Extrañeza

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Nota

Antes de comenzar quiero agradecerles el apoyo que han estado brindando a esta historia, me motivan muchísimo a seguir redactando :)
Espero de corazón que continúe siendo de su agradado✨

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Un rubor intenso coloreaba las mejillas de Mario, su corazón parecía querer salir de su pecho, los oídos le zumbaban y su estómago parecía un remolino producto de la emoción y el miedo acumulados. Con pequeños pasos se fue acercando poco a poco, lento, silencioso, todo tenía que ser discreto y sin mucho bullicio, lo que menos deseaba era que Armando tuviese tiempo de analizar la situación:

- ¡Vamos! ¡¿Que diablos estás esperando?!

Sus labios estaban a milímetros de los de su eterno amor, con ternura y sumo cuidado, como si tuviese miedo de estropearlos, finalmente los posó dando como resultado el tan anhelado beso.
Poco a poco fue abriéndolos para dar pie a más intensidad, podía sentir el ligero calor que emanaba el aliento de su mejor amigo, aunque, algo extraño sucedió. El Doctor Mendoza parecía seguir los movimientos, como si realmente le estuviese besando de vuelta, Mario abrió los ojos:

- ¿Estará soñando? Si... se le ve tan perdido, no sabe ni donde está en estos momentos, seguramente ande fantaseando con alguna mujer...

A este punto comenzaba a perder el miedo, y como si su cuerpo se moviera sin su consentimiento, comenzó a subir poco a poco la mano, recorriendo a su paso el pecho, el hombro, el cuello, su rostro. Los dedos paseaban entre los cabellos nacidos en la nuca, provocando que su proximidad aumentara aún más. Si, eso era malo, ese "más" era algo peligroso, no debía, y menos en esas circunstancias. Poco a poco se alejo de él, tuvo que reunir todo el coraje del cual fue posible para detener de un golpe esos deseos que se estaban manifestando de manera tan abrupta e intensa en su cuerpo. Armando jamás abrió los ojos, eso ya era algo positivo, y bueno, si él de verdad se hubiese dado cuenta de lo que estaba pasando, Mario tendría la nariz rota como mínimo para esos instantes. Le dejo en la recámara y salió, se sirvió un whisky y tomo asiento en su lujosa sala de estar:

- ¿Que es lo que acabo de hacer? Yo quería pero... no está bien, él que confía tanto en mi, y mira en qué termino...

De un momento a otro, Calderón se vio abrumado por el remordimiento, era lógico, al final de cuentas, ese beso jamás fue consentido, y toda esta situación fue planeada por él para que terminase así:

- ¿Que clase de amigo soy? No puedo volver a hacer esto...

El amor tan intenso era más fuerte que el deseo, que cualquier otro impulso que pudiera emanar su cuerpo, no quería volver a lastimar así a Armando, no quería forzarlo a nada, aún si el ni siquiera se percatase de lo que acababa de pasar.

Eran las 4:35 de la madrugada, Armando abrió poco a poco los ojos, aunque la luz que había era muy tenue, lograba molestar su vista. Llevo lentamente sus dedos hasta sus labios, los recorrió con suavidad mientras en su mente se hacía presente lo ocurrido hacía unas horas atrás: él y Mario besandose, pero lo más sorprendente de todo era que, de alguna extraña manera, no le disgusto para nada:

- ¿Por qué pasó esto? ¿Por qué le seguí el beso a ese tonto...?

Aún bajo los influjos del alcohol, se levantó con cuidado, lograba ver cómo Mario dormía en el sofá, tomo sus cosas y salió del departamento, bajando al parqueadero y regresando a casa en su auto. Realmente no sabía muy bien que estaba ocurriendo con él, con su mejor amigo, con la situación y por sobre todo, con sus propias emociones:

- ¡Ya deja de pensar! Mañana quizá todo sea más claro pero, eso no quita el hecho de que ahora se que clase de sentimientos tiene Calderón para conmigo. Esto se va a volver muy incómodo...

Eran las ocho de la mañana cuando Mario abordo las instalaciones de EcoModa. No quería entrar, quería correr, correr lo más lejos posible y desaparecer para siempre, pero era evidente que no podía hacer algo semejante:

- ¿Cómo seré capaz de mirarlo a la cara? No voy a poder...

Se apresuro a entrar a su oficina y sentarse, deseando hundirse en el centro de la tierra junto a su silla. El corazón le palpitaba estrepitoso, Armando aún no llegaba, era lógico por toda la cantidad de bebida que ingirió la noche anterior, pero era seguro que tendría que verle ese mismo día, ¿Cómo lo iba a afrontar? Toda esta situación lo tenía mortificado hasta la punta del cabello, pero de alguna manera, una sonrisa se le dibujaba en el rostro cada que repasaba el recuerdo del beso. Era la ocasión número mil que lo recordaba cuando escucho de pronto una voz que lo saco inmediatamente de sus pensamientos:

- Doctor, el señor Mendoza acaba de llegar, que si puede por favor pasar a su oficina

Mario apretó los puños y su rostro perdió parcialmente el color. Era el momento de verle después del incidente...

Continuará

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