Un crucio. Un avada kedavra.

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Hermione me detuvo agarrando uno de mis brazos. La miré fijamente a los ojos y lo único que hizo fue negar con la cabeza. De acuerdo, acepto que no es el momento para acercarme a Draco, no enfrente de tantas personas. 

En cuanto el platinado tomó asiento en la mesa de Slytherin, Pansy corrió hacia él y se sentó a su lado. Colocó su mano sobre la espalda de Draco y lo comenzó a sobar de arriba a abajo en señal de consolación. Posteriormente llevó su mano libre hacia la cara del platinado para acariciar su mejilla y su frente, como si le estuviera revisando la temperatura. <Aléjate  de mi chico, víbora> pensé. Desde el estomago hasta la cabeza me fluyó la sangre con rabia, hirviendo. No pude evitar sentir envidia, ella lo puede tener todo el día, compartiendo clases y la sala común mientras que yo solo podré verlo a la distancia en el comedor y en las pocas clases que lleguemos a compartir. 

- ¿Necesitas agua? - pregunta Ron en tono burlesco.

- Ronald, no es el momento. - interviene Hermione. 

- Seguro te hablará después. - asegura Harry en un lindo gesto. 

Solo me dediqué a tratar de desayunar aunque fue una misión imposible, la comida parecía negarse a bajar por mi garganta, como si algo estuviera impidiendo el paso. Debo admitir que no podía quitar los ojos de encima de ese par. Ocasionalmente Draco levantaba la vista y nuestras miradas chocaban pero no la mantenía más de dos segundos. 

                                                                            *** 

Las clases pasaban con normalidad, no me había tocado compartir clase con Draco hasta este momento ya que Gryffindor y Slytherin compartirían defensa contra las artes oscuras. 

- __________, no sería mala idea que te sentaras tú sola, ya sabes, para ver si se anima a compartir la banca contigo. - propuso Hermione. 

En el fondo sabía que seguramente Draco no entendería la señal o en su defecto no tomaría la oportunidad, aún así, nada perdía con intentar. 

Me senté en la última banca, pensando que tal vez así le parecería más sencillo no estar a la vista de los curiosos al frente de la clase. Poco a poco los de Slytherin fueron entrando al aula, habían llegado un poco tarde de su clase anterior. Un impulso dentro de mi quería girar la cabeza ciento ochenta grados para mirar hacia la puerta, esperando la aparición del rubio pero suprimí dicho impulso procurando observar al impaciente profesor Lupin que se paseaba de un lado a otro. 

Un nudo en la garganta hizo su aparición cuando vi al platinado caminar hacia la mitad del aula y tomar asiento al lado de otra chica de Slytherin. La cual fue obligada a cambiar de banca por la molesta de Pansy que le hizo un brusco gesto con la cara y murmuró algo. Dios, ahora estoy suprimiendo las ganas de lanzarle un crucio, o peor aún, un avada kedavra. ¿Qué tengo que perder? Nada, ni siquiera pertenezco aquí. ¿Qué me pueden hacer? ¿Encerrarme en azkaban? ¡JA! Bastaría con que diga unas palabras para desaparecer frente a sus incrédulas miradas y no ser encontrada jamás. Una risa boba de satisfacción aparece en mi rostro seguida por una risita. 

- ¿Dije algo gracioso señorita _________, o simplemente disfruta mi clase? - pregunta el profesor Lupin. 

- No, profesor, lo siento. No volverá a pasar. - me disculpo con las mejillas encendidas por la vergüenza. 

El platinado levanta la cabeza, la giró para verme y negó sutilmente, como si hubiese leído mis pensamientos. Tal vez no hizo nada y me lo estoy imaginando. 

                                                                         

Mientras no esté - (Draco Malfoy y tú) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora