Capítulo 28. El día del robo

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"Érase una vez un ángel y un demonio que se enamoraron.
Pero su historia no tuvo un final felíz."

-Anónimo.

Eryx

–¿Viste esto?

Arrojó un periódico a la mesa donde me encontraba desayunando, lo miré por un momento para luego volver la vista al pedazo de papel y hundí las cejas al entender de qué se trataba.

Reabrían el caso de Jonathan Fave.

Miré a Carter con una ceja arqueada mientras que este se pasaba las manos por el cabello, desesperado.

–¿Y esto es malo porque...? –murmuré haciéndole una seña con la mano para que explicara.

–Porque si lo reabren significa que hay cosas sueltas y si eso sucede es porque aún está en duda sobre la muerte de Elena ¡Están dudando de Jonathan! Y si eso sucede se sabrá todo ¿Lo entiendes? ¡Todo! –gruñó dándole un golpe a la mesa que sacudió el café con las tostadas que estaba comiendo en ese momento.

–Pero Jonathan escapó hace tiempo ¿Por qué reabrir el caso a esta altura? –pregunté confundido y ambos suspiramos.

–No tengo idea, Eryx –murmuró dejándose caer en la silla frente a mi. Se llevó la mano a la barbilla como si estuviese pensando hasta que volvió a levantar la vista, viéndome –Pero tú entrarás en la casa del Sheriff y le quitarás todo lo que tenga sobre el caso –me apuntó con su dedo índice.

Fruncí las cejas, desconcertado ¿Acaso estaba loco? ¿Entrar a robar a la casa del Sheriff?

–¿Ya perdiste completamente la cabeza? –gruñí lanzándole una mirada envenenada que lo hizo sonreír con burla.

–¿Qué pasa? ¿El niño de mami tiene miedo de robar unos cuántos papeles? –se burló. No dije nada y aprovechó para levantarse de su lugar, moviéndose con gracia hacia donde estaba. Se inclinó detrás mío y susurró en mi oreja –Me debes un favor Eryx ¿De verdad vas a fallarme ahora?

No esperó por un respuesta ya que salió de la cocina mucho antes de que pudiera hacer o decir algo.

Odiaba a Carter. Odiaba el control que podía tener sobre mi cada vez que se le diera la gana.

Bufando saqué el móvil y llamé a Blas, quien me contestó al primer tono.

–¿Ocurre algo? –preguntó del otro lado de la línea. Sin poder evitarlo sonreí, mi mejor amigo me conocía tan bien que ya sabía cuando las cosas iban mal.

–Prepara el auto para esta noche, robaremos en la casa del sheriff –solté sin anestesia y antes de que pudiera preguntar algo, colgué.

Tomé las llaves, salí de casa y me monté sobre mi moto, yendo en dirección al instituto. Aquel lugar que lo único que me traía eran pesadillas y malos recuerdos cada vez que lo pisaba.

Una vez estacioné y me bajé, fui recibido por unos delgados brazos femeninos que envolvieron mi torso con cariño. Le correspondí al abrazo, enterrando la cara en su cuello.

–¿Podrían dejar de comer frente a los pobres? –la voz quejosa de Blas inundó mis oídos y me alejé de Mirina para ver a mi amigo, quien puso los ojos en blancos ante nuestras muestras de afecto.

–¿Qué pasa? ¿Celoso, Blas? –se burló la chica entre mis brazos.

Mi amigo soltó un bufido a su vez se cruzaba de brazos y desviaba la mirada hacia la entrada, donde varios alumnos nos miraban, seguramente esperando a que hagamos algo digno de lo que hablar lo que restaba del año escolar.

Astrid [Terminada✓] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora