Astrid [Terminada✓]

Capítulo 25. Pelirrojo del infierno

“Sólo nosotros sabemos estar distantemente juntos”

–Julio cortázar.

Astrid

No, no me sentía orgullosa de lo que había hecho. Pero si me sentía mejor. Estaba recién follada y con mejor humor del que había ingresado hace unas horas atrás.

El castaño todavía seguía con la cara hundida en mi cuello, jadeando y con sus manos aferradas a mis caderas mientras que yo me aferraba a sus hombros para evitar dejarme caer sobre la mesa y obligarlo a que siguiéramos con esta locura que yo había comenzado.

Ah Blas... Siempre tan cumplidor.

–¿Es normal que me comience a gustar follar con asesinas? –murmuró.

Mi cuerpo se tensó y lo tomé de los hombros, despegándolo de mi y produciendo que saliera de mi interior, sacandonos un jadeo a ambos. Lo miré a los ojos con una ceja elevada.

–No te emociones, solo necesitaba desahogarme y no iría a coger con un desconocido –hablé produciendo que suspirara.

–Entonces ojalá te desahogues más seguido –murmuró metiendo su miembro dentro de su ropa y abrochándose los pantalones.

Una vez se apartó de mi arreglé mi cabello, acomodé mis prendas y bajé de la mesa, alejándome sin nada más que decirle ¿Qué se supone que debía decir? ¿Excelente servicio?

–Espera ¿Eso es todo? ¿Ni un gracias? –espetó detrás mío y me encogí de hombros, empujé la puerta de la biblioteca y salí de ahí sin molestarme en mirar atrás.

La había cagado de manera monumental.

Una vez Kurt me había dicho que no pensaba de forma racional cuando me enojaba, no le había creído hasta ahora que me di cuenta del terrible error que cometí.

Dios, no era más patética porque el mundo no lo quería.

Al llegar al baño de chicas sentí que en cualquier momento me desplomaría sobre la cerámica. Aún así a pasos tambaleantes llegué al lavabo, abrí el grifo y mojé mi rostro para luego alzár la mirada hacia el espejo que tenía delante.

Mi reflejo me regaló una sonrisa torcida, muy idénticas a las que utilizaba Kurt cada vez que terminaba de matar a alguien.

–Ambas sabemos lo que debes hacer -susurró mi reflejo y respiré profundo, tratando de no darle importancia.

Sin embargo por más que intentara ignorar la voz, el cuerpo me lo pedía a gritos. La necesidad de sentir y ver la sangre recorrer mi piel era algo de lo que ninguna pastilla podía sacarme. Él me lo dijo antes de que me fuera, me advirtió que tarde o temprano caería en esto.

–Me necesitas Astridián. Ambos sabemos que no pasará mucho tiempo antes de que ruegues por volverme a ver ¿De verdad crees que alejarte por esta estúpidez te hará bien? ¡Yo soy el único que puede calmarte! –estampó el puño a un lado de mi cabeza, haciéndome sobresaltar. Las lágrimas seguían resbalando por mi rostro sin control alguno.

Estaba dólida. Me sentía traicionada ¿Cómo es posible que jamás los hubiese visto? ¿Cómo es posible que pudieran hacerme esto?