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Peter solía tomar, casi siempre, un callejón que le facilitaba llegar a tiempo a casa o el colegio. El callejón solía estar lleno de viejos escombros, oxidándose mientras el tiempo corría. Era bastante extraño ver a alguna persona por ahí, ni vagabundos y mucho menos delincuentes se atrevían a delinquir por ahí puesto que el callejón no ofrecía nada más que caras curiosas que se asomaban a veces por las ventanas de los edificios que el callejón separaba.

Así que Peter no esperaba volver a encontrar al pobre hombre por ahí. Imaginó que estaría con otros vagabundos, bajo el puente o en otros callejones donde se les era permitido— a estas personas— armar sus propias carpas como viviendas. 

Por una semana, Peter tuvo una vida normal, casi olvidando al extraño vagabundo hasta que al octavo día lo encontró en el callejón. El encuentro fue bastante extraño, a su parecer. El vagabundo parecía haber estado esperando por él, que al verlo se puso de pie y acomodó un poco el viejo saco que llevaba. No estaba seguro si debía decirle algo, estaba tan confundido que apenas notó el gesto de alivio que mostró el hombre al verlo, como si le hubiese echado de menos. Y eso le incomodó un poco.

—¿Cómo estás? —saludó el hombre, algo indeciso de no saber si acercarse a Peter o quedarse en su lugar. —¿Qué tal el colegio?

—Muchas tareas, ya sabe —contestó Peter, después de haber debatido unos segundos si era realmente a él a quien se dirigía la pregunta. Cuando habló, casi de inmediato se disculpó, sabiendo que quizá el pobre hombre nunca pisó una escuela. —No es que no sepa... quiero decir, que sabe pero no tanto... —se enredó y recurrió a lo único que tal vez podría salvarle — ¿no quiere una hamburguesa, señor...?

—Tony. Dime Tony. —sonrió el hombre mostrando unos dientes bastante limpios y perfectos, haciendo que Peter otra vez observara todo en él: a diferencia de la última vez, Tony, tenía el pelo un poquito más corto, incluso la barba estaba un poquito más corta, y la ropa era vieja con agujeros y parches por todos lados, y no estaba sucio.

Tal vez no bebió, se dijo Peter.

—Yo soy... —y entonces recordó las lecciones de vida que su hermosa tía le enseñó, como la más importante: no dar datos personales a personas extrañas y menos a un vagabundo. Y más ahora que Peter notaba algo extraño en el hombre, como si algo en él le gritara peligro, como si a la tercera vez que volviera a encontrarlo el vagabundo se volviera más guapo.

—¿Olvidaste tu nombre, niño?

—No soy un niño —se quejó, indignado de que aún vieran en él a un niño y no lo que realmente era: —Soy un hombre, tengo ya los dieciocho años. Y soy Peter —levantó la barbilla con orgullo, qué perdía con dar solo su nombre.

—¿Sólo Peter?

Peter observó otra vez el rostro del guapo hombre frente a él, y no bastó para confiar en él.

—¿Va a querer la hamburguesa o... no?

Tony rió divertido y se acercó a Peter lo suficiente para que ambos pudieran ver la diferencia de tamaño que cada uno tenía. Sin duda, Peter tenía las de perder si se armaba una pelea. Tony hizo un ademán con su mano derecha, indicándole que podían marchar por las hamburguesas.

La ciudad de Queens era grande, y tranquila, para Peter lo era, y ver a un chico con un vagabundo siguiéndolo no parecía importarle a nadie. Y Peter lo agradecía. Mientras no se dirigieran a un motel o un bar, nadie levantaría su teléfono para llamar a la policía. 

—La anterior vez se veía muy sucio, y ahora no —soltó Peter, sin darse cuenta. —Ah, perdón, ¿lo dije en voz alta?

—Sí, lo hiciste. —Tony rodó los ojos. —Y estaba devastado, triste porque mi novia... ex novia, me dejó y se llevó mi Lamb... lámpara.

—Una novia...—repitió Peter, sorprendido que un vagabundo tuviera una, no es como si se les prohibiera pero... seguro su ex novia era una vagabunda bonita.

—Sí, y también se llevó mis cartones, ya sabes esos que usamos nosotros para dormir en las calles, las conseguimos en las basuras o en las calles donde hay tiendas, también se llevó mis platos esos que obvio encuentro en las basuras o la gente me da comida en esos platos que los guardo. También se llevó a nuestro perro, obvio esos que son abandonados y yo los adopto...

Peter frunció el ceño, tratando de comprender todo lo que Tony decía muy rápido y casi tropezando entre palabras, como si temiera a ser descubierto de que se robó las cosas.

—Comprendo —dijo Peter, sincero.

Llegaron a un puesto de hamburguesas y Peter pidió dos. Una vez servidos, le entregó ambas hamburguesas a Tony. Y solo por hacerle un poco de compañía, se sentó cerca de él, en las escaleras de una casa.

—¿Y tú tienes novia o alguna ex?

Peter lo pensó bastante. Tenía apenas dieciocho y apenas había dado el primer beso solo porque Michelle, su amiga de la escuela, necesitaba practicar cómo besarse con su novio. Y nunca más había vuelto a besar a una chica, o un chico. Tampoco tuvo una novia. Lamentable para Peter cuando todos los de su edad estaban disfrutando del amor adolescente. Pero Tony no lo sabía.

—Sí, tengo una novia. De ex no quiero hablar, siempre las olvido por mi bien—mintió.

—¿Ah sí? ¿Y cómo se llama tu novia?

Esa mirada tan profunda que le decía "no te creo", hizo que Peter luchara con sus palabras.

—S-su nomb... él... ELLA se lla... no tengo por qué decirlo. Eres un extraño —se quejó poniéndose de pie y marchándose del lugar sin siquiera despedirse.

Agradeció que no lo siguiera, porque estaba seguro que estaba tan rojo de la vergüenza porque su rostro ardía.

Cuando llegó al piso en el que vivía con su tía May, Peter tuvo que explicar por qué tenía la cara tan roja, y mencionó poca verdad diciendo que le compró churros a un vagabundo, pero que éste se los negó mientras le decía que prefería las hamburguesas. Y que Peter se sintió tonto. May le dijo que no lo era, que el hombre era un loco como todos los vagabundos y que ese acto tan lindo de Peter era lo que todos deberían hacer. Le dio un beso en la frente repitiéndole que era el mejor sobrino que tenía.

—Eres un ángel, Peter. Pero ten cuidado con hacerte amigo de ellos.

Al día siguiente, Peter tomó el callejón, como de costumbre y se encontró a Tony; acostado boca arriba con las manos bajo su nuca. Parecía bastante cómodo en esa posición, y Peter dio marcha atrás, y cuando pudo escapó a toda prisa por las calles antes de que lo viera, y antes de llegar tarde a clases.

Y al día que seguía, Peter quiso pasar de largo el callejón, pero quería ver si Tony seguiría ahí. Y efectivamente, ahí estaba. Esta vez, Tony estaba hablando con otro vagabundo, pero parecía mirar en su dirección de vez en cuando mientras hablaba con el otro hombre. Peter agradeció que no lo viera y así pudo volver a huir feliz de ver que Tony estuvo días sin emborracharse.

Al día siguiente, Peter ya no volvió a buscar a Tony. 

Un ángel me besó |Starker|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora