Ejecución

2.5K 218 191
                                    

Importante:

Este capítulo y el restante de la historia no tiene como propósito incitar al lector (a) a realizar los actos que aquí se mencionan. Está obra es con el único propósito de entretener al ya mencionado.

▪️▪️▪️▪️▪️▪️▪️▪️▪️▪️▪️▪️▪️▪️

La tensión comenzaba a apoderarse del Doctor Calderón, ¿Que sucedería si algo salía mal? Se quedaría sin empleo, pues no cabían dudas de que tendría que irse de Ecomoda, su imagen probablemente se vería afectada, pero aún con eso, lo que más lo mortificaba era perder a Armando. Conociendole, lo odiaria de por vida, no querría saber nada de él por el resto de la existencia, y a Mario no le quedarían ganas de seguir viviendola.
Era algo sumamente arriesgado, estaba poniendo todo lo que amaba en juego:

- ¿Realmente vale la pena...?

Claro que valía la pena, era el sueño que lo abordaba casi todas las noches, materializar la fantasía que él anhelaba cada que pensaba en su mejor amigo:

- Por esta curva a la izquierda, Armando

Primer paso, dar una dirección totalmente diferente a la ya acordada con las modelos, las pobres mujeres se quedarían esperando, pues ellos definitivamente no llegarían con ellas esta noche:

- Será mejor que apague y esconda de una vez mi teléfono...

Un precioso y elegante bar se abría ante los atractivos Doctores. Entraron y Mario se encargó de dirigir a Armando al sitio más discreto y oscuro del ya de por sí poco alumbrado lugar. Pasaron los minutos llegando así a la hora que se supone ya deberían haber llegado las modelos:

- Oiga, ¿No cree que ya se tardaron?

- Concuerdo, ya va media hora de atraso, y este es el lugar que acordamos, así que no se pudieron confundir

- Llamelas, digales que las estamos esperando, quizá les pudo ocurrir algo, usted es el que tiene sus contactos

Mario fingió buscar su teléfono entre sus bolsas, pero por supuesto que no sacaría nada:

- No puede ser, deje el teléfono en la empresa

- ¡No no, Calderón! ¿Y ahora que hacemos ah? Estamos aquí como un par de idiotas esperando a unas mujeres que ya no van a llegar, ¡solo vinimos a desperdiciar el tiempo!

Paso dos, retener a Armando y pasar la velada juntos, hacer que se olvide de esas chicas huecas:

- No diga eso mi amigo, ¿Acaso le parece una perdida de tiempo pasar el rato con su fiel compañero?

- Claro que no, hombre, no se ponga dramático, sabe que me gusta pasar el tiempo con usted

Para Armando esas solo fueron unas simples palabras, algo para que su amigo no siguiera fastidiando con el tema, pero Mario no pudo evitar que su corazón latiera con más rapidez:

- En fin, señor presidente, ¿Que le parece si ordenamos unos tragos? Ya estamos aquí, hace rato que no convivimos a solas como en los viejos tiempos

- Tiene razón, vamos a olvidarnos de esas viejas, de verdad que después de esto no me quedan ganas de volverlas a ver en mi vida

Eso fue más sencillo de lo que Mario esperaba. Comenzaron a beber y a charlar como cuando eran más jóvenes, sin preocupaciones ni distractores repentinos, solo un par de amigos que se contaban todo, aunque con una notable diferencia en los temas: Marcela, Ecomoda, el radar Patricia Fernández, y la recién llegada segunda secretaria: Beatriz Pinzón, la cual por cierto a pesar de que él notaba el interés que había puesto en Armando lo tenía sin cuidado, su amigo tenía gustos muy refinados y esa chica tímida jamás sería algo significativo en su vida.
Tercer paso, la ejecución real, el momento decisivo:

- Beba, hermano, para que no se cohiba yo le invito todos los tragos que quiera

- ¡Esa voz me agrada! Luego no se queje por la cuenta

¿Estaba mal aprovecharse de la situación de esa manera? Calderón conocía a Armando muy bien, producto de ese amor tan desmesurado, sabía que cuando el bebía de más, al siguiente día prácticamente no recordaba lo ocurrido, él era un bebedor experimentado, pero también bastante confiado, cuando estaba con Mario se dejaba llevar.
Pasaron dos horas tan solo y Armando estaba completamente ebrio, el ejecutivo lo ayudo a levantarse y ambos abordaron el Mercedes Benz. Mario condujo hasta su apartamento, subiendo casi a cuestas a un Armando perdido e incoherente.
Lo miro ahí, recostado en su cama, dormido y casi inconsciente, sus manos sudaban, sus dedos se estrujaban unos a otros por el nerviosismo:

- Creo... que llegó el momento...


Entre sombras Donde viven las historias. Descúbrelo ahora