No era un objeto divino.Era el poder de un mortal; por eso la Deidad no podía tomarlo.
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A través de la pequeña ventana del barco, Cale podía ver el paisaje exterior. La tonalidad de las violentas aguas no catalogaba como transparente, aunque, lejos no estaban ya que el fondo del mar se lograba apreciar; eran de un bello celeste pero, a medida que se acercaban más al centro del remolino, esta claridad daba paso a un azul más oscuro.
La probabilidades de que muriese si llegaba a queda atrapado en él eran sumamente altas.
Cale desvío sus pensamientos a las nuevas bombas mágicas que yacían en la caja mágica resguardada en su residencia. Luego volvió la mirada hacia el frente y posó su vista en la isla más pequeña del grupo de islas que se cernían ante él.
—Joven Maestro, ¡Es esa isla de allí! ¡El remolino frente a esa isla es el peor! ¡Tendrá que despedirse de este mundo de inmediato si llega a quedar atrapado en él! ¡Jajaja!
El pescador fue realmente audaz. Ni siquiera vio que el rostro del Vice Capitán palidecía mientras más hablaba.
Cale contuvo la sensación de vomito que subía por su garganta y prestó atención a las palabras del pescador.
—Hay una leyenda que dice que el remolino apareció por culpa de un ladrón que le robó algo a un dios, pero, ¡aiya!
El bote se inclinó hacia un lado, lo que provocó que el agua chocase contra la ventana del barco. Al ver eso, Cale no pudo evitar tragar saliva.
—Aigoo, el barco casi se vuelca. ¡Oye, idiota, rema bien!
—¡Lo siento papá!
El dúo pescador de padre e hijo eran realmente valientes.
—Por eso, Joven Maestro.
—Ey.
Al final, Cale levantó la mano para detener al anciano y comenzó a hablar con decisión.
—Primero lleguemos a la isla y luego hablamos.
—¡Eso es lo que dijo la dama Amiru también! Casi hemos llegado.
El anciano comenzó a remar con grata habilidad. El bote que se movía mientras continuaba remando de alguna manera se retorcía y giraba para evitar todos los remolinos. Cale observó todos y cada uno de los remolinos por los que pasaban.