelo como Mario no pudieron más que asombrarse ante tal actitud tan inusual, aunque Rosaura rápidamente reparo en la manera tan brutal de rechazarla:

- Bien, aunque después de esto no creo estar disponible para ti nunca más

Dando media vuelta, la chica se retiró de la mesa. Mario fijo su mirada asombrada en Armando, quien como si no hubiese ocurrido nada, exclamó:

- Ya podemos continuar con nuestra charla

Continuará

Entre sombras Donde viven las historias. Descúbrelo ahora