Astrid [Terminada✓]

Capítulo 24. Ángel

"La puta costumbre de buscar ángeles en el infierno."

-David Sant

Llegamos al hotel donde Kurt había hecho una reservación con una falsa identificación hace unos días atrás.

Una vez dentro de la habitación comenzó a carcajearse. Llevó las manos a los botones de su camisa y comenzó a desabrochar botón por botón frente a mi intensa mirada sin borrar su sonrisa maliciosa. Mordí mi labio inferior con deseo al ver su torso completamente desnudo y lo empujé a la cama, sentándolo.

–Ven aquí, preciosa –murmuró con esa voz aterciopelada que tanto me prendía. Palmeó una de sus piernas y obedecí entre risitas.

Avancé hasta subirme sobre su regazo, colocando las piernas a cada lado de su cadera y envolviendo los brazos alrededor de su cuello. Sus manos se movieron desde mis muslos hasta mi trasero, subiendo mi vestido hasta la cintura.

–Me encanta cuando mientes –murmuró dejando un besito en mi cuello y sus manos ascendían por mi cuerpo –Me encanta cuando tú cuerpo se mancha de sangre –lamió mi clavícula –Me encanta que con ese rostro angelical engañes a todos –bajó el cierre de mi vestido y la prenda comenzó a caerse de mi cuerpo hasta mostrar mis pechos desnudos –Eres como un ángel de la muerte. Cada vez que se te acercan, todos mueren –susurró antes de hundir la cara en el valle de mis pechos.

Tener a Eryx era como tener el trofeo más codiciado de todo el instituto. Todos querían acercarsele, pero los únicos que podían eran quiénes ganaban tal privilegio.

Y yo me lo había ganado.

El beso de Eryx era posesivo, agresivo, sin ningún tipo de delicadeza, y realmente no me esperaba menos viniendo de un tipo como él ¿Y para qué engañarme? Eso solo encendía la pequeña llama de deseo que tenía por él. Por lo que no lo detuve en cuanto se agachó, pasó las manos por mis muslos y me alzó, haciendome envolver las piernas alrededor de su cintura. Crucé las los brazos tras su nuca e intenté seguir el desesperado beso como me fuera posible.

Nuestras bocas librando una batalla por el control de la otra. Sus manos escabulléndose bajo mi blusa, acariciando mi piel y erizándome en el acto era algo que fascinaba. Deslicé las manos sobre su camiseta hasta sus hombros, donde con su ayuda le quité la chaqueta, haciéndola caer.

Aunque me hubiera gustado seguir a segunda base, él no me lo permitió, ya que antes de que pudiera quitarle la camiseta me bajó y despegó sus labios de los míos para pegar la frente contra la mía, jadeante.

–No te haces una idea de lo mucho que te deseo –susurró en un jadeo.

–¿Pero? –susurré abriendo los ojos y clavando la vista sobre los suyos.

–Pero no estoy dispuesto a traicionar a Mirina de esta forma.

Una patada dolía menos.

Mi orgullo había sido pisoteado junto a mi dignidad. Acababan de humillarme con un par de palabras de cuento y aún así algo dentro mío se retorcía de dolor. Quería gritarle y decirle que me valía diez hectáreas de mierda Mirina, que lo único que importaba era lo que estábamos haciendo y que él lo había cagado de la peor manera posible.

Me aparté bruscamente de él, sintiendo las amargas lágrimas querer asomarse, pero las detuve abruptamente mientras me regañaba ¿Por qué lloraría por alguien que no valía la pena? Era estúpido.

No pude evitar comparar a Kurt con Eryx. El pelirrojo nunca me habría rechazado un beso, sexo, una caricia o un capricho. Él nunca me hubiese negado ni habría ido a correr a los brazos de otra. Si, podía ser un maldito enfermo adicto a la sangre, pero en estos momentos incluso un asesino parecía tener más sentimientos que el imbécil que tenía delante.