CAPÍTULO XLV

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Capítulo XLV
|DE ALGUNA MANERA|
III


Bang...

Boooooom...

Dos explosiones estallaron en la plaza, una tras otra, incomparables a la anterior. Al momento, toda persona se agachó mientras con las manos, sus cabezas cubrían.

—¡Ahhhhhhh!

—Ugh. ¡Mi, mi brazo!

—¡Ugggggh!

En la plaza, dónde no se oían más que gritos de los heridos y lamentos por los fallecidos. Entonces...

Swiiiiiiish~

Una ráfaga cuyo sonido se asemejaba al de la lluvia atravesó por encima de las cabezas de quienes agachados estaban, provocando que el polvo que cubría el suelo, ascendiera hasta cubrir a la gente que se había amotinado en medio de la plaza y, aquellos que junto a las fuentes de encontraban, fueren empapados con el agua que en ellas residía, antes de que todos levantaran lentamente la cabeza.

Al alzar la cabeza, dirigieron su mirada de forma inevitable al norte del recinto. Allí se encontraron con la impactante vista de los miembros de la Familia Real; todos sin herida alguna debido al escudo de plata que les protegía. Sin embargo, era solo a ellos, pues las personas en rededor sí que habían resultado heridas.

Dichas personas habían sido las primeras en llegar a la plaza con la finalidad de tener una visita más cercana al Rey. Además, entre los heridos figuraban: los sirvientes, los oficiales razos, los caballeros de menor rango así como también los magos que no tuvieron suficiente tiempo para lanzar sus escudos.

Los más afortunados sufrieron varias heridas mientras que aquellos que no corrieron con esa misma suerte, murieron. El humo era denso, oscuro, lo que imposibilitaba tener una vista clara de las rubias cabezas de la Familia Real.

Quienes aún permanecían con vida, alzaron la cabeza. Luego miraron en dirección a donde habían estado los nobles y demás los ciudadanos.

Claaaaang-

En ese momento, el escudo plateado comenzó a hacerse añicos cual frágil vidrio y las inmensas alas plateadas siguieron el mismo destino; al empezar a desquebrajarse el escudo, humo negro se filtró de cada una de las grietas. Indudablemente había una persona adentro, sin embargo, no se podía ver nada; ni siquiera un trozo de carne o gotas de sangre.

Todos los que miraban sintieron sintieron como un escalofrío les recorría el cuerpo entero. La visita no hizo sinó, ayudarles a comprender la magnitud de la explosión.

Sus miradas siguieron su cauce natural, encontrándose en un punto inequívoco: en el centro del halo de luz, plateado.

—¡Joven Maestro Cale!

Cuando una de las rodillas de Cale cedió y comenzó a caer, Rosalyn no dudó, y con una rapidez inusitada corrió a su ayuda. Mirando de un lado a otro entre Cale y el escudo plateado que de disipaba poco a poco antes de dirigir su mirada hacia la famila real. Habían sido dos exposiciones: muy fuertes.

Por supuesto, Rosalyn sabía que el escudo del Dragón Negro había sido el que absorbió la mayor parte de la explosión. No obstante, era indiscutible que el escudo plateado de Cale había hecho algo asombroso.

Eso significaba que el retroceso sería severo.

Rosalyn agarró a Cale del brazo para mantenerlo erguido mientras le llamaba. Cale estaba parado allí con la cabeza gacha.

—Joven maestro Cale, ¿estás bien? ¡Joven maestro Cale!

Un pensamiento surcó por su mente.

'Maldita sea, duele'.

La Basura De La Familia Del CondeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora